Lecciones acerca de la oraciónpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-1502-9
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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La función de la mente es entender lo percibido por el espíritu, y la función de la parte emotiva es permitir que el espíritu sea expresado. Pero sin la decisión de la voluntad, aunque la mente entienda algo y la parte emotiva pueda expresarlo, tal comprensión y expresión serían inútiles. Por ejemplo, supongamos que nuestra mente ha entendido que el sentir dentro de nuestro espíritu nos está conduciendo a la oración, y que nuestra parte emotiva puede expresar el sentir del espíritu. Sin embargo, nuestra voluntad no es firme y no toma una decisión. En ese caso simplemente no podremos orar. Pongamos la siguiente ilustración: supongamos que en la mesa del Señor alguien realmente tiene una inspiración. Su mente comprende que la inspiración consiste en una percepción de la gloria del Señor. Su parte emotiva realmente siente la gloria del Señor hasta el grado en que el gozo casi lo hace llorar. Pero en ese momento, él está indeciso y no está dispuesto a orar debido a varias consideraciones. ¿A qué se debe esto? A una deficiencia en la voluntad. La voluntad no está cooperando con el espíritu. Mientras que él está considerando esto y pensando en aquello, otro hermano pide un himno. Después que se canta el himno, él aún está vacilando. Mientras tanto, otro hermano ofrece una oración. Así que su indecisión apaga su inspiración. Después de la reunión, él se va a su casa y pasa una noche agitada. Realmente tenía una inspiración, pero ésta no fue expresada, y no porque su mente no pudiera entenderla; ni porque no contara con la parte emotiva para expresarla. Fue porque simplemente su voluntad no fue lo suficientemente firme para hacerlo. Debido a que su voluntad fue débil y no tomó una decisión, a él le dio vergüenza. Debía haber ejercitado su voluntad para tomar una decisión inmediatamente y haber empezado a orar. Entonces, lo que estaba en su espíritu habría sido liberado. Ésta es la función de la voluntad en su relación con el espíritu.
A menos que tengamos una mente sobria y una parte emotiva moderada, no podremos hacer oraciones eficaces. Del mismo modo, a menos que tengamos una voluntad fuerte y a la vez flexible, no podremos orar correctamente. Por tanto, vemos que existe una relación muy cercana entre la voluntad y la oración. Todo asunto espiritual, no importa cuál sea, requiere el ejercicio apropiado de la voluntad. Esto también se aplica al momento en que inicialmente una persona es conmovida para creer en el Señor. Alguien puede sentirse conmovido en la reunión de predicación del evangelio e incluso puede estar llorando. Pero si se le pide que se ponga de pie para recibir al Señor, puede ser que se niegue a usar su voluntad para tomar esa decisión. Quizás diga que lo va a pensar, o que irá a casa para discutirlo con su esposa, etc. Él ciertamente ha entendido y está conmovido, tanto su mente como su parte emotiva están funcionando correctamente. Pero debido a que se niega a usar su voluntad, no hay manera de que sea salvo. El mismo principio se aplica en la relación que existe entre la voluntad y la oración. Es absolutamente necesario ejercitar la voluntad apropiadamente a fin de orar con eficacia.
Frecuentemente pensamos que la oración es un asunto relacionado exclusivamente con el espíritu. Esto es correcto. Sin embargo, muchas veces no tenemos ninguna inspiración. ¿Deberíamos entonces dejar de orar? No; en tales ocasiones debemos aprender a orar primero con la voluntad. Al orar primero con la voluntad, la inspiración será introducida fácilmente. Esto es semejante a conducir un automóvil. El paso inicial no es pisar el acelerador, sino encender el motor. Una vez que el motor es encendido, inmediatamente comienza la combustión de la gasolina. Muchas veces tenemos el deseo de orar, pero nuestro espíritu permanece inmutable. Si continuamos esperando hasta que nuestro espíritu se motive, puede ser que no oremos en todo el día. Supongamos que cuando nos levantamos por la mañana nuestro espíritu está indiferente, así que no oramos. Después de esperar por dos horas, aún no hay ningún movimiento en nuestro espíritu, así que seguimos sin orar. En este día no tenemos inspiración, así que no oramos. Al siguiente día aún no tenemos inspiración, así que tampoco hay oración. Quizás no tengamos inspiración por una semana entera, así que no oramos. Es muy peligroso continuar esperando hasta que nos sintamos motivados en nuestro espíritu para orar. Por consiguiente, necesitamos aprender a orar con la voluntad a fin de propiciarse la inspiración.
La misma situación puede ocurrir en las reuniones. Ciertamente cuando nos reunimos debemos esperar la inspiración y orar basándonos en dicha inspiración. Pero muchas veces esto no es correcto, especialmente con los hermanos que llevan la delantera en cuanto a ayudar con la reunión; no es correcto que ellos simplemente se sienten allí, tiesos y pasivos, esperando una “supuesta inspiración”. A veces sí hay inspiración, de modo que no hay necesidad de tomar la iniciativa. En tales casos, el Espíritu Santo toma la iniciativa y todo lo que los hermanos necesitan hacer es orar conforme al Espíritu. Pero otras veces no hay un indicio claro de que el Espíritu esté tomando la iniciativa. Por supuesto, uno debe primero ser purificado, perdonado y poner su mira en el Señor, teniendo comunión con Él. Entonces, cuando sepa que hay una necesidad de orar en la reunión, debe ejercitar su voluntad para liberar la reunión. Una vez que ejercite su voluntad y abra su boca para orar, en menos de dos frases podrán lograr que su espíritu se active. En cierta ocasión especial puede ser que se le pida a un hermano ofrecer una oración. Quizás tal hermano no tenga ninguna inspiración en ese momento, pero puesto que se le ha pedido, tiene que ejercitar su voluntad y orar. Si es una persona que teme a Dios, que tiene comunión con Él, que ha ejercitado su espíritu y lo ha tocado, en menos de tres o cinco frases su espíritu entrará en función. Esta oración de su voluntad, al igual que el encender el motor para conducir un carro, activa inmediatamente su espíritu y logra que éste se levante. A esto le llamamos la oración de la voluntad.
Además, en ocasiones parece que mientras oramos, la inspiración se interrumpe, pero sentimos que no se ha liberado la carga de la oración. En esos momentos, necesitamos mantener esa oración usando nuestra voluntad. Después de mantenerla por uno o dos minutos, veremos que la inspiración vuelve. La voluntad es una facultad muy útil. Siempre que el espíritu carezca de algo, será necesario suplir lo que falta con la voluntad. Debemos aprender a ejercitar la voluntad en cooperación con el espíritu, pero no debemos usar la voluntad aparte del espíritu. La función de la voluntad es cooperar con el espíritu y suplir al espíritu. Antes que el espíritu sea avivado, podemos empezar a orar con la voluntad. Cuando el espíritu esté descansando, también debemos suplir lo que falta mediante la voluntad. A estas oraciones que inician o suplen, se les llama oraciones de la voluntad.
Además, cuando la Biblia diga: “Orad”, “Velad”, “Orar siempre”, “Orando en el espíritu”, etc., estos imperativos son órdenes dirigidas a nuestra voluntad. Todas requieren la función de la voluntad. Sólo el funcionamiento de la voluntad puede mantener la vida de oración.
Daniel 9:2-3 dice: “Yo Daniel, pude entender por medio de las Escrituras el número de los años, lo cual vino como palabra de Jehová al profeta Jeremías, en los que habían de cumplirse las desolaciones de Jerusalén, esto es, setenta años. Entonces puse mi rostro hacia el Señor, buscándolo en oración y súplicas, en ayuno, cilicio y ceniza”. Esto indica que la oración de Daniel era en su totalidad una acción de su voluntad. Su oración no fue iniciada por el espíritu, sino por la voluntad. Pero si continuamos leyendo después de Daniel 9:3, nos daremos cuenta que, aunque al principio fue Daniel quien se propuso orar conforme a su voluntad, después de algunas frases su espíritu se levantó. Cuando leemos la oración en Daniel, capítulo 9, podemos darnos cuenta que fue hecha totalmente en el espíritu. Él inició esa oración con su voluntad y así motivó a su espíritu; reemplazó a su espíritu con su voluntad, y usó su voluntad para producir un espíritu ferviente. Por tanto, podemos ver que la voluntad es extremadamente importante para la oración. La voluntad no sólo tiene que incitar a que el espíritu ore, pero si es necesario, debe orar en lugar del espíritu. Ésta es la oración de la voluntad.
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