Ejercicio del reino a fin de edificar la iglesia, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-3898-1
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Podemos aplicar el mismo principio a la vida de iglesia. En el universo simplemente hay una sola iglesia, y en cualquier localidad debe haber una sola iglesia. La única iglesia es algo que Dios ha determinado y asignado. Ésta es la porción que Él nos ha asignado y es Su voluntad. El hecho de que nos guste la iglesia o no, no tiene importancia alguna, porque la iglesia es la voluntad de Dios. Tal vez al principio usted se sentía muy contento con la iglesia, y disfrutaba de una luna de miel en su vida de iglesia, pero más tarde le dejó de gustar la iglesia e incluso deseó separarse de ella. Muchos cristianos hoy en día se han divorciado de la iglesia. Sin embargo, si nosotros hacemos esto, estaremos haciendo caso omiso a lo que dice Mateo 16. Si podemos divorciarnos de la iglesia, no se producirá la edificación. A través de los siglos, muchos cristianos han sido como una mujer que ha tenido varios maridos. Después de haber estado por cierto tiempo con un hombre, se divorcian de él para irse con otro hombre. Ésta es la verdadera situación entre los cristianos de hoy. Debemos reconocer que la voluntad de Dios y lo que Él ha determinado es que haya una sola iglesia y que no tenemos ninguna otra alternativa. Por esta razón, la iglesia con el tiempo llega a ser la cruz que debemos llevar. La pregunta es si la llevaremos como un criminal que va a ser ejecutado como si la llevaremos voluntariamente y con alegría. Debemos ser como Cristo, quien escogió la cruz y la tomó como Su primera preferencia. Aunque estar en la iglesia nos cause dificultades, no hay nada que podamos hacer al respecto, puesto que la iglesia es la iglesia. Por lo tanto, todos debemos orar, diciendo: “Señor, concédeme la gracia suficiente para ser uno que está dispuesto a llevar la cruz”. Si usted ora de esta manera, será una persona que está dispuesta a llevar la cruz, y no un criminal. Como resultado, experimentará la verdadera edificación.
Casi todos los cristianos hoy en día escogen una iglesia conforme a sus gustos, así como la gente escoge el restaurante que más le agrada. Tal vez a algunos no les guste cierta iglesia porque los miembros gritan e invocan mucho el nombre del Señor. Otros prefieren una iglesia donde ellos puedan hablar en lenguas o escuchar presentaciones musicales en las que cantan solistas, cuartetos y coros. Si somos así, entonces no estaremos llevando la cruz. Por lo que, en primer lugar, debemos averiguar lo que es la iglesia; luego, una vez que averigüemos esto, no debemos dar lugar a nuestras preferencias o gustos. Ya sea que nos guste la iglesia o no, no debemos aceptarla según nuestros gustos, sino según la voluntad de Dios y lo que Él ha determinado. Simplemente debemos reclamar la gracia suficiente para ser personas que alegremente llevan la cruz. Debemos decir: “Señor, hazme una persona que está dispuesta a llevar la cruz, así como Tú lo fuiste. Tú supiste lo que era la voluntad de Dios en Mateo 26, y luego estuviste dispuesto a cumplirla. Tú estuviste contento de tomar la cruz. Tú pudiste haber pedido que te rescataran doce legiones de ángeles, pero no lo hiciste, sino que estuviste dispuesto a llevar la cruz. Gracias, Señor, porque por haber estado dispuesto a llevar la cruz estamos aquí hoy como la iglesia. Ahora, Señor, queremos participar de Tu buena disposición para tomar la cruz, a fin de que Tu vida pueda ser liberada”.
No sólo la iglesia, sino también cada hermano y hermana que está en la iglesia es la voluntad de Dios. Según la Biblia, no hay forma alguna en que podamos dividirnos de los hermanos y hermanas. Si preferimos a ciertos hermanos y hermanas por encima de otros, seremos un Barjona, un hijo de carne y sangre. En la iglesia todo hermano y hermana es la voluntad de Dios, y no podemos decidir al respecto. El padre los engendró a todos ellos, y debemos aceptarlos a todos como la voluntad de Dios. Nuestros gustos o disgustos, los cuales son naturales, no tienen cabida alguna. En la iglesia no debe haber amistades especiales ni preferencias. Por esta razón, todo hermano y hermana con el tiempo llega a ser una cruz para nosotros. Sin embargo, si recibimos la misericordia y la gracia del Señor, llegaremos a ser personas que alegremente llevan la cruz, y no criminales condenados que van a ser ejecutados.
Si digo que no me cae bien cierto hermano y ya no paso tiempo con él, espontáneamente dejaré de llevar la cruz. Apenas abandonamos la cruz, cesa la edificación. La iglesia no ha sido edificada en los pasados diecinueve siglos, debido a que muchos no han estado dispuestos a tomar la cruz. ¿Está usted dispuesto a llevar la cruz? Toda la iglesia, junto con todos los hermanos y hermanas que están en ella, es una cruz. No tenemos alternativa, no tenemos libertad para escoger. Debemos sobrellevar la iglesia y también debemos sobrellevar a todos los santos, sea que nos guste o no. Si seguimos nuestras preferencias, no estaremos llevando la cruz, y no habrá edificación. Dondequiera que estemos, no tenemos la libertad de escoger, porque simplemente hay una sola iglesia.
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