Ley del avivamiento, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-7399-9
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Cuando el Señor nos llama a salir de nuestros sentimientos, lo que Él quiere es que salgamos del yo. En el capítulo 3 el amado obliga a aquella que le busca no solamente a levantarse de su cama, sino también a salir de su casa (vs. 1-2). En estos versículos el amado la compele a que sea liberada de vivir según sus emociones, lo que corresponde a ser liberado del yo.
Muchos de nosotros permanecemos recluidos en “el cuarto” del yo. Muchos están encerrados en su yo. A menudo permanecemos cerrados cuando asistimos a las reuniones y visitamos a los santos, porque seguimos viviendo según nuestras emociones. Cuando nos congregábamos hace siete u ocho años atrás, estábamos abiertos y liberados porque teníamos un dulce sentir, pero ya no tenemos ese sentir, y ese sabor de frescura y vitalidad ha desaparecido. Como resultado, nos encerramos en el yo y no estamos dispuestos a abrir la puerta. Tanto nuestras situaciones pasadas como las presentes comprueban que no hemos sido liberados de llevar una vida según nuestros sentimientos, lo cual equivale a vivir en el yo.
La única forma de tener un avivamiento, un nuevo comienzo, es estar abiertos. Ésta es la única manera de mantenernos frescos. Necesitamos abrirnos y dejar que seamos liberados, en lugar de permanecer encerrados en el yo. Abrirnos es algo muy sencillo. Por ejemplo, en lugar de estar recluidos en el yo abrumador, podemos decirle a un hermano que nos hallamos bajo opresión y en una condición de vejez. Si estamos abiertos los unos a los otros cuando nos reunimos, habrá un avivamiento entre nosotros. Hay muchos hermanos que sirven en las iglesias. Por un lado, nos conocemos unos a otros porque nos vemos casi a diario, pero por otro, no nos conocemos, porque nos mantenemos cerrados. Yo no me abro a usted en cuanto a mi condición espiritual interior, y usted tampoco me revela la suya. Bajo tales circunstancias, ¿cómo podría darse un avivamiento entre nosotros?
A lo largo de la historia de la iglesia, aquellos que buscaban un avivamiento siempre oraban que lloviera sobre ellos el poder del cielo. Sin embargo, los creyentes que tuvieron la experiencia de ser avivados testificaron que los avivamientos genuinos no vienen del cielo. Los avivamientos proceden de nuestro interior, porque el Señor resucitado es ahora el Espíritu que mora en nuestro ser. El Espíritu está lleno con todas las riquezas de Cristo y mora aun en el creyente más desolado. Por lo tanto, el poder propio de un avivamiento no desciende del cielo, de una posición objetiva. Este poder ya mora en nosotros. La pregunta es si este poder puede salir, es decir, si permitiremos que este poder salga de nosotros.
Con frecuencia no entendemos la palabra del Señor. Romanos 10:6-9 dice: “No digas en tu corazón: ‘¿Quién subirá al cielo?’ (esto es, para traer abajo a Cristo); o, ‘¿quién descenderá al abismo?’ (esto es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos) [...] ‘Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón’ [...] que si confiesas con tu boca a Jesús como Señor, y crees en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo”. Una persona que desea ser salva no tiene que subir al cielo ni descender a lo profundo de la tierra para hallar a Cristo, pues la palabra está cerca de la persona, en su boca y en su corazón. Por consiguiente, tan pronto una persona cree y confiesa, ella es salva. Esta palabra es dada a quienes no han tenido la experiencia de la salvación, ni tienen al Espíritu Santo dentro de su ser. Si es tan fácil que ellos sean salvos, ¿cuánto más fácil será que sean avivados aquellos que ya son salvos y en quienes mora el Espíritu? No debemos pensar que el avivamiento nos vendrá del cielo ni del abismo; simplemente necesita fluir desde nuestro ser. La impresión que recibimos al leer la historia de los avivamientos de la iglesia es que los creyentes anticipan que los avivamientos descenderán de arriba. No obstante, los que tienen experiencia están conscientes de que el poder que según ellos descendería de arriba en realidad fluye de su propio ser interior. Así pues, la clave de un avivamiento consiste en estar abiertos. El poder que está en nosotros es una fuerza explosiva. Si estamos dispuestos a estar abiertos y a dejar que desde nuestro interior esta fuerza explote, tendremos un avivamiento prevaleciente.
Es correcto decir que debemos orar a fin de tener un avivamiento. Sin embargo, debo repetirles que la clave, el secreto, para tener un avivamiento no consiste en pedirle al Señor que nos mande algo desde el cielo, sino en abrirnos a Él y permitir que Él fluya. Estar abiertos es el principio básico que le permite al Espíritu Santo trabajar en nosotros. Cuanto más reservados y cerrados seamos, menos probabilidad tenemos de recibir gracia. Hace más de veinte años el movimiento Pentecostal era muy popular en el norte de China. Este movimiento se enfocaba en que las personas recibieran el derramamiento del Espíritu Santo. Aunque en este movimiento se miraban cosas extremas e incluso herejías, animaban a los que eran reservados y cerrados a que estuviesen abiertos.
Por ejemplo, un ujier se ponía de rodillas junto con una persona y la llevaba a confesar sus pecados. El ujier le preguntaba: “¿Tiene usted pecados?, y la persona le decía: “Sí, los tengo”. Entonces el ujier le preguntaba: “¿Qué clase de pecados?”, y la persona quizá contestaba: “Yo ofendí a mis padres”. Y el ujier le preguntaba: “¿De qué manera ofendió a sus padres?”. Estas preguntas y respuestas continuaban hasta que la persona terminaba de confesar sus pecados. Consecuentemente, todo su ser estaba abierto, y ella recibía el derramamiento del Espíritu Santo. Podríamos decir que ésta era una obra del hombre; no obstante, la obra del hombre trae la obra del cielo, de modo que el Espíritu Santo pueda derramarse sobre el hombre. Algunas de las personas que experimentaron tal derramamiento fueron liberados de sus adicciones y abandonaron sus malos hábitos y pecados. Éste es un principio importante: una persona que está abierta recibe gracia con facilidad.
Es aquí donde radica nuestro problema. Al congregarnos para tener comunión o al reunirnos, permanecemos cerrados. La mayor parte de los santos que vienen a la reunión de oración el martes por la noche, vienen con una actitud cerrada. Ellos ya se han propuesto no abrir su boca para orar. ¿Cómo podemos tener una reunión de oración prevaleciente? Quizás en la reunión de oración y en la del partimiento del pan debamos impartir algunos mensajes acerca de estar abiertos a fin de animar a los santos a abrirse al Señor. Puede ser que algunos santos duden en hablar porque no se sienten “inspirados” por el Espíritu Santo. Sin embargo, si estamos abiertos, la inspiración vendrá. Cuanto menos abiertos estemos, más difícil nos será abrirnos; y cuanto más esperemos que llegue la inspiración, menos inspiración recibiremos.
Hay un tesoro en nosotros, pero está encerrado. No importa que seamos débiles, fuertes, fríos o ardientes. Cuando somos ardientes, esta rica fuente está en nosotros, y cuando somos fríos, esta rica fuente sigue en nosotros. Esta fuente nunca cambia. La pregunta es si le permitimos fluir.
Cuando yo era joven, me gustaba jugar con cartuchos de pólvora. Solía comprar como una docena de petardos y usaba un alfiler para abrir el empaque alrededor de la mecha de modo que se viera la pólvora. Entonces encendía un par de petardos para que explotaran. Las chispas de éstos tocaban otros petardos y prendían la pólvora. Como resultado, todos los petardos explotaban. Esta analogía es muy adecuada para los cristianos. Cada uno de nosotros es un petardo, y Cristo es nuestra pólvora. Nuestro problema es que Cristo se halla envuelto firmemente dentro de nosotros, y nosotros no estamos dispuestos ni a ser quebrantados ni a abrirnos. Oramos por un avivamiento, pero nos mantenemos estrictamente cerrados. De manera que, no podemos “explotar”, y ni nuestra oración más firme vale para nada. Si queremos orar, debemos orar que el Señor nos lleve a abrirnos.
Debemos someternos al Señor y pedirle humildemente que nos dé una visión. En nuestra búsqueda del Señor no debemos tener meramente disfrute, satisfacción y una sensación de dulzura. Debemos ver que el Señor está en resurrección. Necesitamos una visión de la resurrección para que seamos capaces de saltar sobre los montes y brincar sobre los collados. A pesar de las cosas que agobian nuestro espíritu y de las dificultades que hallamos en nuestro entorno, necesitamos ver que el Señor es viviente y poderoso en nosotros; Él está saltando sobre los montes y brincando sobre los collados. Si conociéramos la resurrección y estuviéramos abiertos, seríamos como petardos desenvueltos. Una vez que un petardo explota, puede prender a los demás. Si yo estoy abierto, puedo prender a otro hasta que se abra, y entonces él puede prenderme a mí. Como resultado, tendremos un genuino avivamiento. Si nos quedamos en nuestras experiencias pasadas y permanecemos cerrados, el resultado será la muerte. Cuanto más permanezcamos en nuestras experiencias pasadas y nos mantengamos cerrados, más caeremos en la muerte. Tenemos que aprender a abrirnos. Aun si dudamos, siempre debemos practicar abrir nuestro ser en toda ocasión. Entonces el suministro ilimitado se desbordará desde nuestro interior y experimentaremos un avivamiento espiritual.
Estar abiertos a los demás no es decirles una palabra franca ni reprenderles. Eso es propagar muerte. Estar abiertos consiste en desahogarnos y declarar nuestra verdadera condición. Si nos sentimos débiles, corruptos, escasos, viejos, estancados o muertos, debemos abrirles nuestra condición. El Señor está en nosotros, y cuando nos abrimos de esta manera, Él emerge. Éste es el secreto para tener un avivamiento. Si estudiamos los avivamientos en la historia de la iglesia, descubriremos que éste es el secreto. Debemos orar más para que podamos abrirnos, y necesitamos el poder para que podamos ayudar a otros a abrirse. Cuando una persona se abre, ella es vivificada. Si conocemos esta clave y estamos dispuestos a abrir nuestro ser en cada reunión y en nuestros tiempos de comunión, seremos vivientes y el Señor podrá actuar.
Espero que estas palabras causen una abertura en nosotros y que dejemos que el Señor fluya. Este principio redundará en un avivamiento.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.