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Obra de edificación que Dios realizapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7020-2
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Actualmente disponible en: Capítulo 9 de 10 Sección 2 de 4

LA NECESIDAD DE SER CONSTITUIDOS
PIEDRAS PRECIOSAS

Además, el muro de la ciudad está completamente edificado con piedras preciosas (Ap. 21:18a). Esto es también otro asunto que tiene gran significado espiritual. Una piedra preciosa no es creada originalmente por Dios; más bien, es formada a partir de algo que ha sido creado y que luego ha pasado por muchos años en los que su constitución ha cambiado por la continua presión que ha recibido bajo la tierra. Si realmente queremos ser edificados, no sólo necesitamos ser quebrantados por Dios, sino que además debemos permitir que Dios realice una obra en nosotros que logre cambiar nuestra constitución intrínseca. Necesitamos experimentar esta obra de Dios por muchos años a fin de llegar a ser piedras preciosas que resplandezcan con la luz de Dios.

Todos los descendientes de Adán son originalmente trozos de barro. Dios creó a Adán, usando como material un trozo de barro que tomó de la tierra. Por lo tanto, hoy todos los que hemos nacido de Adán somos también de barro. Sin embargo, puesto que fuimos salvos con la vida de Dios, a los ojos de Dios ya no somos de barro, sino que somos piedras. Inmediatamente después que Simón Pedro confesó que el Señor era el Cristo, el Hijo del Dios viviente, el Señor le dijo: “Tú eres Pedro” (Mt. 16:16-18). El nombre Pedro es una traducción de la palabra que significa “piedra”. De la misma manera, toda persona salva es un “Pedro”, es decir, una piedra, que Dios usa para la edificación de esta ciudad.

Sin embargo, en la Nueva Jerusalén los materiales que Dios usa para Su edificación no son simplemente piedras ordinarias, sino piedras preciosas. Por lo tanto, no es suficiente que hayamos sido salvos y hayamos llegado a ser piedras; aún es necesario que lleguemos a ser piedras preciosas. Esto requiere que nos pongamos en las manos de Dios para que Él pueda realizar una obra que cambie nuestra constitución intrínseca.

Todos los hermanos y hermanas deben considerar si son una piedra ordinaria o una piedra preciosa. Creo que muchos de nosotros podemos decir: “Anteriormente, era un trozo de barro, una persona vil. Pero alabo a Dios y le doy gracias, pues Él me ha limpiado y regenerado, y ahora soy una piedra”. Creo que todos podemos decir esto por fe; pero, aun quisiera preguntarle, ¿qué clase de piedra es usted? No todas las piedras son iguales. ¿Es usted una piedra preciosa, o es una piedra común y corriente? Esta vez al regresar de mi viaje al extranjero fui de visita a Jerusalén y las regiones circundantes. Algo que me llamó mucho la atención fue que hay piedras por toda la región. Hay piedras grandes y piedras pequeñas; en todas partes hay piedras. Un día el conductor de nuestro auto me dijo: “Si todas las piedras aquí pudieran ser transformadas en pan, seríamos ricos”. Esto nos muestra que las piedras en sí mismas no son preciosas.

¿Es usted simplemente una piedra o una piedra preciosa? Ésta es una pregunta muy crucial. Las piedras preciosas que están en el muro de la ciudad no son solamente preciosas, sino también transparentes. A veces cuando nos encontramos con un hermano, podemos sentir que él no solamente es una piedra, sino que además es verdaderamente una piedra preciosa, pues es transparente interiormente. Por otra parte, a veces cuando nos encontramos con otra persona, no sólo percibimos que no es una piedra preciosa, sino que ni siquiera es semejante a una piedra. Sentimos que es un trozo de barro, pues su vivir es confuso, actúa con negligencia, habla muy libremente e interiormente le falta algo sólido.

Los que conocen lo relacionado con las piedras preciosas saben que una piedra preciosa se forma a través de mucha presión. Esta presión hace que una piedra preciosa llegue a ser muy sólida en naturaleza. Un trozo de barro no tiene ninguna firmeza. Si lo sacude mientras está en su mano, de inmediato se deshace. Sin embargo, no sucede lo mismo con una piedra preciosa. Ésta no se quebrará aunque la arroje contra el suelo. Algunos hermanos y hermanas son verdaderamente sólidos y fuertes como piedras preciosas, pero también hay otros que son como un trozo de barro. Cuando uno se encuentra con ellos, sus palabras fluyen con facilidad. Es como si fuera más fácil para ellos hablar que hacer cualquier otra cosa. No saben lo que significa restringirse. Tales hermanos no son piedras preciosas en lo más mínimo. No es de extrañar que no puedan participar en la edificación.

Los expertos nos dicen que las piedras preciosas no sólo se forman con presión, sino que durante el proceso de formación también necesitan pasar por fuego. La presión, el fuego y el cambio de constitución son necesarios para que las piedras sean transformadas en piedras preciosas. En la Nueva Jerusalén no hay nada carente de firmeza; al contrario, ella está enteramente conformada por piedras preciosas y es completamente de oro puro. Todo ha pasado por presión y por fuego y toda su constitución intrínseca ha cambiado; por lo tanto, la ciudad es sólida y transparente. Asimismo, con respecto a la edificación de la iglesia todo hermano y hermana debe experimentar la obra de presión y la obra de calor. Muchas veces los hermanos y hermanas me preguntan: “Hermano Lee, hemos escuchado que usted va a ir a tal lugar la próxima semana, ¿eso es cierto?”. Yo entonces les digo: “¡No lo sé! Si yo mismo todavía no sé cuándo voy a ir, ¿cómo lo saben ustedes?”. Uno puede darse cuenta de lo descuidadas que son muchas personas por la facilidad con que se propagan rumores entre los hermanos y hermanas. Ante esto, uno no puede evitar suspirar y decir: “En la iglesia muy pocas personas son sólidas; son pocos los que han estado bajo presión, bajo el fuego y que han experimentado un cambio en su constitución intrínseca. ¡Es por eso que pocos han sido edificados!”.


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