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Reino, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-4708-2
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LA VIDA DE IGLESIA ES EL REINO

Tanto en Romanos como en 1 Corintios Pablo da a entender con toda claridad que la vida de iglesia es el reino. Mateo indica lo mismo: “Edificaré Mi iglesia [...] Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos” (Mt. 16:18-19). La iglesia edificada por el Señor Jesús es el reino. La semilla que fue sembrada en Mateo crece y se desarrolla en las Epístolas. Por tanto, Pablo también nos dice que la iglesia es el reino. Al hablar de la iglesia como el reino, el Señor Jesús lo hizo de una manera muy sencilla, debido a que las semillas están en el libro de Mateo. En las Epístolas, Pablo expone sobre la iglesia como el reino de una manera más completa. Necesitamos todo el libro de Romanos y todo el libro de 1 Corintios para poder conocer la iglesia como el reino.

ALIMENTARNOS PARA EL REINO

Teniendo esto como base, podemos abordar 1 Corintios 3. Por supuesto que la palabra reino no se encuentra en este capítulo, pero otros versículos en este libro nos dan a entender que la vida de iglesia es el reino (4:17, 20). En primer lugar, Pablo dice: “Os di a beber leche”. Para obtener la iglesia como el reino tenemos necesidad de ser alimentados. Pablo no dijo: “Os enseñé”, sino que dijo: “Os di a beber leche”. No tenemos necesidad de enseñanzas; lo que necesitamos es ser alimentados. Tenemos necesidad de beber y comer. Tanto la leche como la carne mencionadas en el versículo 2 son Cristo. Él es nuestro alimento. Cuando Pablo dijo: “Os di a beber leche”, esto significa que él los alimentó con Cristo. Cuánto anhelamos ver a todos los que asumen el liderazgo en todas las iglesias locales ocupados constantemente en alimentar con Cristo a los más jóvenes.

Aun cuando Pablo era un gran maestro, él también era muy diestro en alimentar. Él alimentaba a las personas con Cristo. Después, Pablo continuó diciendo que él había sembrado, que Apolos había regado y que Dios había dado el crecimiento (v. 6). Al final, Pablo pudo decir que por la gracia que le fue dada, él era como un sabio arquitecto (v. 10). Pablo era una persona maravillosa, pues él sabía alimentar, plantar y edificar. Por causa del reino de Dios en las iglesias locales hoy en día, nosotros también tenemos que saber alimentar, plantar y edificar. Tenemos que alimentar a las personas así como sembrar la semilla. Tenemos que plantar hortalizas, las cuales mediante el crecimiento y la transformación, llegarán a ser minerales: el oro, la plata y las piedras preciosas. ¿Cómo es posible que la labranza llegue a convertirse en minerales? ¿Qué clase de árbol plantó Pablo para que éste, a medida que creciera, se convirtiera en oro, plata y piedras preciosas? Pablo dice: “Vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios” (v. 9). ¿Cómo podemos reconciliar estas dos cosas? La labranza está formada por plantas, mientras que el edificio está hecho primordialmente de piedras y minerales. ¿Cómo podemos ser tanto plantas como minerales? La respuesta es: la vida que crece en nuestro ser es una vida que nos transforma. Además de crecer, nos transforma. Mientras crece, nos transforma y cuanto más crece, más nos transforma. Es esta vida la que nos transforma de plantas en minerales.

Ahora podemos ver que el concepto presentado por Pablo en 1 Corintios 3 es exactamente el mismo que el presentado por el Señor en Mateo 13. Como ya hemos visto, las primeras cuatro parábolas se relacionan con la vida vegetal. La semilla crece, madura y produce la harina fina. Las siguientes dos parábolas tratan sobre el tesoro y la perla, las cuales representan algo que ha sido transformado. Por tanto, en Mateo 13 tenemos tanto el crecimiento como la transformación. En 1 Corintios 3 también tenemos el crecimiento y la transformación. El concepto es exactamente el mismo. Después de Mateo 13, el Señor nos dijo que las piedras sirven para la edificación. “Yo también te digo, que tú eres piedra [lit.], y sobre esta roca edificaré Mi iglesia” (Mt. 16:18). En Mateo vemos el crecimiento y la transformación cuya finalidad es producir piedras para la edificación. En Mateo todo esto se encontraba en forma de semilla y, hasta cierto punto, no se había desarrollado; pero en 1 Corintios 3 podemos ver claramente el crecimiento de esa semilla así como su florecimiento. Pablo plantó, Apolos regó y Dios dio el crecimiento. Después del crecimiento viene la transformación. Mientras la planta crece es transformada en oro, plata y piedras preciosas a fin de convertirse en los materiales útiles para el edificio de Dios. Finalmente, el que planta se convierte en aquel que alimenta, y el que alimenta se convierte en el edificador. El reino es plantar, alimentar, regar, hacer crecer, transformar y edificar. Finalmente Pablo dice: “Sois templo de Dios” (1 Co. 3:16). Ésta no es una organización cristiana ni una sociedad religiosa; sino la iglesia, el reino. El reino es algo que ha sido plantado, que crece, que ha sido transformado y que es edificado hasta llegar a ser el templo de Dios.


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