Vida cristiana, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-0260-9
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Debemos cooperar con el Espíritu que opera en nosotros y aceptar el entorno en nuestro espíritu, alma y cuerpo. En todas las partes de nuestro ser, debemos estar dispuestos a cooperar con el Espíritu que mora en nosotros y aceptar el entorno exterior. Entonces actuaremos bajo la muerte de Cristo. Esta muerte es llevada a cabo por el Espíritu en nosotros junto con el entorno como el arma mortal.
A fin de cooperar con el Espíritu que opera y aceptar nuestro entorno exterior, necesitamos reconocer que hemos sido crucificados con Cristo (Ro. 6:6; Gá. 2:20a). También necesitamos crucificar nuestra carne con sus pasiones y concupiscencias (5:24). En cierto sentido, no podemos crucificarnos a nosotros mismos. Pero en otro sentido, podemos crucificar la carne con sus pasiones y concupiscencias, porque tenemos el nuevo hombre. El nuevo hombre crucifica la carne. Por esto es que necesitamos ejercitar nuestro espíritu, el nuevo hombre, para crucificar nuestra carne, nuestro hombre exterior.
Además, necesitamos hacer morir, por el Espíritu, los hábitos de nuestro cuerpo (Ro. 8:13b). Hacer morir quiere decir matar. Necesitamos matar los hábitos de nuestro cuerpo. Hay que hacer morir todo lo que haga nuestro cuerpo de pecado. Chismear por teléfono es un hábito del cuerpo que necesita ser aniquilado.
Necesitamos llevar la cruz, es decir, permanecer en la crucifixión de Cristo (Mt. 16:24). No debemos apartarnos de la crucifixión. Tenemos que permanecer en la crucifixión, o sea, debemos llevar la cruz. También necesitamos permanecer en nuestro espíritu y vivir por el mismo, andando conforme al espíritu, el espíritu mezclado (Ro. 8:6b; Gá. 5:16, 25; Ro. 8:4b).
Tal experiencia de la muerte de Cristo trae Su resurrección; sin la muerte, no hay vida. En 1 Corintios 15:36 Pablo dijo: “Lo que tú siembras no se vivifica, si no muere”. La palabra del Señor en Juan 12:24 revela este principio. El grano de trigo debe morir. De no ser así, no puede multiplicarse. Romanos 8:13 también tiene implícito este principio. Dicho versículo dice que si por el Espíritu hacemos morir los hábitos de nuestro cuerpo, viviremos. Ésta es la resurrección introducida cuando experimentamos la muerte de Cristo. En 2 Corintios 4:10-11 se nos muestra que la muerte de la cruz redunda en la manifestación de la vida de resurrección. Esta muerte diaria tiene como fin la liberación de la vida divina en resurrección.
No debemos olvidar que sin la muerte, no hay vida. La muerte de Cristo está en el Espíritu compuesto. El Espíritu es la aplicación de la muerte de Cristo y la eficacia de la misma. ¿Qué es la vida cristiana? La vida cristiana es una vida que siempre está bajo la muerte que inflige el Espíritu compuesto. Sin muerte, no hay vida. En todo lo que hagamos, necesitamos ser muertos. En nuestras compras, en la manera en que nos cortamos el pelo y también en nuestra casa necesitamos ser muertos en nuestro hombre natural.
En la vida de iglesia no podemos evitar la muerte. Cada santo en la iglesia es un “cuchillo” que mata a nuestro hombre exterior. Cuanto más permanecemos en la iglesia, tanto más experimentamos la obra aniquiladora de la muerte, la operación de la cruz. Necesitamos permanecer bajo la operación de la muerte, la operación de la cruz, para vivir en resurrección. Esto es glorioso. Aun es nuestra felicidad y gozo. Necesitamos experimentar la muerte del Señor, o sea, que Él nos ponga a muerte todos los días. Entonces diariamente tendremos la victoria y el gozo en la resurrección de Cristo.
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