CAPÍTULO TRES

LLEGAR AL GOZO DEL NUEVO HOMBRE

En este capítulo consideraremos cómo una persona es salva, entra en la vida de iglesia, experimenta el Cuerpo de Cristo y llega a la manifestación del nuevo hombre. Así es cómo una persona experimenta gradualmente la secuencia apropiada de cuatro niveles de gozo: el gozo de la salvación, el gozo de la iglesia, el gozo del Cuerpo y, en última instancia, el gozo del nuevo hombre.

PRIMER NIVEL:
EL GOZO DE LA SALVACIÓN

La sed del hombre indica que él necesita una fuente para saciar su sed. La búsqueda de satisfacción por parte del hombre es evidencia de que hay algo en el universo que puede saciar su sed y darle satisfacción. El hombre necesita conocer a Dios, pues sólo Dios puede ser la satisfacción del hombre. El Señor, el Creador de todas las cosas, es el Único; no hay ningún otro Dios en el universo. Cuando los hombres no conocen al Dios verdadero, ellos le reemplazan con otras cosas y establecen religiones. En términos generales, hay cinco religiones principales: el confucionismo, el budismo, el taoísmo, la religión judeocristiana y el islam. El confucionismo enseña lo que es aceptable con respecto a la conducta y las relaciones interpersonales; no se trata de Dios. El budismo tampoco se trata de Dios; enfatiza la transmigración, o la reencarnación. El taoísmo enseña que la vida humana es como el viento y el vapor; tampoco trata acerca de Dios. Aunque el confucionismo, el budismo y el taoísmo son llamados religiones, ellos no hablan de Dios y no tienen nada que ver con Dios.

La religión judeocristiana y el islam proceden de la misma fuente. La religión judeocristiana incluye el catolicismo, el protestantismo y el judaísmo. Las Escrituras, el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento, las cuales hablan acerca de Dios, son la base de estas tres. El judaísmo enfatiza el Antiguo Testamento, mientras que el catolicismo y el protestantismo enfatizan tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo. Mahoma, el fundador del islam, hizo referencias a historias del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento. El judaísmo, el catolicismo, el protestantismo y el islam hablan acerca de Dios: el Señor soberano que creó todas las cosas en el universo.

Un día el Señor soberano del universo entró al mundo en calidad del hombre Jesús. Aparentemente, Jesús era meramente un hombre, pero, en realidad, Él era el Dios omnipresente. Cuando una persona siente que es pecadora y que no puede ser satisfecha en su vida humana, puede abrir todo su ser al Señor desde lo profundo de su ser e invocar Su nombre, diciendo: “Oh, Señor Jesús, soy un pecador; necesito que me salves; te recibo como mi Salvador”. Entonces, algo maravilloso ocurrirá en lo profundo de su ser. Jesús, el Dios omnipresente, entrará en ella como Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). El vacío en las profundidades de su ser será saciado de inmediato, y ella se regocijará. Desde el día en que una persona cree en el Señor, tiene el gozo de la salvación. Éste es el primer nivel de gozo.

En 1938 prediqué el evangelio en mi alma máter, en mi pueblo natal. Un profesor que también era juez vino a escuchar el evangelio y fue conmovido. Me pidió que le dijera cómo creer en Jesús. Dije: “Esto es sencillo. Cuando usted llegue a casa, enciérrese en su habitación, arrodíllese delante de su cama, abra su ser a Dios y confiese que usted es un pecador. Debe decir: ‘Oh, Señor Jesús, soy un pecador. Sé que Tú eres el Dios verdadero que vino para ser mi Salvador y que moriste por mí. Oh, Señor Jesús, creo en Ti; por favor, sálvame’”.

Este juez fue salvo, y dio testimonio de que oró y confesó sus pecados al Señor. Después de orar, parecía como si nada hubiese sucedido. La mañana siguiente fue al juzgado como siempre. Mientras caminaba a su trabajo, de repente fue lleno de gozo en su interior. Él subió su mirada al cielo y sintió que el cielo era más azul. Anteriormente, odiaba a los perros, pero ese día un perro que vio le pareció bonito. Sonreía mientras entraba al juzgado. Sus colegas le preguntaron si estaba alegre porque había hecho una fortuna. Él se rio y dijo: “No sé por qué, pero mi corazón se regocija”. Aún se regocijaba mientras regresaba a su casa del trabajo. Él estuvo lleno de gozo por varios días antes de finalmente comprender que había sido salvo. Le oró a Jesús una noche y experimentó un gozo sin precedentes al día siguiente. Éste es un testimonio de alguien que experimentó el gozo de la salvación.

En 1940 yo predicaba el evangelio en Chifú, y un buen número de hermanas allí tenían maridos que trabajaban en aduanas. Un día, después de predicar el evangelio, un funcionario de aduanas me preguntó cómo podía creer en Jesús. Le dije que fuera a su casa y orara. Él era un fumador empedernido. Desde el momento en que entraba a su oficina hasta que salía de trabajar, fumaba cigarrillos. Independientemente de cuánto los demás le aconsejaban que dejara de hacerlo, seguía fumando. Sin embargo, después de orar aquella noche, no fumó al día siguiente. Inicialmente, sus colegas pensaban que les estaba haciendo una broma, pero después observaron que había abandonado los cigarrillos. Cuando él descubrió que había cambiado, se dio cuenta de que era salvo y que tenía la vida del Señor.

Creo que muchas personas pueden testificar que Jesús es el Dios verdadero, nuestro Salvador, nuestra justicia y nuestra verdadera satisfacción. Sólo Jesús puede llenar el vacío que se halla en lo profundo del hombre. Cada creyente ha experimentado el primer nivel de gozo: el gozo de la salvación.