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Cristo crucificado, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-3691-8
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Actualmente disponible en: Capítulo 1 de 14 Sección 2 de 5

EL GRANO DE TRIGO
QUEDA SOLO SI ES QUE
NO CAE EN LA TIERRA Y MUERE

El Señor Jesús dijo: “Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto” (Jn. 12:24). Estas palabras se aplican no solamente al Señor Jesús, sino también a nosotros. Hoy en día nosotros tenemos la vida del Señor en nosotros, así que somos los muchos granos de trigo. Sin embargo, no somos capaces de multiplicarnos, no podemos llevar mucho fruto y no podemos producir muchos granos debido a que no hemos sido quebrantados por la muerte.

Nosotros, en su mayoría, somos personas muy estables, constantes y estamos enteros. Sin embargo, muchas veces nuestra estabilidad, firmeza y el hecho de estar intactos representan un problema. Por ejemplo, aunque podamos tener muchos años de ser salvos, es posible que no tengamos cicatrices ni ningún indicio de la obra de la cruz en nosotros y nuestro ser aún siga intacto, entero, constante e inalterado. La única diferencia tal vez sea que antes de ser salvos éramos personas muy alocadas, irresponsables y de un mal comportamiento, y que, después de ser salvos, dejamos de ser alocados e irresponsables y empezamos a tener un buen comportamiento. Esto no es nada más que un cambio de comportamiento.

Hay dos clases de cambio que pueden ocurrir en la vida de un cristiano. Uno es el cambio que ocurre en nuestra conducta externa, y otro es el cambio que tiene lugar en la vida interna. Un cambio en nuestra conducta externa significa que anteriormente usted hacía lo que se le antojaba, actuaba libremente y sin ninguna restricción. Pero ahora, después de haber sido salvo, siente que su conducta pasada no es propia de un cristiano y que, por lo tanto, debe ser más cuidadoso. Sin embargo, esto no deja de ser un cambio externo, pues en su ser interior usted sigue siendo el mismo. Usted sigue siendo muy seguro y firme, muy estable e impasible, y también muy entero e intacto, es decir, sigue siendo la misma persona que era al principio. Nuestro problema no radica en nuestra conducta externa, sino más bien, con nuestra manera de ser, con nuestra vida natural y con nuestro viejo yo.

DIOS DESEA QUE EL HOMBRE SEA
INTERNAMENTE TRANSFORMADO EN VIDA

Hoy en día el cristianismo exhorta a las personas a que mejoren su comportamiento externo, pero a lo que Dios presta atención es algo mucho más elevado que esto. Lo que Dios busca no es simplemente un cambio en la conducta del hombre, sino más bien, que el hombre experimente una transformación interna en vida. Él no desea que sólo manifestemos un cambio en nuestro modo de vivir, lo cual sería algo externo, sino más bien que seamos quebrantados en nuestro modo de ser, lo cual es algo interno. El cambio externo de comportamiento recibe las alabanzas de los hombres, pero no puede agradar a Dios. Lo que Dios desea y lo que le agrada no es el mejoramiento externo de nuestra conducta, sino la transformación en vida y el quebrantamiento interno de nuestro modo de ser. La simple mejora de nuestro comportamiento hace que seamos personas buenas, mas no personas espirituales. A fin de ser espirituales, necesitamos ser quebrantados interiormente. Si no somos quebrantados, si no sufrimos ningún golpe y si no pasamos a través de la muerte, seremos personas que están enteras, pero no seremos personas que están llenas de vida.

Lo que otros ven en el mejoramiento de nuestra conducta externa es nuestra moralidad, pero no nuestra espiritualidad. Muchas veces, de la misma manera que nuestra inmoralidad es nuestra cobertura, así también nuestra moralidad puede ser nuestra cobertura. Los incrédulos nos exigen que tengamos un alto nivel de moralidad, lo cual es justo y razonable. Sin embargo, lo que Dios exige de nosotros es mucho más elevado que eso; Él exige que seamos quebrantados y aplastados para que el Cristo que está en nosotros —el Cristo glorioso, el Cristo de santidad— pueda vivir por medio de nosotros.

DIOS DESEA QUE CRISTO
SE EXPRESE EN NUESTRO VIVIR
DESDE NUESTRO INTERIOR

Hay varias categorías de cristianos. Una de las categorías es los cristianos degradados. Desde una perspectiva humana, los cristianos de esta categoría no parecen ser cristianos en nada, porque viven y andan igual que los incrédulos. Éstos son cristianos degradados. Otra categoría de cristianos son los cristianos que tienen un buen comportamiento. En el pasado estos cristianos eran muy libertinos, pero ahora se conducen ordenadamente; antes hacían lo malo, pero ahora hacen lo bueno. A los ojos de los hombres, estos cristianos están por encima de la norma; pero a los ojos de Dios, ellos aún están muy por debajo de la norma, pues lo que Dios desea obtener no son ni cristianos degradados ni cristianos que estén por encima de la norma.

Lo que Dios desea no es simplemente que seamos librados de los pecados, sino que llevemos una vida en la que Cristo se exprese desde nuestro interior. Esto no tiene que ver con lo bueno ni lo malo, con lo que es apropiado o inapropiado, ni con lo que es moral o inmoral; más bien, tiene que ver con que Cristo sea expresado en nuestro vivir desde nuestro interior. Todos sabemos que desde que fuimos salvos, tenemos a Dios en nosotros como nuestra vida. Sin embargo, ¿quién es la persona que vive, es Dios o nosotros? ¿Somos nosotros la persona que vive y se manifiesta o es Dios? El meollo del asunto es: si estamos dispuestos o no a ser quebrantados y a pasar a través de la muerte. Si no estamos dispuestos a ser quebrantados ni a experimentar la muerte, Dios no podrá manifestarse desde nuestro interior. Pero si estamos dispuestos a ser quebrantados y a morir, Dios podrá expresarse en nuestro vivir desde nuestro interior. Según la Biblia, negar nuestro yo es pasar por la muerte y el quebrantamiento.

No debemos simplemente atender a nuestras necesidades humanas; pues también debemos atender a la necesidad de Dios. Cuando el Señor Jesús se encarnó, Él estaba restringido y encarcelado y era incapaz de liberarse de Su cuerpo humano. Sin embargo, por medio de Su muerte, Él fue liberado. La “cáscara” de Su cuerpo humano fue quebrantada por medio de la muerte para que la divinidad que estaba en su interior, el Cristo que estaba en Él, pudiera ser liberado. El resultado de esta liberación fue que la vida de Dios pudo entrar en muchas personas y también en nosotros. Sin embargo, inmediatamente después que Su vida entró en nosotros, Él quedó confinado y constreñido en nosotros.

Muchas personas observan la Navidad para celebrar el nacimiento de Jesús, pero jamás han experimentado el nacimiento de Jesús. ¿En qué consiste experimentar el nacimiento de Jesús? En que cuando una persona es salva, Dios entra en ella. De este modo, el Señor Jesús nace en ella y ella experimenta el nacimiento de Jesús. Sin embargo, cada vez que Jesús nace en una persona, se encuentra con un problema: queda confinado en el que ha sido salvo. Él nació como nazareno, y este nazareno era un problema para Él, era algo que lo limitaba. Así que, esto necesitaba ser quebrantado, ser partido, por la cruz. Cuando el Señor sufrió el golpe de la cruz, Su ser fue abierto y partido, y la vida fue liberada desde Su interior. Sin embargo, cuando esta vida entró en Pedro, en Juan, en usted y en mí, se encontró con el mismo problema, con el mismo impedimento. Todos podemos testificar que Cristo ha nacido en nosotros; no obstante, no podríamos afirmar con seguridad de que Cristo vive y se manifiesta o es liberado desde nuestro interior.


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