Espíritu divino con el espíritu humano en la Epístolas, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-7893-2
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Las Epístolas se componen de dos partes; la primera parte comprende desde Romanos hasta 2 Tesalonicenses, y la segunda parte comprende desde 1 Timoteo hasta Judas. Todas estas epístolas revelan varios aspectos del Espíritu que mora en nosotros e imparte vida. En 1 Tesalonicenses 1:5 y 6 se nos dice: “Nuestro evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder, en el Espíritu Santo y en plena certidumbre, como bien sabéis qué clase de personas fuimos entre vosotros por amor de vosotros. Y vosotros vinisteis a ser imitadores de nosotros y del Señor, habiendo recibido la palabra en medio de gran tribulación, con gozo del Espíritu Santo”. Estos versículos indican que se debe predicar el evangelio en el Espíritu Santo, y también se debe recibir el evangelio en el Espíritu Santo.
El versículo 8 del capítulo 4 dice: “Así que, el que desecha esto, no desecha a hombre, sino a Dios, que también os da Su Espíritu Santo”. Primero, el evangelio fue predicado a los tesalonicenses en el Espíritu Santo, y ellos lo recibieron por el Espíritu Santo. Luego, Dios les dio el Espíritu Santo. En 5:19 Pablo dice: “No apaguéis al Espíritu”. El Espíritu hace que nuestro espíritu esté ferviente (Ro. 12:11), y avivar el fuego del don de Dios tiene que ver con nuestro espíritu (2 Ti. 1:6-7). Por tanto, apagar al Espíritu tiene que ver con el espíritu mezclado, el Espíritu Santo mezclado con nuestro espíritu humano. Luego, en 2 Tesalonicenses 2:13 Pablo dice: “Nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación en santificación por el Espíritu y en la fe en la verdad”. Los versículos antes mencionados son los versículos relacionados con el Espíritu en estos dos libros.
En 1 Tesalonicenses 3:13 podemos ver el tema de estas dos epístolas. Este versículo dice: “Para afirmar vuestros corazones irreprensibles en santidad delante de nuestro Dios y Padre, en la venida de nuestro Señor Jesús con todos Sus santos”. Aquí Pablo dice “santos”, y no meramente “creyentes”. Las palabras santo, santidad, santificación y santos provienen todas de la misma raíz en el griego. Los santos son aquellas personas que son santas. Luego, 4:3 y 4 dicen: “Ésta es la voluntad de Dios: vuestra santificación, que os abstengáis de fornicación; que cada uno de vosotros sepa poseer su propio vaso en santificación y honor”. El versículo 7 continúa, diciendo: “Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino en santificación”. En el capítulo 5, los versículos del 21 al 23 dicen: “Sometedlo todo a prueba; retened lo bueno. Absteneos de toda especie de mal. Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y vuestro espíritu y vuestra alma y vuestro cuerpo sean guardados perfectos e irreprensibles para la venida de nuestro Señor Jesucristo”. El versículo 26 continúa, diciendo: “Saludad a todos los hermanos con ósculo santo”. Por último, 2 Tesalonicenses 1:10a dice que Él viene “en aquel día para ser glorificado en Sus santos”. Todos estos versículos nos muestran que el Espíritu en 1 y 2 Tesalonicenses es el Espíritu que santifica.
La Biblia usa los distintos títulos del Espíritu Santo de una manera muy significativa. Como ya hemos visto, 1 Tesalonicenses 1 dice que el evangelio no vino a los tesalonicenses en palabras solamente, sino en el Espíritu Santo; ellos lo recibieron en el Espíritu Santo y Dios les dio el Espíritu Santo. El título Espíritu Santo no se encuentra en el Antiguo Testamento. En Salmos 51:11 David dice: “No me arrojes de Tu presencia, / y no quites de mí el Espíritu de Tu santidad”. De manera similar, Isaías 63:10 y 11 dicen: “Ellos se rebelaron y contristaron / a Su Espíritu de santidad; / por lo cual Él se convirtió en su enemigo / y peleó contra ellos. / Luego se acordó de los días antiguos, de Moisés y de Su pueblo: / ¿Dónde está Aquel que los hizo subir del mar / con los pastores de Su rebaño? / ¿Dónde está Aquel que puso en medio de ellos / Su Espíritu de santidad?”. En cada uno de estos versículos, el texto en hebreo usa el título Espíritu de Tu santidad o Su Espíritu de santidad, y no Espíritu Santo como se traduce en algunas versiones.
El título Espíritu Santo se usa por primera vez en relación con la encarnación del Señor Jesús. Lucas 1:35 dice: “Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso también lo santo que nacerá, será llamado Hijo de Dios”. Esto ocurrió para el tiempo de la concepción del Señor Jesús en el vientre de una virgen humana. De forma similar, Mateo 1:20 dice: “Mientras consideraba esto, he aquí un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo engendrado en ella, del Espíritu Santo es”. Según un principio en la Biblia, la primera mención de un nombre o un asunto nos da la definición, significado y principio rector de aquel asunto. Por consiguiente, el título Espíritu Santo se relaciona con la encarnación.
La encarnación fue mayor que la obra de creación que Dios efectuó. En la creación Dios trajo millones de cosas a la existencia, pero en la encarnación el Creador se introdujo a Sí mismo, el Santo, en Su propia creación. Esto se llevó a cabo por el Espíritu Santo. La última frase de Lucas 1:35 dice: “Lo santo que nacerá, será llamado Hijo de Dios”. Esto se podría traducir literalmente del griego como: “lo que nacerá será llamado Santo, el Hijo de Dios”. Aquel que salió del vientre de María fue llamado Santo, pues Él fue concebido por obra del Espíritu Santo.
En 1 Tesalonicenses 1:5-6 y 4:8, el título Espíritu Santo se usa de una manera fuerte. También podría traducirse literalmente del griego como “el Espíritu, el Santo”. Tal como nosotros podríamos decir “el Eterno” o “el Divino” para referirnos a Aquel que es eterno o Aquel que es divino, “el Santo” se refiere a Aquel que es santo. Esta construcción es similar a la que se utiliza en 1 Juan 1:2, donde la vida eterna podría traducirse como “la vida, la eterna”, lo cual indica que la esencia de la eternidad es la vida divina. Del mismo modo que si no tenemos la vida divina no podemos tener nada eterno, sin el Espíritu no podemos tener santidad. Éste es el principio del título Espíritu Santo. El Espíritu en quien los apóstoles trajeron el evangelio y a quien los tesalonicenses recibieron es Aquel que es santo, el Espíritu Santo.
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