Expresión práctica de la iglesia, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-87083-905-4
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Las verdades del Nuevo Testamento se ven por medio de la tipología del Antiguo Testamento. Los tipos son cuadros de lo que es revelado en el Nuevo Testamento, y como sabemos, un dibujo vale más que mil palabras. Es posible que una larga definición no explique claramente algún asunto, pero cuando vemos un diagrama, lo entendemos de inmediato. Así es como el Señor nos enseña. El Antiguo Testamento muestra los dibujos o cuadros, que son llamados los tipos; luego, el Nuevo Testamento da las definiciones. Si no entendemos ciertos puntos de la definición, podemos regresar al diagrama y compararlo con la definición; entonces comprenderemos.
Incluso el terreno de la iglesia tiene un cuadro en la tipología del Antiguo Testamento. El libro de Deuteronomio proclama lo rica que era la buena tierra y lo maravilloso que era deleitarse en ella. El maná que fue provisto en el desierto representa un aspecto de Cristo, y la roca, otro; pero la buena tierra es el tipo que abarca todos los aspectos de Cristo. La buena tierra es un cuadro completo, un tipo que incluye todas las riquezas de Cristo, y el pueblo de Dios fue llamado a entrar a este disfrute. Dios estableció dos modos para disfrutar las riquezas de Cristo que estaban tipificadas en Deuteronomio. El primero consistía en que las personas podían disfrutar individualmente de las riquezas de la buena tierra. Cada uno, de modo personal e individual, tenía libertad de disfrutar las riquezas de la buena tierra a cualquier hora y en cualquier lugar. Sin embargo, existía otro modo: se podía disfrutar las riquezas de la buena tierra adorando al Señor de manera corporativa. Conforme a esto, nadie podía escoger personalmente el lugar, porque únicamente existía un solo lugar que Dios había escogido a través de toda la tierra de Israel. En toda la tierra de las doce tribus, existía un solo lugar escogido para que todo el pueblo de Dios se reuniera a deleitarse en las riquezas de la buena tierra y así adorar a Dios colectivamente.
El libro de Deuteronomio separa en dos partes el producto de la buena tierra. La primera parte es la décima parte, el diezmo. El diezmo debe ser la primera décima parte y no la última. Este diez por ciento tiene que ser separado para la adoración corporativa de todo el pueblo de Dios. Ellos no tenían derecho de disfrutar este diezmo en cualquier lugar que escogieran; tenían que traerlo al lugar que el Señor había escogido. El diezmo es santo para el Señor. Aunque las personas quizá preferirían disfrutarlo en sus propias casas o en cualquier otro lugar, no tenían el derecho de hacerlo; tenían que traer este diez por ciento al lugar que el Señor había escogido.
La otra parte del producto, el noventa por ciento restante, podía ser disfrutado en cualquier otro lugar porque era el disfrute individual de las riquezas de la buena tierra. Por tanto, según Deuteronomio, existían dos modos de disfrutar las riquezas de Cristo, individual y corporativamente.
Unos dicen que Cristo no es estrecho, que El está en todas partes. Sí, esto es verdad. Puedo disfrutar a Cristo en mi casa y en cualquier lugar. Pero ésta es sólo una manera; existe otro modo que quizá carezcamos. Podemos disfrutar a Cristo personalmente con el noventa por ciento, pero así no podemos disfrutarlo como las primicias y la porción máxima.
Cuando nos reunimos en el terreno correcto, es decir, en el terreno establecido por el Señor, podemos disfrutar la porción máxima de Cristo. Nuestra experiencia da testimonio de esto. Hay veces que oramos-leemos la Palabra en nuestras casas, disfrutamos al Señor ricamente y nos sentimos satisfechos; pero cuando venimos a las reuniones de la iglesia local, vemos que no hay comparación: una es la mejor porción y la otra es inferior. Claro, todo lo de Cristo es rico, pero aun así existe una diferencia entre las primicias y el resto.
Si fuera posible, jamás me perdería las reuniones de la iglesia en Los Angeles y me quedaría siempre aquí para disfrutarlas. No sé lo bueno que será cuando estemos en la Nueva Jerusalén, pero creo que he disfrutado un verdadero anticipo en las reuniones en Los Angeles. El disfrute en las reuniones de la iglesia local no tiene comparación. El Espíritu Santo retiene algo especial para la iglesia.
Existen dos modos de disfrutar a Cristo: individualmente y corporativamente, es decir, el modo personal y el del Cuerpo. ¡Alabado sea el Señor, existe el modo del Cuerpo! El pueblo de Israel tenía maíz, aceite y todo el producto de la buena tierra, y disfrutaba el noventa por ciento de todo esto en sus propias casas o en cualquier otro lugar. No hay duda de que lo disfrutaban, pero no creo que estaban tan emocionados con este disfrute como cuando participaban en la Fiesta de los Tabernáculos y traían las primicias del producto de la buena tierra al monte de Sión. Allí se reunía todo el pueblo de Israel y juntaba las ofrendas para exhibir el rico producto de la buena tierra.
Las tres fiestas principales que traían a todo el pueblo de Israel a Jerusalén eran la Fiesta de la Pascua, la Fiesta de las semanas y la de los Tabernáculos. Estoy seguro de que todos se regocijaban cuando llegaba el tiempo de esas fiestas. Mientras ascendían, antes de llegar al monte de Sión, cantaban el salmo 133: “¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!”
Tenemos que entender claramente estos dos modos: debemos disfrutar a Cristo de modo personal e individual, pero todavía necesitamos aun más disfrutarlo en el Cuerpo de modo corporativo. Lo máximo de la buena tierra se asigna al disfrute corporativo, es decir, la mejor porción de Cristo se disfruta corporativamente.
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