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Busqueda del cristiano, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-4158-5
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Actualmente disponible en: Capítulo 1 de 8 Sección 2 de 3

EL CORAZÓN DEL HOMBRE SE INCLINA A DIOS

El corazón tiene que ser ocupado y llenado con Dios. Si una persona permite que Dios ocupe su corazón, otras cosas no entrarán en él. Permítanme que les dé el siguiente ejemplo: mientras estoy en mi cuarto, si se entra un gato, yo lo echaré; y si entra un perro, también lo echaré. Si llegara a entrar un cerdo, lo echaría aún más rápido. Pero si me voy de mi cuarto, el gato, el perro e incluso el cerdo pueden entrar. Por lo tanto, el corazón del hombre debe ser ocupado por Dios; de lo contrario, muchas cosas entrarán. Si examinamos los corazones de los hombres, descubriremos que el corazón de ningún ser humano está vacío. Es precisamente por esta razón que el hombre se siente confundido, siente que se le nubla la visión y que no es capaz de discernir hacia qué se inclina su corazón.

En realidad, el corazón del hombre es como el papel pegajoso que se usa para atrapar moscas en el verano. Todo lo que entra en contacto con el papel matamoscas queda adherido allí. No importa si es un cabello, una pluma o un pañuelo, en cuanto tiene contacto con el papel matamoscas queda adherido. Ocurre lo mismo con el corazón del hombre. Cuando toca la literatura, la literatura se le pega. Cuando el corazón del hombre “toca” el dinero, el dinero se adhiere a él. El hombre se siente confundido debido a que son muchas las cosas que se adhieren a su corazón. Por ejemplo, el corazón de una esposa puede estar ocupado por su esposo, sus hijos, la casa, el dinero, la ropa, la nevera y el carro. Además de todo esto, ella desea al Señor. Por consiguiente, ¿cómo puede ella evitar que los ojos de su corazón se nublen? Es muy difícil que el corazón del hombre esté vacío. Cuando una persona es joven, su corazón es desenfrenado; pero después que envejece, su corazón se nubla.

Una vez mientras Charles Spurgeon predicaba, dijo: “¡Miren a este hombre que está aquí! Sus pies han crecido en su corazón!”. Todos se pusieron de pie pero no vieron nada extraño. Entonces, explicó: “Los pies de este hombre son para andar sobre la tierra y el corazón no debe tocar la tierra, pero hoy todas las cosas de la tierra han entrado en el corazón del hombre. Es por eso que digo que los pies del hombre han crecido en su corazón”. ¿Es esto una broma? Muchas veces le pregunto a un niño: “¿Deseas tener al Señor Jesús?”, y su respuesta es: “Sí, quiero tener al Señor Jesús”. Luego le pregunto: “¿Quieres ropa?”, y dice: “Sí, quiero ropa”. Después le pregunto: “¿Quieres unos dólares?, y contesta: “Sí, quiero unos dólares”. ¿No es esto un buen ejemplo de “pies que crecen en el corazón”? Todos nuestros corazones son impuros. Esta impureza no necesariamente significa que tengamos pecados y suciedad. Tal vez no tengamos ningún pecado ni nada sucio, pero es posible que sí tengamos muchos intereses y pasatiempos. En Génesis, después de que el hombre perdió a Dios a causa de la caída, empezó a buscar muchas otras cosas para reemplazarlo. Como resultado, los miles de años de historia humana nos muestran que después de abandonar a Dios, el hombre cayó en el mundo materialista y hasta ahora no ha podido rescatarse a sí mismo.

EL HOMBRE CAE EN LA TRAMPA
DE LAS COSAS MATERIALES Y DE LOS PECADOS

La caída del hombre tuvo dos resultados: uno es que el hombre cayó en la trampa de las cosas materiales, y la otra es que el hombre cayó en la trampa de los pecados. Las cosas materiales son para el deleite del hombre. Si el hombre tiene a Dios, no necesita de las cosas materiales para su deleite. Pero puesto que el hombre perdió a Dios y no tiene a Dios, necesita tener el disfrute de las cosas materiales. Las cosas materiales por ser un sustituto de Dios, son una imitación falsa. Aquellos que recalcan la importancia del disfrute de lo material buscan satisfacción y consuelo en el mundo material porque no tienen a Dios. Una persona que tiene a Dios pone a un lado las cosas materiales. Cuando la carne del hombre tiene ansias por las cosas materiales, esto lo conduce a muchas concupiscencias. Una vez alguien me preguntó si estaba bien ir a un teatro. Yo le dije que no. Entonces me dijo que ir al teatro no era pecaminoso. Es cierto que el teatro en sí no es pecaminoso, pero sí puede despertar su concupiscencia y llevarlo a pecar. A muchas personas les gusta ir al cine, y algunas películas no son necesariamente pecaminosas. Sin embargo, después de ir al cine varias veces, su concupiscencia se despertará. De la misma manera, ponerse ropa bonita y usar cosméticos no son necesariamente cosas pecaminosas. Sin embargo, este disfrute puede despertar la concupiscencia y conducirlo al pecado. El disfrute de las cosas materiales siempre conduce al pecado. Éste es un principio inalterable.

Las personas más disolutas son las que disfrutan más de las cosas materiales. Ellas hacen hincapié en el disfrute de la comida, el vestido, la vivienda y de un medio de transporte, y al final son conquistadas por sus concupiscencias. Por lo tanto, el resultado de caer en la trampa de las cosas materiales es que el hombre cae en la trampa de los pecados. Las cosas materiales hacen que la concupiscencia del hombre se desarrolle. Todas las diferentes clases de cosas materiales han sido organizadas y sistematizadas hasta formar un mundo material. El hombre existe en el mundo únicamente para su vivir, el cual se mantiene por medio del alimento, el vestido, el abrigo y el transporte. Cuando una persona tiene algún problema relacionado con su vivir, su disfrute es afectado. Si no tiene lo suficiente para comer, si no tiene un abrigo para calentarse, si no tiene un lugar donde vivir y si no tiene un medio de transporte, eso significa que sus necesidades básicas aún no han sido resueltas. Y estos asuntos están relacionados con el disfrute de las cosas materiales.

El disfrute de las cosas materiales se ha desarrollado hasta convertirse en un sistema al cual la Biblia llama cosmos, que significa “mundo”. Todas las diferentes cosas materiales se han convertido en un sistema que atrapa al hombre. En esto consiste el mundo. El mundo despierta la concupiscencia del hombre. Cuando la concupiscencia del hombre se despierta, es fácil que el hombre caiga en pecado. Cuando la concupiscencia del hombre se manifiesta, no hay forma de que él escape del pecado. Por consiguiente, maquillarse o ir a un drama no es pecado, pero después de participar de estas cosas unas cuantas veces, el pecado entra. La caída del hombre en la trampa del pecado consiste de dos aspectos: uno es el disfrute y el otro es el pecado. Algunos manifiestan su concupiscencia de una manera cruda, sin ningún tipo de “cosmético” o “adorno”, mientras que otros manifiestan su concupiscencia de forma “refinada” y “noble”. Pero, en cualquier caso, todos ellos participan de un disfrute que conduce a la concupiscencia y resulta en pecado. En conclusión, dondequiera que la gente disfrute de las cosas materiales, allí estará la concupiscencia y también el pecado.


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