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Experiencia que tenemos de Cristo, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-4619-1
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Actualmente disponible en: Capítulo 3 de 3 Sección 7 de 7

UNIDOS EN EL ALMA

El versículo 2 habla de ser uno en el alma. Ser uno en el alma significa ser uno en nuestros afectos, en nuestro amor, en nuestros pensamientos y en nuestras decisiones. Esta unidad es muy práctica. Si queremos experimentar a Cristo, es menester que seamos uno en el alma. Si no somos uno en nuestros afectos, pensamientos y decisiones, no seremos uno en el alma. En tanto no seamos uno en el alma, no participaremos en la comunión en el evangelio.

EL ESPÍRITU DE JESÚS
Y LA COMUNIÓN EN EL EVANGELIO

El versículo 3 dice: “Nada hagáis por ambición egoísta o por vanagloria; antes bien con una mentalidad humilde, estimando cada uno a los demás como superiores a sí mismo”. Desear tener una posición elevada entre los santos es vanagloria. No debemos hacer nada por rivalidad ni por vanagloria, procurando nuestra propia gloria. En lugar de ello, con una mentalidad humilde, debemos estimar a los demás como superiores a nosotros mismos. Ésta es la manera de experimentar a Cristo y de mantenernos en la comunión en el evangelio. Aunque tal vez prediquemos el evangelio, es posible que no tengamos comunión en el evangelio debido a que nos consideramos superiores a los demás.

En el versículo 4 Pablo dice: “No considerando cada uno sus propias virtudes, sino cada cual también las virtudes de los otros”. La palabra virtudes en este versículo también significa atributos o cualidades. Por lo general, estamos acostumbrados a considerar nuestras propias virtudes, no las de los demás. Por esta razón, Pablo dijo que no debemos simplemente considerar nuestras propias cualidades, sino también las cualidades de los demás.

Los versículos 5 y 6 continúan diciendo: “Haya, pues, en vosotros esta manera de pensar que hubo también en Cristo Jesús, el cual, existiendo en forma de Dios, no estimó el [que fuera un robo, en la versión King James] ser igual a Dios como cosa a que aferrarse”. Cristo era igual a Dios; Él no le robó a Dios Su posición. Sin embargo, muchas veces nosotros robamos. Por ejemplo, es posible que queramos ser el primero, pero no reunamos los requisitos necesarios para serlo. De esta manera le robamos a otros lo que les pertenece. Tal vez un hermano no esté calificado para ser anciano; con todo, desea ser anciano. Al hacer esto, está robando a aquellos que sí están calificados para ser ancianos, debido a que desea algo que no corresponde a su nivel. Pero si alguien está en el nivel que corresponde a un anciano y desea serlo, ello no sería un robo. Cristo era Dios; por lo tanto, con relación a Él, ser igual a Dios no era un robo. Sin embargo, si nosotros deseáramos ser un apóstol como Pablo, eso sería un robo. Al desear esto, le estaríamos robando a Pablo su apostolado.

En los versículos del 7 al 9 se nos dice que Cristo se despojó a Sí mismo, tomando forma de esclavo, y que se hizo semejante a los hombres. Luego, hallándose en Su porte exterior como hombre, se humilló a Sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Éste es el Espíritu de Jesús. En el versículo 9 Pablo dice que Dios le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre. Por consiguiente, según el versículo 10 dice: “Para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla”. Todo esto está relacionado con el Espíritu de Jesús. A fin de predicar el evangelio, necesitamos a este Espíritu.

Nuestra vida debe ser una vida que predica el evangelio. En nuestra predicación del evangelio, necesitamos al Espíritu de Jesús. En este Espíritu no hay envidia, contiendas, rivalidades, robo ni tampoco consideramos nuestras propias virtudes. En lugar de ello, en el Espíritu de Jesús, nosotros consideramos las cualidades de los demás. Éste es el Espíritu de Jesús, en virtud del cual experimentamos a Cristo. Si tenemos a este Espíritu, participaremos en la comunión en el evangelio, y nuestra predicación del evangelio será exitosa y fructífera. Además, nuestra comunión estará llena del disfrute de Cristo. Ésta es la manera en que podemos disfrutar a Cristo y experimentarlo todo el día. Esto es posible mediante la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo. Cuando entre nosotros no hay envidias, contiendas ni rivalidades, sino que, en lugar de ello, continuamente disfrutamos del suministro abundante del Espíritu de Jesucristo, no tenemos que esforzarnos por experimentar a Cristo, ya que espontáneamente lo experimentaremos.


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