Pláticas para los ancianos sobre asuntos prácticospor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-4948-2
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En el Nuevo Testamento vemos primeramente al Cristo único. Cuando Pablo escribió a los creyentes corintios, les preguntó en un tono de reprensión: “¿Está dividido Cristo?” (1 Co. 1:13). Por supuesto, Él no lo está. Cristo es único. Su obra redentora es única. El fruto de Su muerte y Su resurrección también es único. Este fruto único es la iglesia, la cual también es única.
La iglesia es el único Cuerpo de Cristo. La expresión de este Cuerpo, dondequiera que esté, es también única; esto se refiere a la iglesia local. Tanto la iglesia universal como la iglesia local son únicas. Incluso el camino para llevar a cabo las iglesias también es un camino único. En los cuatro Evangelios no vemos mucho de esto, pero en Hechos vemos que hay un solo camino para llevar a cabo las iglesias. Del capítulo 1 al capítulo 28, se destaca un solo camino. Este camino consiste en hacerlo todo por el Espíritu. ¿Qué es el Espíritu? Es el Cristo pneumático. Este camino empezó en Jerusalén, y luego fue a Antioquía, a Éfeso, a Corinto, a otras ciudades y finalmente fue a Roma.
Las Epístolas nos muestran el enfoque único de la economía de Dios. ¿Cuál es este enfoque único? Hace cuarenta o cincuenta años este enfoque no estaba tan completo, no era tan claro y diáfano, como hoy lo es para mí. Ustedes tal vez digan que Cristo es el enfoque único en torno al cual gira la economía de Dios. Pero, hermanos, si ustedes reflexionan en todos los entrenamientos que hemos tenido sobre las Epístolas, debe haber quedado grabado en ustedes algo particular. El enfoque de la economía de Dios no es simplemente Cristo. Por supuesto, ello depende de cómo ustedes definan el término Cristo.
Colosenses 2:9 dice: “En Él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad”. En uno de nuestros himnos, nosotros decimos: “En Ti mora la plenitud [de Dios]” (Himnos, #215, estrofa 2), pero Colosenses 2:9 habla de “la plenitud de la Deidad”, no de la plenitud de Dios. La Deidad es equivalente a Dios mismo. La Deidad es triuna. El hecho de que la plenitud de la Deidad more en Cristo realmente significa que la Trinidad Divina mora plenamente en Cristo. La plenitud de la Trinidad habita corporalmente en Él.
La palabra plenitud, tal como se usa en el Nuevo Testamento, significa más que simplemente riquezas. Juan 1:16 no dice: “De Sus riquezas recibimos todos”, sino: “De Su plenitud recibimos todos”. Asimismo, Efesios 1:23 no dice que la iglesia es las riquezas de Cristo, sino que es Su plenitud. De hecho, dice que la iglesia es “la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo”. La iglesia no sólo es la plenitud de Cristo, sino también la plenitud de Dios (Ef. 3:19). La plenitud denota algo más grande que las riquezas, pues es posible tener las riquezas sin la plenitud. La plenitud es las riquezas en su plena expresión. Cuando las riquezas se expresan en plenitud, dicha expresión es la plenitud. Puedo explicarles esto con el ejemplo de una taza. Es posible que una taza contenga mucha agua, pero no tendremos la plenitud del agua hasta que ésta se desborde. Cuando esto sucede, no sólo tenemos las riquezas, sino también la plenitud.
La expresión que usa Colosenses 2:9, la plenitud de la Deidad, es una expresión muy enfática, pues nos dice que la plenitud de la Trinidad habita corporalmente en esta persona. Por lo tanto, si decimos que Cristo es el enfoque del Nuevo Testamento, nuestro entendimiento de Cristo debe incluir la comprensión de que en esta persona se halla la plenitud de la Trinidad. Es este Cristo quien es el enfoque del Nuevo Testamento.
¿Por qué la Trinidad no se revela claramente en la Biblia sino hasta después de la resurrección del Señor? En Mateo 28:19, mientras Él les encargaba a los Suyos que fueran e hicieran discípulos a todas las naciones, añadió estas palabras claras: “Bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”. Antes de la resurrección de Cristo, la Trinidad no había sido revelada plenamente al pueblo de Dios.
Juan 7:39 dice: “Aún no había el Espíritu”. El Espíritu aún no existía porque en aquel tiempo Jesús no había sido aún glorificado, es decir, no había resucitado. Había algo en cuanto al segundo de la Trinidad que aún no se había logrado: no había sido aún glorificado. Jesús, el segundo de la Trinidad, no había resucitado, no había sido aún glorificado. Con respecto a Él, ser glorificado significaba que Su humanidad, la parte de Su ser que pertenecía a la vieja creación, fuese introducida en la resurrección. Cuando se hizo carne, Él se vistió de humanidad. Aquella carne, aquella humanidad, era de la vieja creación y permaneció en esa condición hasta que pasó por la muerte y entró en la resurrección. Cuando aquella parte de Su ser, que era parte de la vieja creación, fue introducida en la resurrección, Jesús fue glorificado. Antes de que se lograra esta glorificación, el segundo de la Trinidad no había terminado aún el proceso por el que debía pasar. Este proceso no se efectuó completamente sino hasta Su resurrección.
Regresemos a Juan 7:39. Debido a que Jesús no había sido aún glorificado, aún no había el Espíritu. Dado que el proceso del segundo aún no se había llevado a cabo, tampoco se había llevado a cabo el proceso del tercero. Con la resurrección de Cristo, se llevó a cabo completamente el proceso tanto del segundo como del tercero; de ahí que, después de Su resurrección Él pudiera revelar plenamente a la Trinidad, al hablar del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Si avanzamos de Mateo a las Epístolas, podemos ver que todo el libro de Efesios está compuesto de la Trinidad como su estructura básica; cada capítulo, del capítulo 1 al 6, se halla estructurado de esta manera. (Véase la nota 1 de 2 Corintios 13:14, Versión Recobro, en cuanto a la manera en que Trinidad se revela a lo largo de la Biblia). En 2 Corintios 13:14 también se hace referencia a la Trinidad cuando dice: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros”. Observen también cómo se revela la Trinidad en los primeros versículos de Apocalipsis. Toda la Biblia nos presenta una revelación completa de la Trinidad Divina. Esta revelación es el enfoque de las Epístolas. Incluso Apocalipsis es una epístola que fue escrita a las siete iglesias. Así pues, la Trinidad Divina es el enfoque de las Epístolas.
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