Núcleo de la Biblia, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-4442-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Una cosa es ver estos asuntos, pero otra muy distinta es aplicarlos. Supongamos que dos hermanos que son cristianos genuinos y que han tenido una formación religiosa, se reúnen a tener comunión. Uno le pregunta al otro a qué iglesia va. Al hacer esta pregunta demuestra que está en Babilonia. ¿Qué razón hay para preguntar a otros a qué iglesia van? ¿No basta con que seamos hermanos en el Señor? Sin embargo, los cristianos hoy en día continuamente hacen preguntas como éstas: ¿A qué iglesia va? ¿Ha sido bautizado por inmersión o aspersión? ¿Habla usted en lenguas? ¿Cuál es su perspectiva con respecto al arrebatamiento: pretribulación, postribulación o arrebatamiento parcial? ¿Qué piensa usted de la seguridad eterna? Todas estas preguntas provienen de Babilonia. Los cristianos se han dividido una y otra vez a causa de preguntas doctrinales como éstas. No estamos divididos a causa de Dios ni de Cristo. Nosotros tenemos un solo Cristo, un solo Dios y un solo Espíritu Santo. Nuestra fe y nuestra esperanza también son una sola (Ef. 4:4-6). Sin embargo, definitivamente no somos uno en doctrina. Si hablamos acerca de Dios y de Cristo, seremos uno. Pero si hablamos de doctrinas, de inmediato nos dividiremos. No hagan preguntas que causen división. Si lo hacen, se estarán comportando como personas babilónicas. Hacer preguntas como éstas implica que ustedes están promoviendo la división.
En 1 Corintios 1:10 Pablo dice: “Os ruego, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones”. Estas palabras son sencillas, pero muy difíciles de practicar. Todos los cristianos deben hablar una misma cosa. Sin embargo, definitivamente esto no es lo que practica el cristianismo actual, pues casi todos hablan cosas diferentes. En el versículo 12 del mismo capítulo Pablo dice: “Quiero decir, que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo”. Este versículo es un claro ejemplo de que los creyentes no hablan una misma cosa. Aquellos que no hablan una misma cosa son divisivos. Observen la condición del cristianismo actual. Uno dice: “Soy presbiteriano”, otro dice: “Soy luterano” y otro dice: “Soy episcopal”. Pero en el versículo 13 Pablo hace esta pregunta: “¿Está dividido Cristo?”. Cuando todos hablamos una misma cosa, somos uno. Cuando alguien le pregunte a qué iglesia pertenece, usted debe decir: “Hermano, su pregunta genera división. Al hacer esa pregunta usted se comporta de manera babilónica. Sea que usted lo haya visto o no, nosotros estamos en pro de Cristo, y Cristo lo es todo para nosotros”.
En Romanos 15:5 y 6 Pablo dice: “El Dios de la perseverancia y de la consolación os dé entre vosotros un mismo sentir según Cristo Jesús, para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo”. Todos debemos tener un mismo sentir según Cristo, es decir, tener el mismo pensamiento y hablar a una voz. Entre los cristianos de hoy hay diversos pensamientos y se escuchan muchas voces. Pero no debemos ser así. Tener muchos pensamientos y muchas bocas que hablan cosas diferentes es causar división, es comportarnos de manera babilónica. La única manera de ser salvos de esta clase de babilonianismo es volvernos a nuestro espíritu, donde se encuentra la unidad, y preocuparnos únicamente por Cristo. Cristo lo es todo; Él es el todo y en todos.
Sin embargo, Cristo no debe ser una simple doctrina para nosotros; debemos experimentarlo y vivir por Él, con Él y en Él. Cristo debe ser la buena tierra en la cual laboramos cada día hasta obtener la cosecha. Debemos aprender a disfrutar a Cristo, a comerlo, a ofrecerlo a Dios y a compartirlo con otros. Si todos hacemos esto, seremos llenos de Cristo, seremos infundidos con Cristo y saturados de Cristo. Como resultado, tendremos una misma mente, la mente de Cristo, y una sola boca, una boca que habla Cristo. Nosotros debemos ser de aquellos que no les interesa saber nada que no sea Cristo y la iglesia. Debemos vivir por Cristo, vivir en Cristo, vivir con Cristo, laborar en Cristo, cultivar a Cristo, segar a Cristo, cosechar a Cristo, presentar a Cristo a Dios, servir a Cristo a otros y disfrutar a Cristo en nuestros hogares y en las reuniones. ¡Oh, cuánto necesitamos interesarnos por Cristo!
Si todos somos así, ciertamente tendremos un mismo sentir, una misma mente. No habrá una mente estadounidense, una mente alemana, una mente china, una mente masculina ni una mente femenina. Simplemente todos tendremos una misma mente: la mente de Cristo. Todos tendremos un mismo sentir, no según la teología o la doctrina, sino según Cristo. De este modo, tendremos una sola boca, y ya no les preguntaremos a las personas a qué iglesia van. En lugar de ello, haremos preguntas como: “¿Cuánto de Cristo has comido hoy? ¿Cuánto de Cristo has ganado hoy?”. Aprendamos a hacer preguntas como éstas. No debe interesarnos saber nada que no sea Cristo, predicar otra cosa que no sea Cristo, enseñar nada que no sea Cristo, ministrar nada que no sea Cristo, ni compartir nada que no sea Cristo. Lo único debe interesarnos es Cristo y solo Cristo. Cristo es el todo y en todos. Él es el Cordero, el pan sin levadura, las hierbas amargas, el maná, el agua viva, la buena tierra, el trigo, la cebada, el vino, los higos, las granadas, las olivas, la miel y la leche. Cristo es el monte, la piedra y el cobre. Es debido a que no nos interesa nada más que Cristo, que podemos tener un mismo modo de pensar y una sola boca.
No hagan más preguntas que generen división, no hagan más preguntas babilónicas. Por ejemplo, preguntar si uno debe hacer ruido o guardar silencio en las reuniones es hacer una pregunta babilónica. Aprendan a hacer preguntas sin ser babilónicos. En lo que se refiere a lo ruidosas o silenciosas que deban ser las reuniones debemos decir: “Hermano, por favor dígame cómo puedo liberar a Cristo. ¿Puedo liberarlo haciendo ruido o guardando silencio?”. Ésta es una pregunta excelente y no es babilónica. Yo respondería a esta pregunta de la siguiente manera: “Hermano, libere a Cristo de cualquier forma. Si usted puede liberar a Cristo estando callado, entonces permanezca callado. Pero si necesita hacer ruido para liberarlo, entonces siéntase en libertad de hacer ruido”.
Otra pregunta que la gente ha hecho es si uno debe llevar el cabello largo o corto. Preguntar si uno debe tener el cabello largo o corto es hacer una pregunta babilónica. Los que insisten en tener el cabello corto tendrán una iglesia de los que tienen cabello corto, y los que insisten en tener el cabello largo tendrán una iglesia de los que tienen cabello largo. Esto producirá dos nuevas divisiones, la división de los que tienen el cabello largo y la división de los que tienen el cabello corto. La pregunta en cuanto a qué tan largo uno debe tener el cabello genera división. En vez de hacer una pregunta con respecto al cabello, la cual genera división, debemos hacer una pregunta como ésta: “Hermano, ¿de qué manera puedo liberar más a Cristo, con el cabello largo o con el cabello corto?”. Si usted hace una pregunta así, no estará comportándose de manera babilónica, pues lo único que a usted le interesa es liberar a Cristo. Si me hicieran esta pregunta, yo diría: “No me interesa el pelo largo o corto. Olvídese de cuán largo debe tener su pelo. Si usted puede liberar más a Cristo con pelo largo, entonces déjeselo largo. Pero si puede liberarlo más con el pelo corto, entonces córteselo. La respuesta a esta pregunta no depende de mi opinión, sino de si Cristo puede ser liberado”.
Otra pregunta que suelen hacer está relacionada con cuán larga debe ser la falda de las hermanas. Algunas hermanas me han preguntado cuán larga debe ser su falda. Yo les respondo: “¿Qué es lo que quieren decir? ¿Cuán largo es largo y cuán corto es corto? Usted debe acudir a Cristo y hacerle esta pregunta. Si usted puede ganar más de Cristo usando una falda larga, entonces póngase una falda larga. Y si una falda corta le permite ganar más de Cristo, entonces póngase una falda corta. Sin embargo, si una falta corta no le ayuda a ganar más de Cristo, entonces no se la ponga. El largo de su falda no debe ser conforme a mi opinión, sino conforme a Cristo”. ¿Alguna vez llegó a escuchar una respuesta semejante a ésta? Ésta es una respuesta según Cristo. No se trata de si el cabello debe ser largo o corto, o si la falda debe ser larga o corta. Más bien, se trata de un asunto absolutamente relacionado con Cristo. No necesitamos hablar acerca del cabello ni de las faldas. Lo único que necesitamos es hablar acerca de Cristo. Día a día, debemos hablar del Cristo que ha sido dado la iglesia. Éste es el núcleo de la Biblia.
El cristianismo ha hecho que las personas se desvíen de esta línea central de Cristo y la iglesia, y vayan en pos de asuntos tales como el lavamiento de los pies, la práctica de cubrirse la cabeza y toda clase de doctrinas que generan división. En el cristianismo actual se habla muy poco de Cristo. En lugar de ello, se habla de otras cosas. Por lo tanto, debemos regresar a la unidad, al Espíritu, a Cristo y a la iglesia. Si hacemos esto, todos hablaremos una misma cosa, a saber: Cristo y la iglesia.
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