Cristo maravilloso en el canon del Nuevo Testamento, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-7796-6
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Esta persona maravillosa cumplió toda justicia (3:15). No había nada de malo en cuanto a Él en ningún aspecto. Cuando lo examinamos, vemos que Él es justo en todo sentido. De hecho, la justicia es Su propia sustancia. Su nombre es “Jehová, justicia nuestra” (Jer. 23:6). Él es nuestra justicia debido a que es tan justo. Él cumple cabalmente todos los requisitos justos, santos, gloriosos y divinos de Dios. Él es tan justo. Nuestra justicia no es absoluta. Nosotros podemos ser justos en un aspecto pero injustos en otro; en cambio Jesús es absolutamente justo en todo aspecto.
Como Aquel que es justo, Él fue tentado por Satanás en el desierto (Mt. 4:1-11). Sin embargo, esta tentación de parte de Satanás era una prueba de parte de Dios. Dios permitió que Aquel que es justo fuese tentado por Satanás. Es como si Dios dijera: “Satanás, pon esta Persona a prueba. Tú probaste a Adán y él falló; ahora pon esta Persona a prueba”. Satanás intentó hacerlo, ¡pero esta vez fracasó! Satanás lo tentó a abandonar Su posición como hombre. Le dijo: “Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes” (v. 3). Si usted o yo fuéramos el Señor, probablemente habríamos aceptado el desafío y habríamos convertido las piedras en panes. Pero presten atención a la manera en que el Señor Jesús le contestó: “Escrito está: ‘No sólo de pan vivirá el hombre...’” (v. 4). Es como si el Señor le dijera a Satanás: “Yo soy un hombre. Es cierto que soy el Hijo de Dios, pero mi posición es la de un hombre. ¿No te acuerdas de lo que Dios dijo en Génesis 3:15? Él dijo que la simiente de la mujer heriría tu cabeza. Ahora Yo he venido como simiente de la mujer. No me tientes a actuar como Hijo de Dios. ¡Yo soy el Hijo del Hombre, y he venido para herirte!”. ¡Aleluya! ¡Éste es Jesús, la simiente de la mujer!
En Su respuesta a Satanás, Él también nos dijo cómo vivía, esto es, alimentándose de la palabra de Dios: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (v. 4). Toda palabra que sale de la boca de Dios era Su alimento. Él era un hombre que vivía alimentándose de la palabra de Dios.
Fue esta clase de hombre que finalmente llegó a ser la gran luz: “El pueblo asentado en tinieblas vio gran luz; y a los asentados en región y sombra de muerte, luz les amaneció” (v. 16). Antes que este hombre viniera, toda la situación era de tinieblas. Sin embargo, Él vino como una gran luz, resplandeciendo en medio de toda la oscuridad. Entonces esta gran luz atrajo a los discípulos (vs. 18-22). Cuando yo era joven, no podía entender por qué Pedro y Andrés y Jacobo y Juan dejaron de pescar y de remendar las redes tan rápidamente para seguir al Señor. Jesús les dijo que lo siguieran, y ellos enseguida vinieron. Si usted o yo dijéramos esto, nadie nos seguiría. Pero los discípulos abandonaron sus obras, dejaron a su padre y su barca, y siguieron a Jesús. ¿Por qué? Debía haber sido una especie de atracción. Este hombre Jesús era en realidad una atracción. Una vez que Jesús aparezca, usted se sentirá atraído, y no podrá escapar. Él es la gran luz, y por medio de Su resplandor muchísimos fueron atraídos.
Después de esto, tenemos Mateo 5—7, donde Jesús dio la enseñanza en el monte. Cuando descendió, empezó a recorrer toda la tierra prometida. En todos esos viajes Él se condujo de forma maravillosa. Por un lado, padecía persecución; pero por otro, fue aprobado por la religión de aquel tiempo. Sin embargo, Él era siempre uno con Dios. No había discrepancia alguna entre Él y Dios. Cuando las circunstancias eran deplorables, Él aun así daba gracias al Padre (11:25). Cuando las circunstancias son positivas, es fácil darle gracias al Señor, pero no es igual de fácil hacerlo cuando las circunstancias son contrarias. Para edificar la iglesia, necesitamos esta clase de vida. Necesitamos una vida que esté en unidad con Dios el Padre; necesitamos una vida que no tenga discrepancia alguna con la obra de Dios. Nuestra vida no es esa clase de vida; por ende, no estamos calificados para participar en la edificación de la iglesia. Hay solamente una vida que sí está capacitada: la vida de Jesús. Jesús es la vida que es absolutamente uno con el Padre. No hay discrepancia alguna entre Él y el Padre.
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