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Lecciones acerca de la oraciónpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1502-9
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Actualmente disponible en: Capítulo 3 de 20 Sección 5 de 5

VI. UN HOMBRE DE ORACIÓN DEBE SER ALGUIEN
CUYO VIVIR CORRESPONDA CON SU ORACIÓN

Un hombre de oración debe llevar un vivir que sea consistente y que corresponda con su oración. Alguien puede pedirle al Señor por un avivamiento en la iglesia o por la salvación de un pecador, y sin embargo, su vivir no es consistente con su oración en lo absoluto. Él no lleva una vida que contribuya al avivamiento de la iglesia, ni vive de una manera que sea propicia para llevar a los pecadores a la salvación. Aunque ore, él no es un hombre de oración. Un hombre de oración no solamente lleva a cabo la acción de orar, sino que también lleva una vida de oración, pues su vivir es oración. Muchas veces oramos por ciertas cosas, pero después de orar no vivimos según la norma de vida que requieren esas cosas. Esto equivale a orar como por obligación, pero no es ser hombres de oración.

Por tanto, hermanos, recuerden que en el aspecto interior la oración es nuestra vida, y en el aspecto exterior la oración es nuestro vivir. La oración no es algo que hacemos, ni tampoco es una labor. Por supuesto, en cierto sentido, la oración es una labor, pero todo nuestro ser debe ser puesto en la oración, e incluso debe ser la oración misma. Por ejemplo, un hermano puede orar pidiéndole a Dios que avive a la iglesia. Al pedir que Dios avive a la iglesia, lo hace de todo corazón, llorando, y ustedes, al estar orando ahí con él, pueden percibir la seriedad con la que él ora y pueden sentir que él tiene mucha carga. Sin embargo, inesperadamente, después de orar, él se levanta y se va a ver una película. ¿Consideran que él es un hombre de oración? No estoy diciendo que después de orar tenemos que fingir adoptando un rostro melancólico y triste; el Señor Jesús nos dijo que no debemos hacer eso. Cuando ayunamos y oramos, aún necesitamos ungir nuestra cabeza; es inútil fingir. El asunto es éste: la verdadera oración tiene una condición; es decir, si deseamos orar genuinamente, nuestra vida debe conformarse a nuestras oraciones. Nadie podrá creer que nuestro corazón realmente está llevando la carga de la iglesia si, tan pronto como terminamos de orar, podemos irnos a ver una película. En tal caso, nuestra vida no corresponde con nuestra oración. Si somos hombres de oración, nuestro vivir debe ser completamente uno con nuestra oración. Nuestro vivir es nuestra oración. Nuestra vida por dentro es una vida de oración, y nuestro vivir por fuera es un vivir de oración; por tanto, usted es un hombre de oración.

Algunos pueden decirles que la oración requiere fe. Pero la fe no es algo que se pueda obtener solamente porque se desea. De hecho, la fe es una función que brota del Dios que mora en nosotros. Si usted es una persona que permanece en Dios, vive en Él y le permite que Él tenga potestad en usted, entonces Dios en usted producirá una función que es la fe. La fe no proviene de nosotros. Casi podemos afirmar que la fe es Dios mismo, tal y como el poder es también Dios mismo. Solamente cuando una persona se llena de Dios, se llena de poder. De igual manera, sólo una persona que está llena de Dios, está llena de fe. Por tanto, es inútil simplemente exhortar a las personas a que tengan fe. Si yo predicara cien mensajes diciéndoles que necesitan tener fe, aun así no tendrían fe. Si realmente desean tener fe, necesitan ser hombres de oración que viven en Dios, que experimenten los tratos que Él les asigna, que están dispuestos a ceder a Sus demandas y que le dan la libertad para que Él los despoje. Si Él obtiene lugar en ustedes, entonces Él es la fe en ustedes. Cuando Él los llena consigo mismo, ustedes son llenos de fe. No necesitan esforzarse ni obligarse a creer, sino que simplemente pueden creer. Por cuanto oran a un Dios que está dentro de ustedes, y Él es el mismo Dios que los llena y los insta a orar; Él ha llegado a ser vuestra propia fe. Recuerden, por favor, que en esos momentos, ustedes saben con certeza que su oración es aceptable a Él, que procede de Él, que lo conmueve a Él, y que por tanto, Él no puede sino contestarla. Esto es la fe. La fe no se produce conforme a nuestros deseos; más bien, es Dios en nosotros quien nos llena hasta tal grado que no tenemos otra opción más que tener fe. Espero que los hermanos y hermanas no solamente aprendan a orar, sino que por medio de la gracia del Señor, sean hombres de oración.


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