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Cuatro elementos cruciales de la Biblia: Cristo, el Espíritu, la vida y la iglesia, Lospor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6380-8
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Actualmente disponible en: Capítulo 8 de 10 Sección 5 de 6

LA EXPERIENCIA DE TENER VIDA ETERNA

Cristo es el Espíritu, y el Espíritu es la vida. Por lo tanto, no sólo tenemos a Cristo y al Espíritu en nosotros, sino que también hoy esta vida está en nosotros. Y puesto que esta vida está en nosotros, todas las realidades espirituales están en nosotros. Cuando creímos en el Señor, quizás no entendimos claramente en qué creímos, pero un hecho es muy claro: cuando oramos, Cristo, el Espíritu y la vida entraron en nosotros. Esto lo podemos comprobar con nuestra experiencia. Muchos de entre nosotros eran muy corruptos. Sin embargo, cuando creyeron en el Señor, oraron y fueron salvos, de inmediato percibieron algo en su interior que les hizo sentir un gozo, un júbilo, una alegría inefables. Yo mismo tuve esta experiencia. Después que fui salvo, mientras caminaba a casa, oré: “Oh Señor, aunque Tú me dieras todo el mundo y me hicieras un emperador con mucha autoridad, no lo querría. Lo único que quiero eres Tú”. Éste es Cristo, éste es el Espíritu y también es la vida que entra en nosotros para ser nuestra vida y nuestro todo. Esto es lo que nos comunica este sentir.

PROCURAR EXPERIMENTAR LA VIDA

La verdadera necesidad del hombre no es la moralidad, la etiqueta ni la ética. Es Cristo, el Espíritu y la vida. Si no tenemos a Cristo, entonces necesitamos las enseñanzas sobre la moralidad, la etiqueta y la ética, pero cuando Cristo viene, no las necesitamos. Cristo es el Espíritu que está en nosotros como vida, y esta vida espontáneamente nos enseña. Sin embargo, una cosa es tener esta vida, y otra, permanecer continuamente en ella. Los asuntos relacionados con la vida son continuos. Las necesidades de la vida, como por ejemplo, respirar, comer y beber, deben cumplirse continuamente. Si estamos dispuestos a ejercitarnos constantemente, entonces la vida que está en nosotros será fuerte y estará bien abastecida.

Leer la Biblia es “comer”. No leemos la Biblia para aprender doctrinas, sino para recibir el suministro de vida. Damos gracias al Señor porque hoy no sólo tenemos la Biblia, sino también los Estudios-vida y la Versión Recobro del Nuevo Testamento. Cada vez que abrimos la Versión Recobro y ejercitamos nuestro espíritu para orar-leer los versículos con las notas al pie de página, y luego consultamos los Estudios-vida, recibimos el suministro de vida. Después de leer por unos minutos, podemos abrir nuestra boca para alabar con gozo y júbilo. En esto radica la diferencia entre el recobro del Señor y el cristianismo. Es cierto que muchos cristianos leen y explican la Biblia. No obstante, nuestra lectura de la Palabra y nuestra predicación tienen como objetivo que las personas reciban el suministro de vida. No somos como el cristianismo, que enseña a las personas a ser buenos hijos, esposos, esposas y buenos padres. Es muy raro un mensaje en el cristianismo que les permita a las personas contactar la vida y recibir el suministro de vida. Podemos decir que la situación entre la mayoría de los cristianos hoy es de completas tinieblas, donde no hay luz, vida ni verdad. La luz, la vida y la verdad se hallan casi enteramente en el recobro del Señor. Es por ello que debemos recibir la carga de hacer todo lo posible por salir y predicar el evangelio, enseñar la verdad y ministrar la vida. Si alguien no es salvo, debemos predicarle el evangelio; si alguien ya es salvo, debemos entonces presentarle la verdad; y si alguien está buscando más del Señor, debemos ministrarle la vida.

TODO NUESTRO SER —ESPÍRITU, ALMA Y CUERPO—
LLEGA A SER VIDA

Cristo es el Espíritu, y el Espíritu es la vida. El hombre consta de tres partes: espíritu, alma y cuerpo. Cuando fuimos salvos, esta vida entró en nuestro espíritu, y nuestro espíritu llegó a ser vida. Es por ello que Romanos 8:10 dice: “Si Cristo está en vosotros, aunque el cuerpo está muerto a causa del pecado, el espíritu es vida a causa de la justicia”. Sin embargo, todavía tenemos la vida psujé, la vida del alma, dentro de nosotros. Nuestra mente, parte emotiva y voluntad aún permanecen en la esfera de psujé. Por lo tanto, debemos seguir procurando darle al Señor cabida en nosotros al poner nuestra mente, parte emotiva y voluntad en Él. Cuanto más amemos al Señor y le busquemos, más cabida tendrá Él en nosotros. Su vida no sólo llenará nuestro espíritu, sino que también se desbordará hacia nuestra alma para saturar nuestra mente. Eso es lo que significa poner nuestra mente en el espíritu, y el resultado de ello es que nuestra mente llega a ser vida, lo cual redunda en paz. Es por esta razón que Romanos 8:6 dice: “La mente puesta en el espíritu es vida y paz”. Cuando la mente llega a ser vida, entonces el alma llega a ser vida.

Si continuamos practicando esto y ejercitándonos más en ello, la vida crecerá un poco más. El resultado será que el Espíritu de Aquel que levantó de los muertos a Cristo, quien mora en nosotros, podrá impartir vida a nuestro cuerpo mortal, como dice Romanos 8:11. De este modo, toda nuestra persona, la cual consta de tres partes, será vida: nuestro espíritu es vida, nuestra mente, que es la parte principal de nuestra alma, será vida, y nuestro cuerpo mortal también tendrá esta vida. Esto significa que todo nuestro ser será vida.

La ley del Espíritu de vida en Romanos 8:2, la cual nos libera, es la totalidad de lo dicho en los versículos 6, 10 y 11. Este Espíritu vivificante en Su totalidad ya fue sembrado en la tierra de nuestro corazón como la semilla de vida. Por consiguiente, no necesitamos orar ni suplicar; solamente necesitamos seguir avanzando y ejercitarnos con diligencia, y la vida brotará de esta semilla. Esto es conforme a 1 Juan 3:9, que dice: “Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él”. Nosotros fuimos regenerados por Dios en nuestro espíritu. Puesto que nuestro espíritu nació de Dios, nosotros no practicamos el pecado porque Su simiente, esto es, la vida divina, ha sido sembrada en nosotros. Según la revelación de los Evangelios, esta simiente es Cristo mismo, y según la revelación de las Epístolas, Cristo es el Espíritu y la vida. Por lo tanto, todas las riquezas de la vida divina brotarán de la simiente que está en nosotros. Toda especie de vida crece a partir del interior; por tanto, el crecimiento de vida no es algo que se añade externamente. De igual manera, la vida que está en nosotros continuará creciendo hasta la madurez.


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