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Espíritu y el cuerpo, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-4516-3
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CAPÍTULO DOS

CUATRO ASPECTOS DEL ESPÍRITU

En este mensaje veremos varios versículos cruciales acerca del Espíritu y nuestra experiencia del Espíritu. Todos estos versículos son más profundos y significativos de lo que llegamos a ver en el pasado.

En Juan 4 la mujer samaritana trajo el asunto de la adoración a Dios, diciendo: “Nuestros padres adoraron en este monte, mas vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar” (v. 20). En Su respuesta, el Señor Jesús le dijo: “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y con veracidad es necesario que adoren” (v. 24). Si usted es una persona religiosa, adorará a Dios postrándose y diciendo: “Oh Dios”. Sin embargo, según Juan 4:24, debemos adorar a Dios en espíritu y con veracidad. En nuestra adoración a Dios no hay ningún objeto visible. Puesto que Dios es Espíritu, Él es invisible. Este Espíritu es como el aliento o el aire. De hecho, la palabra griega traducida “Espíritu” es la misma palabra que en otros pasajes se traduce “aire” o “aliento”. En el pasado cuando adorábamos a Dios según nuestros conceptos, adorábamos a un Dios que era sumamente grande y poderoso o a un Dios que estaba en los cielos. Debemos abandonar todos nuestros conceptos religiosos y adorar en espíritu. De hecho, el capítulo 4 de Juan no tiene que ver con la adoración a Dios, sino con el hecho de beber el agua viva. El Señor Jesús fue al encuentro de la mujer samaritana con la intención de darle de beber. Ése es el tema de este pasaje de la Palabra. Sin embargo, debido a la pregunta religiosa que le planteó esta mujer samaritana, quien era una persona inmoral y a la vez religiosa, el Señor Jesús le habló acerca de adorar en espíritu. La mujer samaritana descubrió que Dios era diferente del concepto que ella tenía de Él, pues comprendió que Dios es Espíritu, y que también es una bebida que calma nuestra sed.

ADORAR A DIOS BEBIÉNDOLO E INHALÁNDOLO

Según Juan 4, nosotros podemos beber al mismo Dios a quien adoramos. La debida adoración a Dios no consiste en inclinarnos ante Él, sino en beberle como el agua viva e inhalarlo como el aire vivo. Dios es una bebida viviente, la única bebida en el universo que puede saciar nuestra sed. Si usted se arrodilla delante de esta bebida y dice: “Oh Dios, te adoro y me inclino delante de Ti”, Él le dirá: “Hijo mío, no seas necio; no quiero que te inclines delante de Mí ni me adores de esa manera religiosa. Estoy aquí para que me bebas. Debes beber de Mí. Cuanto más me bebas, más me adorarás”. ¿Alguna vez se les ocurrió que la verdadera adoración a Dios consiste en beber de Dios? Cuanto más usted beba de Dios, más lo adorará.

Debemos unir los versículos 14 y 24 de Juan 4. El versículo 14, el cual nos habla de beber del agua viva, es la interpretación del versículo 24. Beber del agua viva es adorar a Dios el Espíritu. Sin embargo, miles de cristianos adoran a Dios sin beberle. Aunque le adoran una y otra vez, nunca le han bebido. Cuando decimos que Dios es Espíritu, no queremos decir que Él es simplemente el objeto de nuestra adoración. No, cuando el Señor Jesús dijo que Dios es Espíritu, quería darnos a entender que debemos beberle. En otras palabras, debemos recibirlo a Él en nuestro ser, no sólo bebiéndolo como el agua, sino también inhalándolo como el aire viviente. Dios es nuestro aliento, y nosotros debemos inhalarlo. Por consiguiente, beber de Él e inhalarlo es rendirle la verdadera adoración. ¿Adoró usted hoy a Dios bebiéndolo e inhalándolo? En Juan 20:22 el propio Espíritu, quien es Dios, es comparado con el aire, el aliento, el pnéuma, y en el capítulo 4 el Espíritu es comparado con el agua viva. Así que el aire es el agua viva, y el agua viva es el aire. Hoy en día adoramos a nuestro Dios al inhalarlo y al beber de Él. Ésta es la manera apropiada de adorar a Dios.

¡Cuánto necesitamos a Dios como nuestro aire y como nuestra agua! Nada es más esencial para nuestra vida física que el agua y el aire. Aunque podemos vivir por muchos días sin comer, sólo podemos durar unos cuantos días sin beber y apenas unos cuantos minutos sin respirar. El aire y el agua son esenciales para nuestra existencia. Como el Espíritu, nuestro Dios es tanto el aire como el agua. Necesitamos inhalarlo como el aire y beber de Él como el agua. Necesitamos experimentar de manera profunda el inhalar y el beber. Esta manera de inhalar y de beber es nuestra adoración. Dios es Espíritu, y nosotros debemos adorarlo a Él inhalándolo y bebiéndolo. Esto no es una simple doctrina, pues una doctrina no puede saciar nuestra sed ni refrescarnos. Sin embargo, este Espíritu nos refresca, sacia nuestra sed y nos satisface. ¡Aleluya, Dios es Espíritu para que podamos disfrutarle!


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