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Llevar fruto que permanece, tomo 2por Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6315-0
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Actualmente disponible en: Capítulo 26 de 12 Sección 3 de 5

DIOS HECHO CARNE
ES EL MISTERIO MISMO QUE ENTRA EN EL HOMBRE

Esto fue así hasta que un día de entre la descendencia de Abraham hubo una mujer llamada María, quien dio a luz a una persona maravillosa. Por un lado, esta persona maravillosa, Jesús, era un hombre; por otro, Él también era Jehová. Por consiguiente, Él era Emanuel, Dios con el hombre (Mt. 1:23). Fue en aquel tiempo que el misterio en Dios empezó a entrar en el hombre. Durante todo este viaje de cuatro mil años, de Adán a Abraham y de Abraham a Cristo, Dios no estuvo ocioso en ningún momento. Al contrario, estuvo muy activo. Él creó el universo con todas las cosas que hay en él, y creó al hombre. Posteriormente, hizo muchas cosas en la historia humana.

Luego un día este Dios con Su misterio entró en una mujer de entre la humanidad y fue concebido, y después salió del vientre de ella. Éste es el hombre del cual hablan los cuatro Evangelios. Él era una persona tan maravillosa y misteriosa que nadie podía conocerlo ni hablar de Él a fondo. Él era tanto hombre como Dios, tanto Jesús como Jehová. Más aún, Él era también la vida, la luz, el amor, el sol y la estrella de la mañana. Él era mucho más que cualquier descripción humana porque era verdaderamente una persona maravillosa y llena de riquezas. Cuando Él estuvo en la tierra, las personas podían estar a Su alrededor, morar con Él, y caminar y vivir con Él cada día, pero nadie llegó a conocerle a ciencia cierta. Los discípulos que estuvieron con Él por tres años y medio lo observaron cada día. Ellos le tocaron, e incluso Juan se reclinó en Su pecho; sin embargo, no hubo nadie que supiera quién o qué era Él. La razón es que en aquel tiempo el misterio de Dios había entrado en Él.

Debido a la encarnación, el misterio que originalmente estaba en el Dios del universo ya se encontraba en un hombre en este universo. El misterio en esta persona era exactamente igual al misterio que estaba en Dios. Sin embargo, este hecho no sólo lo ignora la gente del mundo, sino incluso muchos en el cristianismo. En la época del apóstol Pablo, florecieron diversas filosofías, especialmente la filosofía griega, en los alrededores del mar Mediterráneo. Hace dos mil años la tierra habitada se centraba en torno a la región del mar Mediterráneo. Las antiguas culturas babilónica y egipcia, y sobre todo la cultura griega, se habían extendido hasta el mar Mediterráneo. Además, la cultura judía también estaba allí. Estas cuatro culturas se mezclaron entre sí, dando por resultado cierta clase de filosofía. Sin embargo, ni siquiera con esta filosofía la gente supo que el misterio que originalmente había estado en Díos, había entrado en una persona para ser el misterio que está en el hombre.

Después que el Señor Jesús efectuó la redención, el evangelio fue predicado a las personas de las naciones alrededor del mar Mediterráneo. Sin embargo, aunque las personas oyeron mucho acerca de Él, no lo entendieron. Incluso los gnósticos, quienes tenían una elevada reputación en ese entonces y cuyas teorías filosóficas eran muy misteriosas, no tuvieron ninguna visión de este misterio. Sin embargo, Aquel en quien el misterio estaba, no pudo ser restringido y detenido; al contrario, Él estaba listo para crecer y multiplicarse. Él fue un grano de trigo que llegó a ser cien granos. Luego, los cien granos llegaron a ser diez mil, y los diez mil llegaron a ser incontables granos.

ESTE MISTERIO QUE ENTRA EN EL HOMBRE
LLEGA A SER LA ESPERANZA DE GLORIA

Este misterio estaba en Dios desde la eternidad, y conforme a este misterio Dios creó al hombre. Después de cuatro mil años, sucedieron muchas cosas entre la humanidad, pero este misterio aún estaba en Dios y no había entrado en el hombre. Fue cuando Dios se encarnó y entró en el hombre que Él mismo llegó a ser el misterio en el hombre. La primera persona que llegó a poseer este misterio fue Jesucristo, quien era el grano de trigo. Así, el misterio que estaba en Dios llegó a ser el misterio que estaba en el hombre Jesús. Al principio, este misterio estaba en un solo hombre, pero después este hombre pasó por la experiencia de la muerte, y Su muerte sembró este grano de trigo en la tierra, el cual después creció y llevó mucho fruto (Jn. 12:24).

Pedro, uno de estos granos, también pasó por la experiencia de la muerte y llevó mucho fruto. Mediante este proceso de repetida multiplicación, el grano de trigo llegó al oriente de Asia en los siglos XVIII y XIX, y en el siglo XX nosotros también llegamos a ser parte de este aumento. Así pues, el misterio de Dios estaba primeramente en Sí mismo, y luego, hace dos mil años, cuatro mil años después que Adán fue creado, este misterio entró en el hombre. Sin embargo, dicho misterio no se detuvo allí, sino que continuó propagándose y multiplicándose. Después de la muerte y resurrección de Cristo, el misterio que había entrado en aquel hombre se reprodujo, se multiplicó y se duplicó. Por lo tanto, este misterio también ha llegado a ser el misterio que está en usted y en mí. A esto se refiere Colosenses 1:27 cuando dice: “Cristo en vosotros, la esperanza de gloria”.

Al principio esta esperanza estaba únicamente en Dios, y más tarde llegó a ser nuestra esperanza, la esperanza en el hombre Jesús. Hoy en día, cuando el hombre Jesús entra en nosotros, Él llega a ser la esperanza que está en nosotros. Que no sólo oigamos de estas cosas, sino que también “veamos el video” que nos muestra que el misterio que estaba en Dios un día llegó a ser el misterio que estaba en Jesucristo, quien está en nosotros hoy y se ha convertido en nuestra esperanza de gloria.

La suma de todos nosotros da por resultado la iglesia. Por lo tanto, el misterio que está en todos nosotros es el misterio que está en la iglesia. En Dios hay un misterio, en Cristo hay un misterio, en cada uno de nosotros hay un misterio, y en toda la iglesia también hay un misterio. Todos estos misterios no son muchos misterios, sino uno solo. El misterio que está en nosotros se halla en la iglesia, el misterio que está en la iglesia se halla en Cristo, y el misterio que está en Cristo se halla en Dios. Dicho misterio es llamado el “misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas”.

Pablo dijo que este misterio estaba escondido en Dios, que creó todas las cosas. Él mencionó la creación porque este misterio es una respuesta a la creación de Dios. La razón por la cual Dios creó todas las cosas es este misterio. Este misterio es la explicación de la creación de Dios, y más aún, este misterio es una respuesta a todas las generaciones. ¿Cuál es la razón o explicación de todas las generaciones? ¿Por qué existieron Adán, Abel, Enós, Enoc, Noé, Abraham, Isaac, Jacob, José, Moisés, Josué, Samuel, David, Salomón y todos los profetas? ¿Por qué Israel posteriormente fue llevado cautivo a Babilonia, y por qué hubo un recobro? La razón de todo esto era un misterio. Cuando Saulo de Tarso conoció al Señor cuando iba camino a Damasco, el Señor le hizo una pregunta muy sencilla: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Hch. 9:4). Pablo fue cautivado, y desde ese día en adelante el Señor empezó a “mostrarle un video”. No mucho después, Pablo también “mostró este video” en todo lugar. Él primero alumbró a los que estaban en la región alrededor del mar Mediterráneo en cuanto al misterio que había estado escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas. Luego, todos nosotros quienes leemos el Nuevo Testamento hoy también hemos sido alumbrados y ahora todos nosotros vemos el misterio.


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