Acerca de las reuniones en casapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6493-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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La Biblia dice que la iglesia es una familia. Una familia nunca puede ser demasiado numerosa. En principio la familia es diferente de un reino; un reino es una unidad que incluye a muchas personas, pero una familia no es así. Por un lado, la Biblia nos dice que la iglesia es la familia de Dios; por otro, nos dice que la iglesia es el reino de Dios (Ef. 2:19; Mt: 16:18-19). Una familia se edifica sobre la unidad del individuo, mientras que un reino se edifica sobre la unidad de la familia. Por consiguiente, para que una familia sea saludable, primeramente se necesitan ciudadanos saludables; para que una sociedad sea saludable, se necesitan familias saludables; y para que se produzca un país fuerte, se necesitan sociedades saludables. Por un lado, la iglesia es el reino de Dios; y por otro, es la familia de Dios. El reino de Dios se edifica sobre la base de la familia. El cristianismo caído ha descuidado el aspecto de la familia. Desde que nos subdividimos en diferentes salones de reunión, no hemos recalcado la familia, por lo cual hemos tenido muy poco crecimiento. Debemos seguir el recobro del Señor y regresar al principio, esto es, al núcleo familiar. Cuando el núcleo familiar es fuerte, el reino es fuerte.
Los componentes de una familia no se diferencian en categorías de hombre y mujer, viejo y joven, ni fuerte y débil. En el ejército es donde se hacen este tipo de diferenciaciones. A veces quisiéramos que nuestras reuniones de hogar fueran como un ejército, donde todos los miembros se comportan de manera ordenada y cada uno es un combatiente. Sin embargo, eso no sería una familia. Hay quienes tienen una perspectiva totalmente diferente de las reuniones de hogar y piensan de esta manera: “Mi reunión de hogar es una reunión de hermanos que son ‘don nadie’. ¿Qué podemos hacer? Nunca escucho un buen mensaje”. Así como no está bien tener el concepto de querer apoyar una reunión de hogar con el deseo de ser el líder del grupo, tampoco está bien tener el concepto de querer convertir en soldados a todos los asistentes de las reuniones. Además, debemos abandonar el concepto de ir a las reuniones de hogar para escuchar a alguien hablar. Tales conceptos conllevan muchos microbios y enfermedades.
Les suplico a los hermanos que mantengan una actitud calmada con respecto a las reuniones de hogar. Debemos ver que los apóstoles salieron a establecer iglesias, no a establecer una obra apostólica. Después que los apóstoles establecieron iglesias, ellos no exaltaron a los ancianos, dándoles una posición elevada. En el cristianismo, cuando un pastor o predicador sale a establecer iglesias, cuanto más labora, más las iglesias terminan recayendo sobre sus hombros. Las personas en la sociedad consideran determinado grupo de cristianos como la iglesia establecida por el pastor fulano de tal, y consideran otro grupo como la iglesia del predicador fulano. Si dicho pastor o predicador se va a otro lugar, de inmediato las personas que permanecen se quedan como un grupo de huérfanos, sin padre ni madre. Poco después, la iglesia también se dispersa y deja de existir. Entre nosotros hay algunos ancianos que, cuando administran la iglesia, cuanto más la administran, más la iglesia llega a ser de ellos. El Nuevo Testamento nos muestra que la iglesia es la iglesia de Dios, la iglesia de Cristo y la iglesia de los santos (Hch. 20:28; Ro. 16:16; 1 Co. 14:33). La Biblia en ningún momento la llama la iglesia de los apóstoles ni la iglesia de los ancianos.
Los apóstoles decían que predicaban a Cristo Jesús como Señor y a ellos mismos como esclavos de todos (2 Co. 4:5). Los apóstoles no son los señores y amos de la iglesia, sino los esclavos de la casa de Dios. Los obreros no son los amos de la iglesia, sino los esclavos de todos los santos. Los santos son los hijos de Dios. Cada vez que algunos llegan a ser colaboradores o apóstoles, llegan a ser esclavos de los hijos de Dios. Ésta es la verdad revelada en la Biblia.
En Mateo 20 el Señor Jesús dijo que entre los gentiles los que son grandes ejercen sobre ellos autoridad, mas “entre vosotros no será así” (vs. 25-26). En Mateo 23 el Señor Jesús dijo que a los fariseos les encanta ocupar los primeros asientos, pero que nosotros no deberíamos ser así, sino que el más grande entre nosotros sería nuestro servidor (vs. 6-11). Mientras el Señor impartía estas enseñanzas, Pedro debió de haber visto esto con sus propios ojos y haberlo escuchado con sus propios oídos. Por ello, escribió estas palabras en 1 Pedro 5: “Los ancianos [...] no como teniendo señorío sobre lo que se os ha asignado, sino siendo ejemplos del rebaño [...] y todos, ceñíos de humildad en el trato mutuo” (vs. 1, 3, 5). Estas palabras sirven para recordarnos que los ancianos y los apóstoles no son los amos y señores. Los amos de la iglesia son, primeramente, Dios el Padre, en segundo lugar, el Señor Jesús y, tercero, los santos. Los que administran la iglesia, los que toman la delantera en la iglesia, e incluso los que establecen las iglesias, todos ellos, son esclavos. Los apóstoles son esclavos, y los ancianos también son esclavos. Solamente los santos son los amos.
En el cristianismo no sólo los obreros, el clero y los que administran la iglesia han abandonado su posición, sino también los santos. Los santos voluntariamente han abandonado su posición como amos. Debemos siempre recordar que la iglesia es la iglesia de Cristo y la iglesia de los santos. La iglesia de ningún modo es la iglesia de los colaboradores ni la iglesia de los ancianos. Este entendimiento correcto de la iglesia es sumamente crucial. Si usted se da cuenta de que es el dueño de la iglesia, sin duda alguna hará todo lo posible por conservar su posesión. Por ejemplo, si una casa en particular es suya y usted es el dueño de esa casa, ciertamente hará todo lo posible por mantener esa casa en buen estado, reparando donde hay daños y arreglando los lugares en el techo donde hay goteras. Sin embargo, si simplemente alquila la casa, no le importará la casa en absoluto. Es posible que su actitud sea ésta: “Si la casa tiene goteras, que las tenga; y si la casa se daña, que se dañe. Con tal de que pueda acostarme y dormir tranquilo, estaré contento. Al fin y al cabo, esta casa no es mía, sino que le pertenece a otro”.
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