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Experimentamos a Cristo como las ofrendas para presentarlo en las reuniones de la iglesiapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1188-5
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Actualmente disponible en: Capítulo 8 de 14 Sección 2 de 3

SEGUN NUESTRAS EXPERIENCIAS

En el mensaje anterior vimos que una parte de la ofrenda por las transgresiones puede convertirse en el holocausto, y otra en la ofrenda por el pecado. Tengamos presente que estos capítulos sobre las ofrendas no se basan solamente en los requisitos de Dios, sino también en nuestras experiencias. ¿Cómo sabemos eso? Porque se repite varias veces la frase: “Y si no tuviere”. Primero Dios nos exige que ofrezcamos un toro, pero no podemos hacer ese sacrificio. Entonces Dios nos pide que ofrezcamos un carnero, pero tampoco podemos. Luego Dios nos pide ofrecer algo más pequeño, un cabrito, pero seguimos sin poder ofrecerlo. Quizás no podamos ofrecer ni un animal del ganado ni de las ovejas. Así que Dios nos pedirá que ofrezcamos solamente dos avecillas, dos tórtolas o dos palominos. Pero tampoco podemos hacerlo. Como ni siquiera podemos ofrecer el menor de los animales, Dios nos permite ofrecer solamente la décima parte de un efa de harina fina, lo cual pertenece al reino vegetal. Así vemos que este pasaje se escribe basándose en los requisitos del Señor, pero también en nuestras experiencias.

En el caso del pecado único que mora en nuestra naturaleza o de los muchos pecados de nuestra conducta, vemos que los requisitos del Señor para cualquier clase de expiación o de perdón exigen la sangre para redimirnos, ya que sin derramamiento de sangre, no puede haber perdón de pecados. Esto es lo que el Señor exige. Pero muchos de nosotros no tenemos los medios para ofrecer un toro, ni un carnero, ni un cordero, ni siquiera un par de avecillas para que haya derramamiento de sangre. Lo único que podemos ofrecer es un poco de harina, algo del reino vegetal.

DIFERENCIAS EN NUESTRO APRECIO POR CRISTO

Estos capítulos nos muestran también que nosotros los redimidos apreciamos al Señor Jesús en diferentes medidas. El Señor Jesús es el mismo siempre. La Epístola a los Colosenses nos muestra que El no solamente lo es todo, sino que también lo llena todo. El es infinito, ilimitado y eterno. En realidad, El no tiene un tamaño definido, porque Sus dimensiones son las del universo entero. ¿Cuál es la longitud, la anchura, la altura y la profundidad del universo? Estas cuatro dimensiones son las de Cristo. ¡Cristo es infinitamente alto, infinitamente profundo, infinitamente largo e infinitamente ancho! ¡El es inmensurable! Esto significa que El no tiene medida. Se puede medir mi tamaño, pero no el de Cristo.

COMPRENDEMOS EN LA MEDIDA
EN QUE APRECIEMOS

El aprecio que tenemos por el Señor y el conocimiento que tenemos de El no son iguales. La comprensión que tenemos del Señor depende de la medida en que lo apreciemos. La valoración que tenemos puede variar. Para algunos El es un toro enorme; para otros, un carnero; para otros, un cordero; para la mayoría de nosotros, Cristo sólo vale dos tórtolas o dos palominos. La mayoría de los creyentes lo estiman solamente como la tercera parte de un efa de harina fina.

No se trata solamente de un asunto de tamaño o de cantidad, sino también de calidad. En el derramamiento de la sangre, ninguna ofrenda vierte tanta sangre como la de un toro. Indudablemente dos pequeños palominos o aun un cordero no tienen tanta sangre. Por supuesto, la harina fina no contiene nada de sangre. Lo que Cristo representa para uno (sea un toro, un cordero, una tórtola o un poco de harina fina) depende de cuánto lo valoremos.

APRECIAMOS A CRISTO EN SU HUMANIDAD

La mayoría de los creyentes tienen en cuenta, por lo general, un solo aspecto de Cristo, que es Su humanidad tan excelente y tan buena. Cuando era joven, apreciaba al Cristo de los cuatro evangelios. El es tan excelente, tan amoroso, tan tierno, tan bueno, tan paciente y tan constante.

Podemos ver esta persona en los cuatro evangelios. Todo el que lee los cuatro evangelios tiene en alta estima al hombre Jesús. Ninguna otra biografía o autobiografía puede presentar a un personaje o una figura como el Señor Jesús. ¡El es excelente, bueno, amoroso, misericordioso y lleno de gracia! Creo que todos nosotros valoramos al Señor de esta manera.

LO PRECIOSO QUE ES CRISTO
EN SU CALIDAD DE TORO

Permítanme preguntar: ¿Apreciamos al Señor de una manera distinta? ¿Lo estimamos en Su calidad de toro enorme? El Nuevo Testamento y la tipología del Antiguo Testamento nos muestran que Cristo es precioso no solamente en Su calidad de hombre, el cual es excelente en Su humanidad, sino también en Su calidad de toro, el cual labora, se sacrifica y, finalmente, muere en la cruz no solamente para satisfacer los requisitos de Dios, sino también para satisfacer nuestras necesidades.

Cristo no era solamente un hombre perfecto que llevó una vida humana excelente sobre esta tierra. Mientras El estaba en la tierra, también laboró para cumplir el deseo eterno de Dios. Después de todo eso, fue llevado a la cruz en Su calidad de toro. No obstante, la mayoría de los creyentes no aprecian mucho al Señor como este toro que labora y se sacrifica; prefieren al Señor como un hombre perfecto y excelente. Pero Dios sí lo aprecia como toro. La comisión principal de Cristo consistió en ser un toro que trabajara y se sacrificara para efectuar la redención. Esto lo convirtió en el sacrificio que más sangre derramara. Dicho sacrificio por el pecado era el único que podía proveer suficiente sangre para que el sumo sacerdote entrara al tabernáculo, y la rociara delante del velo y sobre las cuatro esquinas del altar del incienso, y derramaba el resto en la parte inferior del altar del holocausto. El sacerdote no podría hacer todas estas cosas con la sangre de un palomino.

La mayoría de los cristianos aprecian al Señor Jesús simplemente en Su calidad de hombre excelente, es decir, como harina fina. El era muy equilibrado, amoroso, manso, apacible, bondadoso y lleno de gracia. Me temo que muchos nunca han apreciado a Cristo en Su calidad de toro. Si el Señor Jesús hubiera sido solamente la harina fina, no habría podido cumplir la voluntad del Padre ni habría podido laborar para cumplir el plan eterno de Dios. Los granos de trigo no pueden ser crucificados ni pueden derramar sangre alguna. Con los granos de trigo solos no se podía cumplir el propósito de Dios ni satisfacer Sus requisitos ni solucionar los problemas delante de Dios. La ofrenda no debía ser de harina fina, sino de ganado. Por tanto, nuestro aprecio debe ir mucho más allá.

Cuando llegamos a las reuniones, particularmente a la mesa del Señor, la mayoría de nuestras alabanzas y agradecimientos sólo llegan a la norma o al nivel de la harina fina. La mayoría de nuestras alabanzas y acciones de gracias se relacionan solamente con la humanidad excelente del Señor Jesús. En muy pocas ocasiones se alaba correctamente al Señor por la labor y el sacrificio que llevó a cabo en la cruz para cumplir el propósito eterno de Dios y Su voluntad. Como no tenemos esta clase de aprecio, no tenemos ganado que ofrecer ni traemos ningún ganado a la reunión. Por lo general, sólo traemos un puñado de harina fina.

Esto no significa que Dios no desee que ofrezcamos un toro. El sí lo desea, pero nosotros no tenemos la fuerza ni la capacidad porque no apreciamos al Señor de esa manera. Dado que no tenemos este aprecio, no tenemos la experiencia, o sea, el producto.

Hoy en día, los creyentes que ofrecen la harina fina quizás sean tenidos como los mejores, ya que los demás no tienen nada que ofrecer. Es posible que en la reunión de oración o en la mesa del Señor, sólo la quinta parte de los asistentes oren, y los demás permanezcan en silencio. No sé qué ofrecen los que no hablan. Sin lugar a dudas, no tienen ni siquiera la décima parte de un efa de harina fina.

Necesitamos experimentar un cambio revolucionario, primero en nuestro concepto, luego en nuestro aprecio, después en nuestra experiencia, y por último en nuestras reuniones. Comúnmente carecemos de un aprecio por el Señor como toro o como cordero, los cuales pueden derramar sangre. En consecuencia, no lo experimentamos de ese modo. Son pocos los que pueden ofrecer en su experiencia un toro tan grande o un carnero o algunos palominos o tórtolas. Creo que nosotros sólo ofrecemos harina fina en todas las reuniones. Una vez más diría que lo presentado en estos capítulos no se basa solamente en los requisitos de Dios, sino también en el aprecio y la experiencia que tengamos de Cristo.

Sobre este fundamento, podemos entender cómo una décima parte de un efa de harina fina para la ofrenda por las transgresiones podría convertirse en ofrenda por el pecado. ¿Cómo podía Dios aceptar esta ofrenda que no pertenece al reino animal, sino al reino vegetal y, por ende, carece de sangre? Dios dijo en Su Palabra que sin derramamiento de sangre no puede haber perdón de pecados (He. 9:22). Es obvio que la harina fina no contiene ninguna sangre. Así que, sin sangre, ¿cómo puede Dios perdonar nuestro pecado?


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