Lecciones de vida, tomo 2por Witness Lee
ISBN: 978-0-87083-294-9
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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1) “Estando nosotros reunidos para partir el pan...” (Hch. 20:7).
2) “Os reunís vosotros ... es la cena del Señor la que coméis” (1 Co. 11:20).
3) “Podéis participar de la mesa del Señor” (1 Co. 10:21).
Estos tres versículos nos muestran que la reunión del partimiento del pan es una reunión en la cual los creyentes se reúnen para comer la cena del Señor y asistir a la mesa del Señor. Esta reunión se divide en dos partes: la primera parte es para hacer memoria del Señor, y la segunda para la adoración al Padre.
1) “Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es Mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de Mí. De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en Mi sangre, que por vosotros se derrama” (Lc. 22:19-20).
La reunión del partimiento del pan no es para ninguna otra cosa sino para hacer memoria del Señor, con el recuerdo del Señor como su centro para que el Señor lo disfrute. Ya sea el cantar himnos, la oración, la lectura de la Biblia o palabras de inspiración, todo en esta reunión debe tener al Señor como el centro, hablando concerniente a Su persona y obra, Su amor y virtudes, Su vivir o sufrimiento en la tierra, Su honor o gloria en los cielos, de modo que otros consideren o comprendan esas cosas a fin de hacer memoria del Señor mismo. En tal reunión debemos pensar en el Señor en nuestro corazón, y contemplarlo en nuestro espíritu para ser inspirados concerniente al Señor. Entonces expresaremos nuestra inspiración por medio de cantos, oraciones, palabras o lecturas de la Biblia, de modo que el sentimiento de toda la reunión sea dirigida al Señor y para que todos hagan memoria del Señor.
Los tres versículos citados en el principio de esta lección nos muestran que el partimiento del pan es para comer la cena del Señor y para asistir a la mesa del Señor. Comer la cena del Señor es para que hagamos memoria del Señor; asistir a la mesa del Señor es para que tengamos comunión juntos en los logros del Señor para nosotros. En el aspecto del comer la cena del Señor, principalmente hacemos las siguientes tres cosas:
1) “El Señor Jesús ... tomó pan ... lo partió, y dijo: Esto es Mi cuerpo que por vosotros es dado; haced esto en memoria de Mí” (1 Co. 11:23-24).
Conforme a lo que el Señor ha establecido, cada vez que partimos el pan, no sólo hay un pan preparado para que lo partamos y comamos, sino también al lado del pan hay una copa preparada para que la recibamos y bebamos. Al comer el pan del Señor y al beber la copa del Señor, nosotros tomamos la cena del Señor en memoria del Señor. Tanto el pan como la copa son símbolos. Conforme a lo que el Señor dijo, el pan indica el cuerpo que El dio por nosotros, y la copa indica la sangre que El derramó por nosotros. Su cuerpo fue dado por nosotros en la cruz y Su sangre fue derramada por nosotros también en la cruz. El se dio a Sí mismo por nosotros a fin de impartir vida en nosotros para que participemos de El. El derramó Su sangre por nosotros a fin de redimirnos para que nuestros pecados sean perdonados.
Cuando vemos o recibimos el pan que partimos, debemos considerar cómo el Señor se hizo carne por nosotros, cómo El murió por nosotros en la carne, y cómo Su cuerpo fue partido por nosotros y dado a nosotros para que tengamos Su vida. En la Biblia, el pan indica vida. El Señor dijo que El es el pan de vida que da vida al mundo (Jn. 6:33-35). Siempre que el pan es mencionado, debemos pensar en vida. El ser partido el cuerpo del Señor para ser dado a nosotros como pan significa que El dio Su cuerpo por nosotros a fin de que nosotros tengamos Su vida. Al recibir Su cuerpo partido participamos de Su vida. Todo esto está representado por nuestro partir del pan mismo y por el pan que partimos.
2) “Asimismo tomó también la copa, después de que hubieron cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto establecido en Mi sangre; haced esto todas las veces que la bebáis, en memoria de Mí” (1 Co. 11:25).
En la reunión del partimiento del pan debemos considerar al Señor y lo que El hizo por nosotros no sólo cuando vemos o recibimos el pan que partimos, sino también cuando vemos o recibimos la copa que bebemos. Esta copa indica el nuevo pacto que el Señor promulgó para nosotros por el derramamiento de Su sangre. Cada vez que veamos o recibamos la copa que bebemos, debemos considerar cómo el Señor participó de carne y sangre por nosotros (He. 2:14), cómo El no sólo dio Su cuerpo por nosotros para que tengamos Su vida, sino también cómo derramó Su sangre por nosotros para que tengamos la más alta bendición, es decir, para que seamos liberados del pecado y obtengamos a Dios y todo lo que es de El. Por este símbolo, debemos considerar cómo el Señor llevó nuestros pecados, fue hecho pecado por nosotros y fue juzgado y maldecido por nosotros al derramar Su sangre, lo cual constituye nuestra copa de bendición, nuestra eterna porción bendita. Debemos considerar también cómo fuimos redimidos, perdonados, santificados, justificados, reconciliados y aceptados por Dios mediante la sangre del Señor; cómo nos limpia de nuestros pecados y lava nuestra conciencia para que nos acerquemos a Dios con confianza; cómo habla mejores cosas ante Dios y cómo resiste los ataques de los espíritus malignos por nosotros para que venzamos al diablo que nos acusa.
En la Biblia, el pan denota vida y la copa indica “porción”, tal como “Jehová es la porción de ... mi copa” (Sal. 16:5). Originalmente éramos pecaminosos y malos, y la porción que merecíamos de Dios debía haber sido “la copa de la ira de Dios”, es decir, ir al lago de fuego a sufrir el tormento de la perdición eterna (Ap. 14:10; 21:8). Sin embargo, Dios hizo que el Señor Jesús bebiera la copa de ira por nosotros en la cruz (Jn. 18:11). El recibió el justo juicio de Dios por nosotros y probó de una manera completa el tormento de la perdición que está en el lago de fuego; El derramó Su sangre para redimirnos plenamente de nuestros pecados y promulgó el nuevo pacto por nosotros, dándonos en su lugar “la copa de salvación” (Sal. 116:13) y llegando a ser nuestra copa (de bendición) (Sal. 23:5). En esta copa bendita de salvación, Dios mismo y todo lo que tiene ha llegado a ser nuestra porción, nuestra eterna porción bendita y la porción de nuestra copa.
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