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Testimonio de Jesús, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-8269-4
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CAPÍTULO UNO

LAS IGLESIAS LOCALES
COMO EL TESTIMONIO DE JESÚS

Lectura bíblica: Mt. 16:18; Hch. 4:11; Ap. 1:1-2, 9-13, 20; 19:7; 21:2, 10

La Biblia contiene tres grandes temas: la creación de Dios, la redención de Dios y el edificio de Dios. Con respecto al edificio de Dios, el Nuevo Testamento contiene los ministerios de Pedro, Pablo y Juan. La primera vez que el Señor hizo mención de la edificación de la iglesia fue en Mateo 16:18. Cuando Pedro reconoció que el Señor era el Cristo, el Hijo del Dios viviente, Jesús inmediatamente le dijo: “Yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré Mi iglesia”. El nombre Pedro significa “piedra”. A partir de ese día, Pedro quedó profundamente impresionado con la edificación de la iglesia, y después del Señor Jesús, él fue la primera persona que habló sobre la edificación. Inmediatamente después del día de Pentecostés, Pedro no solamente predicó que Cristo era el Salvador, sino también la cabeza del ángulo para el edificio de Dios (Hch. 4:11). Cristo es el Salvador-Piedra, el Salvador que traerá salvación, así como la piedra para el edificio de Dios.

La salvación de Dios tiene como fin el edificio de Dios. En el cristianismo actual, la gente predica principalmente a Cristo como Salvador pero no como piedra. Y esto es debido a que la mayoría ha visto la verdad acerca de la salvación, pero ha pasado por alto el edificio de Dios. En los siglos anteriores los cristianos han visto bastante acerca de la verdad de la salvación de Dios. Desde Martín Lutero hasta el presente, el pueblo de Dios ha entendido claramente lo que es la salvación. Sin embargo, no son muchos los que conocen acerca del edificio de Dios. La salvación no es la meta de Dios; Su meta es el edificio divino. La salvación es solamente el proceso para cumplir tal meta. El Nuevo Testamento es un libro de Cristo, y comienza con Cristo; pero una vez que la gente conoce a Cristo, Él los vuelve a la edificación de la iglesia. Cuando Pedro dijo: “Tú eres el Cristo”, el Señor Jesús le respondió diciendo que él era una piedra y que Él edificaría Su iglesia.

Después de los cuatro Evangelios tenemos el libro de Hechos, en el cual Cristo es agrandado para ser la iglesia edificada y al final del Nuevo Testamento encontramos una ciudad edificada. En los primeros tres capítulos de Apocalipsis tenemos los siete candeleros de oro, los cuales denotan las iglesias, y al final de Apocalipsis vemos una ciudad, la Nueva Jerusalén, como la consumación de las iglesias (1:12, 20; 21:2, 10). Esto concuerda con los escritos de Juan. Entre lo dicho por Pedro y los escritos de Juan se encuentra el ministerio de Pablo, un ministerio que tiene como fin principal la edificación de la iglesia como Cuerpo de Cristo (Ef. 1:22b-23a; 4:12, 16). Con este resumen podemos ver que la revelación del Nuevo Testamento es un asunto del edificio de Dios.

La edificación de la iglesia comenzó con el ministerio de Pedro y acabó con el de Pablo. Entonces, ¿por qué necesitamos el ministerio de Juan? Porque después de los tiempos de Pablo, el edificio fue dañado. Es por esto que necesitamos el ministerio remendador de Juan. Cuando el Señor llamó a Juan, él estaba remendado redes (Mt. 4:21). Muchos años más tarde, el ministerio de Juan vino a ser el ministerio remendador que remendaría la red divina. La manera en que él remendó la red dañada fue por medio de la vida. Juan nos lleva de regreso al principio, a la vida, porque conforme a la historia, la iglesia fue dañada por las doctrinas, el conocimiento y las enseñanzas de los judíos, como también por la filosofía de los griegos. Puesto que tanto la religión como la filosofía son asuntos del conocimiento, el ministerio remendador de Juan tenía como objetivo hacer regresar al pueblo de Dios del mero conocimiento de las doctrinas, las enseñanzas y la filosofía a la vida. Juan 1:1 y 4 dicen: “En el principio era la Palabra [...] En Él estaba la vida”. El conocimiento daña y divide; únicamente la vida remienda y une.

APOCALIPSIS ES UN CUADRO
DE JESUCRISTO

Apocalipsis 1:1 comienza diciendo: “La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para mostrar a Sus esclavos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró en señales enviándola por medio de Su ángel a Su esclavo Juan”. La revelación de Jesucristo no es simplemente un relato objetivo revelado por Él, sino una revelación subjetiva. Desde el punto de vista objetivo, este libro es la palabra de Cristo, pero subjetivamente, todo el libro es un cuadro de Jesucristo. Los veintidós capítulos de este libro conforman un solo retrato. El versículo 5 del capítulo 5 declara que Jesús es el León de la tribu de Judá. Un cuadro de un león puede describirnos la vida del león, su historia y otras características secundarias. Sin embargo, describir todos estos detalles minúsculos sería pasar por alto el objetivo principal del retrato, ya que el cuadro en su totalidad es simplemente el retrato del león. Apocalipsis, que incluye veintidós capítulos, es una “pintura” de Jesús, que lo retrata y lo describe a Él. Sin embargo, si la pintura solamente representara al personaje principal y no hubiera ningún trasfondo ni paisaje, posiblemente pensaríamos que el artista no es muy hábil. Un buen artista crearía un cuadro lleno de significado. Es posible que parte del dibujo nos haga llorar mientras que otra parte nos haga regocijar. Si una pintura produjese tal reacción en nuestro ser, ello se debe a la obra del mejor artista. Apocalipsis es esta clase de “pintura”. Los veintidós capítulos de este libro constituyen una excelente pintura que nos retrata al León de la tribu de Judá, pero también nos muestran un trasfondo. Además del León, vemos también unas bestias con cuernos e incluso vemos un dragón (13:1-2, 11; 12:3). Juan lloró cuando vio la situación que había en el cielo, pero cuando vino el León de la tribu de Judá hubo gran regocijo (5:3-4, 8-14). Finalmente, el León como Cordero se casa con una novia, la cual llega a ser una ciudad en cuadro y el Cordero se sienta en el trono con Dios (19:7; 21:16; 22:1). Y de este trono sale el río de agua de vida, resplandeciente como cristal, y en el río crece el árbol de la vida. ¡Cuán maravilloso cuadro! Ésta es la revelación de Jesucristo.


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