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Visión que nos rige y nos regula según se halla en la Biblia, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-4973-4
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UNAS PALABRAS MÁS PROFUNDAS
ACERCA DEL SIGNIFICADO CRISTALIZADO
DE LA RESURRECCIÓN DE CRISTO

Hoy nuestro Señor es Dios que se hizo carne y que fue transfigurado en el Espíritu. En Su resurrección, Él fue transfigurado y llegó a ser el Espíritu. Ahora quisiéramos proseguir y examinar un poco más el significado cristalizado de la resurrección de Cristo. Éste es otro asunto que es fruto de nuestro estudio de la Palabra, que hemos hecho por más de setenta años.

Designar la naturaleza humana de Cristo
para que fuese hecha Hijo de Dios

Juan 1 dice claramente que el Señor Jesús era el Unigénito de Dios (v. 14). Luego, en las Epístolas, Romanos dice que Cristo es el Hijo primogénito de Dios entre muchos hermanos (8:29). Hebreos dice que cuando Cristo regrese al mundo, será enviado por Dios como el Primogénito (1:6). El proceso por el cual el Hijo unigénito llega a ser el Hijo primogénito no es tan sencillo; este proceso empezó con la encarnación. Juan 1 dice que el Verbo, quien era Dios, se hizo carne, y este Verbo era el Unigénito que vino del Padre (vs. 1, 14). El Padre denota la fuente, y el Hijo denota la expresión. Antes de encarnarse, el Hijo era el Hijo unigénito; pero una vez que se hizo carne, y entró en la carne, llegó a ser el postrer Adán (1 Co. 15:45), quien era Jesús. Jesús como el postrer Adán era Dios hecho hombre. Aunque estas palabras son comunes y ordinarias, no es fácil explicar el significado intrínseco de ellas.

En la eternidad pasada Dios no poseía la naturaleza humana ni un cuerpo humano; fue cuando Él se hizo hombre que se vistió de un cuerpo de carne y sangre y participó de la naturaleza humana. Por esta razón, Hebreos 2 dice: “Así que, por cuanto los hijos son participantes de sangre y carne, de igual manera Él participó también de lo mismo” (v. 14). Así pues, Jesús era un Dios-hombre. Había una parte en Él que era Dios; esa parte era el Hijo unigénito de Dios. Sin embargo, mediante Su encarnación, Él se vistió de carne, y aquella carne era Su naturaleza humana, la cual no tenía nada que ver con la divinidad. Durante la vida que llevó en la tierra por treinta y tres años y medio, el Señor Jesús siempre estuvo con el elemento de la carne, donde reside la naturaleza humana. Puesto que Él tenía la carne humana, ¿cómo pudo llegar a ser el Hijo de Dios? Él fue designado Hijo de Dios con poder por medio de la resurrección (Ro. 1:4).

Pablo nos dice al comienzo de Romanos que él era un apóstol llamado, apartado para el evangelio de Dios, que era acerca del Hijo de Dios, Jesucristo (1:1, 3). ¿Quién era este Hijo de Dios? Pablo señala claramente que este Hijo de Dios era del linaje de David según la carne y que fue designado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos. Eso significa que fue Dios quien designó a Cristo, en Su carne humana, Hijo de Dios mediante el poder de la resurrección. El Espíritu de santidad mencionado aquí no se refiere a la persona del Espíritu Santo de Dios, sino a la esencia divina de Cristo, a la divinidad de Cristo. La carne era la humanidad de Cristo, mientras que el Espíritu de santidad era la divinidad de Cristo. Antes de Su resurrección, Su naturaleza humana aún no había sido designada Hijo de Dios. Fue por medio de la resurrección que Su naturaleza humana fue santificada, elevada y transformada. Por consiguiente, mediante la resurrección Él fue engendrado para ser el Hijo de Dios con Su humanidad (Hch. 13:33) y así fue designado Hijo de Dios.

Hechos 13:33 dice: “Mi Hijo eres Tú, Yo te he engendrado hoy”. ¿El Hijo de Dios mencionado aquí es el Hijo unigénito o el Hijo primogénito? Si únicamente se tratara del Hijo unigénito que ya existía en la eternidad, no habría necesitado ser engendrado nuevamente, así que fue el día de la resurrección que la humanidad del Señor Jesús nació de nuevo. Su humanidad nació por primera vez en el vientre de Su madre; sin embargo, aquello era humano y no podía ser considerado Hijo de Dios, sino solamente el Hijo del Hombre. Es por eso que Él fue llamado el Hijo del Hombre (Mt. 8:20; 9:6). No obstante, en la resurrección Él fue engendrado nuevamente en Su humanidad y designado Hijo de Dios.

La designación del Señor Jesús en Su humanidad, en la que llegó a ser Hijo de Dios, se llevó a cabo según el Espíritu de santidad. El origen de este Espíritu de santidad era el Espíritu Santo en Mateo 1. Mateo 1:20 dice: “José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo engendrado en ella, del Espíritu Santo es”. Dios nació en María por Su Espíritu; por consiguiente, Aquel que nació era un Dios-hombre que tenía el Espíritu Santo y la carne humana, y que poseía tanto divinidad como humanidad. Sin embargo, en Su humanidad Él aún necesitaba ser designado Hijo de Dios; esto se logró el día de la resurrección. Cuando el Señor Jesús fue crucificado en la cruz, Él murió en Su humanidad, pero estaba muy activo en Su divinidad. Esto nos lo dice 1 Pedro 3:18b: “Siendo muerto en la carne, pero vivificado en el Espíritu”. La crucifixión le dio muerte a Cristo solamente en Su carne, la carne que había recibido en Su encarnación (Jn. 1:14), no en Su Espíritu, que era Su divinidad. Esto significa que la crucifixión no crucificó Su divinidad, sino solamente Su humanidad, Su carne. Cuando Su carne murió en la cruz, Su Espíritu como Su divinidad no murió, sino que, en vez de ello, encontró la oportunidad de darle vida, de ser vivificado, con un nuevo poder de vida.

En Juan 12:24 el Señor Jesús dijo que Él era un grano de trigo, el cual si “no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto”. Esto es morir y vivir, es decir, vivir al morir; morir es vivir. Aparentemente un grano muere cuando cae en la tierra, pero de hecho, dicha muerte hace posible que el grano viva. Es por medio de la muerte que el grano de trigo se activa interiormente para que el poder de vida que está dentro de él tenga la oportunidad de operar y echar nuevos brotes. La muerte del Señor Jesús rompió la cáscara de Su carne, y el Espíritu de santidad encontró una excelente oportunidad para operar, a fin de que la nueva creación fuese germinada.

Debido a que una semilla contiene vida, la operación de la vida se activa al mismo tiempo que la semilla muere. Si enterramos una piedra, no hay ni muerte ni vida; pero cuando ponemos una semilla en la tierra, la vida empieza a operar. Así que, es por medio de la muerte que la vida opera. El Señor Jesús era tanto Dios como hombre. Las personas pensaron que si lo mataban, acabarían con Él, pues simplemente se trataba de un hombre. Nunca se imaginaron que si lo mataban, ello le brindaría a Él una excelente oportunidad para que la divinidad que estaba en Su interior se activara. Fue entonces que Él fue designado en Su humanidad para ser el Hijo de Dios, según el Espíritu de santidad (la divinidad de Cristo), por la resurrección.

Designar equivale a elevar. Cuando designamos o escogemos cierto objeto, lo elevamos, es decir, lo ponemos por encima de lo demás. Por ejemplo, es posible que de entre muchos pedazos de madera, usted escoja sólo uno. En lo que a usted se refiere, ese pedazo de madera es el mejor de todos, pues usted lo ha escogido. Otro ejemplo es cuando usted va al mercado a comprar pescado; usted escoge uno entre muchos. Eso significa que usted eleva ese pescado poniéndolo por encima de los demás al designarlo. Asimismo, por medio de la resurrección, la humanidad Cristo fue escogida, fue elevada, por el Espíritu de santidad, la divinidad de Cristo. Fue así como la humanidad de Cristo fue elevada al nivel de la divinidad; es decir, Cristo fue engendrado nuevamente en Su humanidad. Por esta razón, Hechos 13:33 dice: “Mi Hijo eres Tú, Yo te he engendrado hoy”. Este engendrar corresponde a la designación hecha en Romanos 1:4; ambos se refieren a la resurrección.


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