Cristo y la iglesia revelados y tipificados en los Salmospor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6426-3
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Después del salmo 8 tenemos el salmo 16 como continuación de los salmos acerca de Cristo. Luego, después del salmo 16 no tenemos más de tales salmos sino hasta el salmo 22. ¿Qué podemos decir de los salmos que están entre los salmos 16 y 22, es decir, de los salmos 17, 18, 19, 20 y 21? Si leemos estos salmos detenidamente, notaremos que en ellos hay cierta mejora. Estos salmos no son como los salmos del 3 al 7 ni como los salmos del 9 al 15. Así pues, podemos continuar elaborando nuestro pequeño esbozo para incluir estos salmos y mostrar el nivel y progresión espiritual de éstos:
Como podemos ver, los salmos del 17 al 21 descienden del nivel del salmo 16, pero no tanto como los salmos del 3 al 7 y del 9 al 15. Más adelante, después del salmo 24, veremos que el progreso continúa, hasta que finalmente, cuando lleguemos al último libro de los salmos, ya no encontraremos ninguna decadencia. Al final del libro de los salmos, vemos que el progreso llega a su punto culminante y que se alcanza un nivel normal.
Aquí, en los salmos del 17 al 21, empezamos a ver la primera etapa de este progreso. Podemos definir estos salmos de la siguiente manera: las oraciones de los santos se basan primeramente en la justicia de la ley, pero más adelante éstas cambian y toman como centro al Ungido de Dios, Cristo. ¿Puede ver usted la mejora? Los escritores de estos salmos también aprecian la casa de Dios (véase 18:6 y 20:2), pues se dan cuenta de que Dios escucha las voces de ellos desde Su templo, que Dios los socorre desde el santuario y los fortalece desde Sion. Es sólo hasta este grado que ellos aprecian la morada de Dios.

El salmo 19, una inserción a esta sección, muestra que la justicia de la cual dependen los santos tiene dos clases de testimonio: el testimonio de la creación y el testimonio de la ley. Pero cuando llegamos a los salmos del 20 al 21, el Ungido de Dios llega a ser el testimonio de Dios. Los tres grandes testimonios que Dios da al hombre son la creación, la ley y Cristo. Cristo es el último y más grande testimonio. Por esta razón, vemos que hay una mejora. Al llegar a este punto, los salmistas llegaron a conocer algo de Cristo como el Ungido de Dios. Ellos dijeron que el rey les responde cuando claman a él (20:9). Cuando ellos claman, Dios les responde, y el rey también les responde. Ellos ponen al rey en el mismo nivel que Dios. Esto muestra un verdadero avance.
En los salmos del 17 al 21 el concepto cambia de la ley al Ungido de Dios; gradualmente pasa de una línea a otra. Leamos todos estos versículos que nos hablan del Ungido de Dios.
Salmos 17:15 dice: “En cuanto a mí, en justicia contemplaré Tu rostro; / al despertar, estaré satisfecho con Tu semejanza”. Esto aparentemente son las palabras de David, pero si las leemos repetidas veces, nos daremos cuenta de que en realidad son las palabras de Cristo. Mientras David estaba tratando de decir algo, el Espíritu de Cristo habló en sus palabras. Éstas son las palabras del Ungido: “En cuanto a mí, en justicia contemplaré Tu rostro; / al despertar, estaré satisfecho con Tu semejanza”. Muchos estudiantes de la Biblia creen que lo expresado aquí es el deseo de Cristo durante los tres días que transcurrieron entre Su crucifixión y Su resurrección. “Al despertar [lo cual significa “al levantarme”], estaré satisfecho con Tu semejanza”, es decir, con la semejanza del Padre. Éste era el deseo de Cristo cuando estuvo muerto esos tres días. Su deseo era resucitar.
Ahora leamos Salmos 18:43-44: “Tú me rescataste de las contiendas del pueblo; / me pusiste por cabeza de las naciones”. Esto, por supuesto, no se refiere a David; pues Cristo, no David, es cabeza de las naciones. Aunque éstas eran las palabras de David, en medio de ellas se encuentran las palabras de Cristo. David era ciertamente el rey ungido de Dios, pero luego vemos que Cristo expresó algo en las palabras de David. “Pueblo que yo no conocía me sirve. / Apenas oyen de mí, me obedecen; / los extranjeros vienen a mí acobardados”. Éste, sin duda, debe de ser Cristo. Luego, el versículo 50 dice: “Él hace grande la salvación para Su rey / y manifiesta Su benevolencia amorosa a Su ungido, / a David y a su descendencia para siempre”. La palabra descendencia aquí está en singular, no en plural. La descendencia es Cristo. Así pues, vemos que el concepto del libro de Salmos ha pasado de la ley al Ungido. Esto ciertamente muestra un progreso.
Prosigamos a Salmos 20:6, 9: “Ahora sé / que Jehová salva a Su ungido; / le responderá desde Su santo cielo / con las proezas salvadoras de Su diestra”. Sin duda alguna, el rey, el ungido, es Cristo. “¡Salva, oh Jehová! / Que el rey nos responda en el día en que lo invoquemos”. Éste es un versículo maravilloso. ¿Quién es el rey? Cristo es el Rey, el Ungido.
Salmos 21:3-5 dice: “Porque le sales al encuentro con bendiciones de bondad; / corona de oro refinado has puesto sobre su cabeza. / Te pidió vida; se la otorgaste: / largura de días eternamente y para siempre”. Este versículo dice lo mismo que Apocalipsis 1:18: “He aquí que vivo por los siglos de los siglos”. Salmos 21:5 dice: “Grande es su gloria en Tu salvación; / majestad y esplendor has puesto sobre él”. Aquí vemos a alguien con gloria, majestad, esplendor y largura de días. ¿Quién es esta persona? Sin lugar a dudas es Cristo. El concepto del salmista cambió totalmente; es por eso que digo que hay una mejora. No vemos esta mejora en los salmos del 3 al 7 ni en los salmos del 9 al 15; no se manifiesta sino hasta después del salmo 16.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.