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Gran misterio: Cristo y la iglesia, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-8704-0
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Actualmente disponible en: Capítulo 8 de 16 Sección 2 de 2

EL MISTERIO OCULTO EN EFESIOS 6
ES EL ESPÍRITU

Todo el que lee la Biblia sabe que Efesios 6 hace énfasis en toda la armadura de Dios. La iglesia no solamente es el Cuerpo, el nuevo hombre y la novia, el complemento de Cristo; la iglesia es también el guerrero. Para con Cristo la iglesia es el nuevo hombre; pero para con Satanás, la iglesia es el guerrero. A fin de pelear contra Satanás, la iglesia debe vestirse de toda la armadura de Dios. Vestirnos de esta armadura implica seis asuntos: debemos ceñirnos los lomos con la verdad, vestirnos con la coraza de justicia, calzarnos los pies con el firme cimiento del evangelio de la paz, tomar el escudo de la fe, recibir el yelmo de la salvación y recibir la espada del Espíritu (vs. 14-17). Los primeros cinco nos dan protección; el último, la espada se usa para conducir la ofensiva. Esta espada es llamada la espada del Espíritu, el cual es la palabra de Dios.

Para los que leen la Biblia es fácil ver estos cinco asuntos. Sin embargo, la clave del capítulo 6 es el Espíritu, y no estos asuntos. Si la palabra mencionada en el capítulo 5 no llegara a ser el Espíritu del capítulo 6, no tendríamos manera de disfrutar a Cristo. Sin el Espíritu, nosotros, la Biblia y Cristo estamos separados. Sin el Espíritu, ni Cristo ni la Biblia son uno, ni tampoco nosotros y la Biblia somos uno. Cristo, la Biblia y nosotros no podemos estar unidos aparte del Espíritu; estamos separados. El Espíritu es quien une a Cristo y la Biblia como uno solo, y el Espíritu es quien une a nosotros y la Biblia como uno solo. Podemos comparar al Espíritu con la corriente eléctrica que circula en un gran edificio, a la cual están conectados muchos aparatos. La corriente eléctrica es el vínculo, el factor de unión, de todos los aparatos. De igual modo, Cristo, la Biblia y la iglesia no están vinculados aparte del Espíritu. Cuando el Espíritu viene, el Espíritu no sólo está en Cristo y en la Biblia, sino también en la iglesia. El Espíritu une a Cristo, la Biblia y a la iglesia como una sola entidad. El Espíritu hace que la iglesia experimente las riquezas de Cristo y que éstas lleguen a ser el contenido de la iglesia.

VIVIR EN NUESTRO ESPÍRITU

Por nuestra parte, tenemos un espíritu, el cual responde al Espíritu. Estos dos espíritus —el Espíritu y nuestro espíritu humano— son cruciales. Lamentablemente, la mayor parte de los cristianos desatiende al Espíritu y el espíritu humano. ¿Cuánto tiempo pasamos en nuestro espíritu? La mayor parte del tiempo estamos en nuestra mente, y no en nuestro espíritu. Además de nuestro espíritu, también tenemos una mente, una parte emotiva y una voluntad, y también nuestra carne, nuestras concupiscencias y nuestro mal genio. Cuando no estamos en nuestro espíritu, caemos en estas otras cosas.

Nosotros los creyentes tenemos al Señor y amamos al Señor. Hemos oído muchas verdades en el recobro del Señor, y entendemos la Biblia. Sin embargo, la mayor parte del tiempo no disfrutamos al Señor. En vez de ello, vivimos en la esfera de actividades externas debido a que no estamos en el espíritu. ¿Qué deberíamos hacer en tal situación? Debemos recibir la espada del Espíritu al orar-leer. Debemos orar-leer en nuestro espíritu, porque nuestro espíritu es el órgano apropiado para recibir la palabra del Señor. Tenemos que usar el órgano apropiado para recibir la palabra del Señor, así como tenemos que usar nuestra boca para beber agua, no nuestra nariz ni nuestros oídos.

LA MANERA DE DISFRUTAR
LAS RIQUEZAS DE CRISTO

El Señor lo ha realizado todo. Él liberó Su vida al pasar por la muerte y la resurrección. Además, todas las riquezas de Su vida se hallan disponibles en la Palabra de Dios. Para que todas estas riquezas lleguen a ser nuestro disfrute, debemos ver que recibir las riquezas halladas en la Palabra no consiste en aprender las letras impresas, sino en recibir al Espíritu, “el cual es la palabra de Dios” (v. 17). Necesitamos usar nuestro espíritu para tener contacto con el Espíritu mediante la oración. Poco a poco hemos descubierto este secreto en las últimas décadas.

Fui salvo hace más de cincuenta años. Después de ser salvo, comencé a orar. Se me enseñó a orar de esta manera: “Querido Padre celestial, gracias por amarme. Enviaste a Tu Hijo a morir por mí en la cruz. Él derramó Su sangre preciosa para limpiarme de mis pecados. ¡Yo creo en Él! Padre celestial, me has perdonado y dado el Espíritu Santo. El Espíritu Santo me ayuda cada día a amar a las personas, a ser humilde, a hacer cosas para complacerte y a glorificar Tu nombre. No sé cómo orar, pero oro en el nombre de Jesús, Tu Hijo. Amén”. Esta clase de oración no es incorrecta, pero no es efectiva. Es como una persona que está buscando el interruptor para encender la luz pero no puede encontrarlo.

Luego, encontré ciertas dificultades y, como estaba excesivamente abrumado, no tuve más opción que cambiar la manera en que oraba. Abandoné mis oraciones arregladas y simplemente vine delante de Dios, contándole todas las penas de mi corazón. Después de esto, oré de una manera muy genuina desde mi espíritu, ya no oré de la vieja manera.

Poco a poco, el Señor me mostró que la manera más simple de orar en nuestro espíritu, no en nuestra mente, es invocar Su nombre. Ya sea que invoquemos en voz alta o baja, audible o inaudiblemente, todos los que practican invocar el nombre del Señor saben que ésta es la manera más fácil de orar desde el espíritu, en vez de usar la mente. Al usar nuestro espíritu de esta manera, tocamos al Espíritu. Cuando tocamos al Espíritu, la Biblia y el Espíritu vienen a ser uno solo. Cuando invocamos el nombre del Señor mientras oramos-leemos la Biblia, las palabras de la Biblia espontáneamente se convierten en nuestra oración. En ese momento nuestra oración equivale a nuestra lectura de la Biblia, y nuestra lectura de la Biblia equivale a nuestra oración. Ésta es una oración hecha en el espíritu, una oración que está mezclada con el Espíritu. En tan sólo unos minutos, nos sentimos resplandecientes, vivientes, lozanos, animados, satisfechos, fortalecidos e interiormente abastecidos. Es asombroso que en unos cuantos minutos la luz, el agua viva, la palabra, la fortaleza y el amor vienen a nosotros. Los mensajes de esta sección son muy profundos, pero concluyen con la práctica de orar-leer la Palabra.

Dios tiene un propósito eterno, que consiste en forjarse a Sí mismo en el hombre. Con este propósito Cristo vino. Él vivió en la tierra por treinta y tres años y medio, murió en la cruz y liberó la vida divina que estaba en Él. Todas las riquezas de Su vida están contenidas en la Biblia. La Biblia es la palabra de Dios, y la palabra es Espíritu, el Espíritu que da vida. Cuando tocamos la palabra, debemos olvidarnos de nuestra mente y de nuestros problemas. No deberíamos hacer oraciones muertas, sino simplemente usar nuestro espíritu para orar de una manera viviente. Mediante esta oración, comemos al Señor, bebemos del Señor y disfrutamos al Señor. Cuando invocamos al Señor en el espíritu y oramos-leemos las palabras de la Biblia en el espíritu, la palabra de Dios llega a ser el Espíritu que fluye a través de nosotros y nos abastece como agua viva, dándonos fortaleza, luz, verdad y vida a fin de que llevemos una vida de iglesia rica, fuerte y floreciente. Entonces Dios tendrá la manera de llevar a cabo Su propósito eterno por medio de la iglesia en la tierra.


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