Iglesia como el Cuerpo de Cristo, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-4182-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Todos sabemos que la iglesia es el Cuerpo de Cristo, y que el Cuerpo está lleno de Cristo mismo. Cristo llena este Cuerpo al grado en que éste llega a ser la plenitud de Cristo. En la Biblia la frase la plenitud de Cristo es muy misteriosa. Muchos de nosotros nos hemos encontrado con esta frase cuando leemos la Biblia, pero tampoco sabemos ni entendemos lo que es la plenitud de Cristo en realidad.
Hay por lo menos tres pasajes de la Biblia que nos hablan de la plenitud de Cristo. En Juan 1:16 leemos: “Porque de Su plenitud recibimos todos”. Efesios 1:23 nos dice que la iglesia es la plenitud de Cristo. Luego Efesios 4:13 dice que la plenitud de Cristo tiene una medida y una estatura. La palabra griega traducida “plenitud” es muy enfática, pero lamentablemente, muchos traductores de la Biblia no han captado esto.
Hay otros dos pasajes de la Biblia que nos hablan de la plenitud de Dios. Efesios 3:19 dice: “Para que seáis llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios”, y Colosenses 2:9 nos habla de “toda la plenitud de la Deidad”. La Versión Unión china es una traducción muy buena de la Biblia; sin embargo, carece de revelación espiritual en la manera en que tradujeron estos versículos. Como consecuencia, pasa por alto el verdadero significado del texto original. La Biblia habla tres veces de la plenitud de Cristo y dos veces de la plenitud de Dios. Ambas menciones de la plenitud de Dios están relacionadas con Cristo.
La Biblia primero nos habla de la plenitud de Dios en Efesios 3, que dice que cuando Cristo haga Su hogar en nuestros corazones, podremos comprender las dimensiones de la plenitud de Cristo. También nos dice que cuando conozcamos el amor de Cristo que excede a todo conocimiento, seremos llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios. Esto nos muestra que la plenitud de Dios y la plenitud de Cristo son inseparables. Colosenses 2:9 dice: “Porque en Él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad”. Esto nos muestra claramente que la plenitud en Cristo es la plenitud de Dios. La plenitud de Cristo no es algo aparte de la plenitud de Dios. La plenitud que está en Cristo es la plenitud de Dios; en otras palabras, la plenitud de Dios está en Cristo.
El libro de Efesios nos habla de algo en el universo que es llamado la plenitud de Cristo, y que la plenitud de Cristo es la iglesia. La iglesia es la plenitud de Cristo; y como tal, la iglesia es el Cuerpo de Cristo. Sin la plenitud, no puede existir el Cuerpo, pues el Cuerpo es la plenitud. En otras palabras, la iglesia es el desbordamiento de Cristo.
Todos nosotros somos descendientes de Adán. Si alguien nos preguntara cuál es el tamaño de la familia de Adán, diríamos que es muy numerosa porque todos proceden de Adán y son Adán. Podríamos afirmar que la humanidad es la plenitud de Adán, el desbordamiento de Adán; todos los seres humanos son hijos de Adán, son sus descendientes. Adán fue un hombre que vivió en el huerto del Edén hace seis mil años; sin embargo, él tiene una plenitud; sus descendientes son su plenitud.
Tal vez alguien quiera llamarse chino o estadounidense; sin embargo, independientemente de si es chino o estadounidense, es un hombre en el mundo. Si conocemos la verdad, reconoceremos que somos descendientes de Adán, una pequeña parte de la plenitud de Adán, del desbordamiento de Adán. Si tenemos descendientes, ellos serán nuestra plenitud, así como los descendientes de Adán son la plenitud de Adán. No sólo somos iguales a Adán, sino que somos Adán. Así que, hablando con propiedad, es equivocado adoptar apellidos como Chang, Wang, Lee o Liu, sino que debemos apellidarnos Adán, puesto que cada uno de nosotros es Adán y todos somos el desbordamiento de Adán. Todas las personas de todos los siglos son el desbordamiento de Adán; este Adán, por tanto, es muy grande.
Sin embargo, Adán era sólo un tipo, una miniatura, de Cristo. Cristo es la realidad del tipo de Adán. Si la vida creada de Adán tiene un desbordamiento de tantos descendientes y es tal plenitud, ¡cuánto más la vida increada de Cristo será ilimitada e inconmensurable en Su plenitud!
Pablo sólo pudo describir esta plenitud usando la expresión “la anchura, la longitud, la altura y la profundidad”, porque esto es realmente inexplicable. La anchura, la longitud, la altura y la profundidad se refieren a lo que es inconmensurable; la plenitud de Dios es inconmensurable. Aunque la plenitud de Adán es muy vasta, con todo, es mensurable; únicamente la plenitud de Dios es inconmensurable. Sin embargo, la plenitud de Dios está escondida en Cristo, y la plenitud de Dios que está en Cristo es la plenitud de Cristo. Nosotros, los creyentes, todos hemos recibido de Su plenitud; hemos recibido la plenitud en Él. Esta plenitud es la vida de Dios, que es Cristo, y también es Dios mismo.
Lamentablemente, muchos de nosotros nos percatamos muy poco de la plenitud de Cristo. Tal parece que sólo nos percatamos de que somos pecaminosos y que aunque debiéramos haber perecido, Dios nos amó, nos perdonó, nos salvó y nos dio Su vida para que fuésemos hechos Sus hijos. Tal parece que no nos percatamos de ninguna otra cosa. Aun cuando muchos creyentes han avanzado mucho espiritualmente, aún no tienen un sentir muy profundo e interno acerca de este asunto llamado la plenitud. Nosotros no solamente tenemos vida en nuestro interior, sino que tenemos la plenitud en nosotros. Cuando fuimos salvos, recibimos de parte de Dios no sólo la vida, sino también la plenitud. Esta plenitud es inconmensurable.
Sin embargo, muchos de nosotros no nos percatamos en absoluto acerca de esta plenitud, es decir, no sentimos que tenemos algo dentro de nosotros llamado la plenitud; a lo más, sabemos que tenemos vida en nosotros, que el Espíritu Santo mora en nosotros, que Cristo hace Su hogar en nosotros y que Dios vive dentro de nosotros. Sin embargo, no nos damos cuenta de que este Dios, este Cristo, este Espíritu Santo y esta vida son una plenitud inconmensurable. Esto no es un entendimiento doctrinal, sino algo que sentimos en el espíritu. Debemos pedirle al Señor que nos conceda Su misericordia y nos permita sentir y comprender en nuestro espíritu que tenemos algo dentro de nosotros llamado la plenitud.
Aun si somos nuevos creyentes, debemos pedirle al Señor que nos muestre que poseemos la plenitud en nosotros desde que recibimos la vida de Cristo: “Porque de Su plenitud recibimos todos” (Jn. 1:16). En Él estamos llenos (Col. 2:10), y Su plenitud es toda la plenitud de la Deidad (v. 9). Como creyentes que somos, hay algo en nosotros llamado la plenitud. Esta plenitud es la plenitud de Cristo, y esta plenitud, que es toda la plenitud de la Deidad, se expresó primero en Cristo y ahora se expresa en la iglesia. La iglesia es el Cuerpo de Cristo debido a que la iglesia es esta plenitud (Ef. 1:23).
En nuestra experiencia, ¿estamos llenos? Muchos santos probablemente dirán: “Realmente estamos vacíos; estamos muy lejos de estar llenos”. Es preciso que sepamos que sin la plenitud, no puede existir el Cuerpo. Aunque somos la iglesia, no expresamos mucho el Cuerpo porque la plenitud aún no se ha manifestado en nosotros. Si bien hemos recibido esta plenitud, no permitimos que dicha plenitud sea manifestada; por lo tanto, esta plenitud no es vista en nosotros. Aunque participamos de esta plenitud, es como si no hubiésemos recibido de ella, pues sentimos que aún estamos vacíos. Al parecer no tenemos nada dentro de nosotros, y nuestra condición es muy pobre.
Esto no es simplemente un sentir que tenemos, sino que es nuestra verdadera condición. Debemos ver nuestra condición actual. Puede afirmarse que nuestros servicios, nuestras oraciones y la condición espiritual de cada uno de nosotros, todo ello, se encuentra en una condición de completa miseria, y que somos débiles y pobres. Esto es semejante a las palabras en Hymns, #1032, que dice: “Pobre y miserable, / Débil y herido, enfermo y adolorido”. Ésta es nuestra condición. ¿Dónde está el Cuerpo? ¿Se manifiesta la iglesia? ¿Pueden verse la autoridad y la gloria de Dios? Lo que vemos es pobreza y debilidad; vemos vaciedad y agotamiento, y vemos que los santos no toman la determinación de hacer algo. Esto significa que nosotros suprimimos y desechamos la plenitud que está en nosotros. Somos gente que tienen la fuente, la plenitud, pero vivimos como si no tuviéramos dicha plenitud.
De Su plenitud recibimos todos, y estamos llenos en Él. Sin embargo, ¿estamos realmente llenos? ¿Por qué son nuestras oraciones tan débiles? ¿Por qué somos tan pobres cuando nos ponemos en pie para hablar la palabra? ¿Por qué estamos tan vacíos cuando tenemos comunión con los demás? ¿Por qué no tenemos nada que suministrar a otros cuando los visitamos? Esto muestra que hay problemas y dificultades dentro de nosotros; en nuestro interior hay cosas que nos atan y nos estorban. Esta condición es anormal.
En mi cuarto viaje a Manila para dar una conferencia allí, me hospedé en el hogar de una hermana anciana. Una noche, después de la reunión, mientras tomábamos un refrigerio en la sala, le dije: “Esta merienda está muy completa y abundante”. Ella respondió, diciendo: “Tiene razón; es muy completa. Sus mensajes esta vez también han sido muy ricos; no son una repetición de mensajes anteriores. Yo pensé que en esta conferencia usted no tendría nada más que decir”. Al escuchar esto, puse la taza sobre la mesa, y mirándola a los ojos, le dije: “¿Cree usted que hay tan poco en mí que sólo puedo derramar tres tazas de agua? ¡No! ¿No se hadado usted cuenta de que la plenitud está en mí y también en usted?”. De Su plenitud recibimos todos, y gracia sobre gracia. Ni siquiera trescientas conferencias podrían agotar Su plenitud. Debemos ver que hemos sido conectados a una fuente que está dentro de nosotros y que es inconmensurable en la eternidad, es inconmensurable en el tiempo y también es inconmensurable en el espacio. Esta fuente se llama la plenitud, y se ha unido a nosotros en nuestro interior.
Un colaborador de Hong Kong me preguntó una vez: “Me parece extraordinario que siempre que me encuentro con usted, usted siempre está tan fresco. ¿Puede decirme cuál es su secreto?”. El secreto es que tenemos la fuente dentro de nosotros, y que de Su plenitud recibimos todos. Además de esto, todos estamos llenos en Él. Si no percibimos la plenitud que está en nosotros, sino que, en vez de ello, nos sentimos vacíos, viejos, débiles y pobres, debe de haber un problema en nosotros. Hay algo que nosotros estamos suprimiendo. Ésta es la razón por la cual las personas no pueden ver el Cuerpo. Pese a que somos cristianos, no se ve la expresión del Cuerpo entre nosotros. Por favor, recuerden que la iglesia es el Cuerpo de Cristo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.
Algunos podrían preguntar: “¿Qué significa la afirmación de que la iglesia es el Cuerpo?”. He escuchado a las personas orar de esta manera en la reunión de la mesa del Señor: “Oh Señor, somos Tu Cuerpo, pero nuestras alabanzas son demasiado pobres y débiles”. Esto me hace sentir incómodo, porque el Cuerpo no es pobre ni débil; si fuese pobre y débil no sería el Cuerpo. ¿Qué es el Cuerpo? El Cuerpo es la plenitud. En la reunión de la mesa del Señor debemos desbordar de alabanzas, diciendo: “Oh Señor, este pan nos muestra Tu Cuerpo”. Podemos exclamar: “¡Aleluya! Estamos aquí como Tu iglesia, como Tu Cuerpo”. Esta alabanza debe brotar en nosotros, fluir y desbordar de nosotros; debe ser un torrente de gracia sobre gracia. No sería nada agradable que partiéramos el pan y dijéramos: “Oh Señor, éste es Tu Cuerpo, pero por favor, no mires nuestra condición tan débil”. Por favor, recuerden que el Cuerpo es la plenitud de Cristo; el desbordamiento de Cristo en nosotros y entre nosotros es el Cuerpo.
Todos reconocemos que aún estamos en la carne y tenemos nuestras debilidades, pero interiormente hemos sido conectados a una fuente llamada la plenitud. Esta fuente es también llamada la anchura, la longitud, la altura y la profundidad; es un poder inconmensurable que opera dentro de nosotros. Muchas veces cuando nos sentimos tristes, esta fuente nos alienta, y nos levantamos. Muchas veces cuando no podemos tolerar cierta situación y hemos agotado todos nuestros recursos, esta fuente nos levanta como si nos hubieran quitado mil kilos de nuestros hombros. Un cristiano que siempre mantiene una cara triste no parece una persona que tiene la plenitud. Si una persona tiene la plenitud, la plenitud en su interior ciertamente prevalecerá y cambiará su rostro triste.
Un día un hermano me preguntó: “¿Por qué nunca lo he visto a usted triste?”. Lo miré a los ojos y le dije: “¿Y por qué debería estar triste?”. Que el Señor me cubra con Su preciosa sangre; no es que yo no lleve cargas pesadas o no tenga dificultades, pero puedo alabarle y decir que dentro de mí hay una fuente llamada la plenitud. Siempre que tengo contacto con esta fuente y permito que esta plenitud me anime tan sólo un poco, todas mis tristezas se van. Esto es Dios que se expresa por medio del hombre; ésta es la plenitud de Cristo, el Cuerpo de Cristo.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.