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Estudio-vida de Colosensespor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-0342-2
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LA PASCUA, EL MANÁ Y LA TIERRA

Cuando Pablo escribió 1 Corintios, él también usó cuadros del Antiguo Testamento. En 1 Corintios 5:7 vemos que Cristo es la Pascua, y en 10:3-4 vemos que Él es el maná. Según estos cuadros del Antiguo Testamento, los hijos de Israel fueron librados de Egipto mediante el cordero pascual y fueron sustentados en el desierto por medio del maná. El tabernáculo erigido en el desierto tipifica la vida de iglesia móvil. Esta vida de iglesia no es sólida ni está bien cimentada. Después de que los hijos de Israel entraron en la buena tierra y disfrutaron de la bendición prometida a Abraham, ellos edificaron el templo con piedras, las cuales representan las ricas e inescrutables provisiones de la buena tierra. El templo tipifica la vida de iglesia sólida. En 1 Corintios vemos la iglesia tipificada por el tabernáculo, mientras que en Colosenses y Efesios tenemos la iglesia tipificada por el templo. Por tanto, el Cristo que disfrutamos en Colosenses no es simplemente el cordero y el maná, sino la buena tierra, la porción de los santos.

Muchos maestros cristianos mencionan la pascua, el maná y el tabernáculo, pero dudo que hayan visto que la buena tierra es un tipo del Cristo todo-inclusivo. Este tipo de Cristo sólo se puede cumplir mediante el Espíritu. Es posible que los cristianos conozcan al Espíritu de Dios y no conozcan al Espíritu, es decir, al Espíritu vivificante y todo-inclusivo, quien es la expresión final y máxima del Dios Triuno procesado, como cumplimiento de la promesa de la buena tierra. Para nosotros, la buena tierra que Dios prometió a Abraham es el Espíritu. En otras palabras, el Espíritu es la bendición que Dios prometió a Abraham.

ANDAR EN EL ESPÍRITU

En Gálatas 5:16 Pablo nos exhorta a andar en el espíritu. El espíritu debe ser la esfera en la cual andamos. Además, en Gálatas 5:25 Pablo añade: “Si vivimos en el Espíritu, andemos también en espíritu” (gr.), lo cual indica que el Espíritu es nuestra buena tierra. El Cristo revelado en el Nuevo Testamento, especialmente en Colosenses, es la tierra de inescrutables riquezas. Esta tierra es Cristo, el Espíritu todo-inclusivo. ¡Aleluya, hemos recibido una parte de esta tierra por porción!

LA NECESIDAD DE UN ÉXODO

Si vemos esto, no permitiremos que la iglesia sea invadida por cosas que no son Cristo. Los colosenses fueron perturbados por las ordenanzas, las prácticas, la filosofía y el ascetismo, porque no vieron que Cristo, el Espíritu todo-inclusivo, era su porción, su buena tierra. En lugar de esta porción, ellos adoptaron muchas observancias, ordenanzas y filosofías. En principio, hoy sucede lo mismo en el cristianismo, el cual ha sido invadido por la cultura. Ni siquiera una pequeña parte de él ha escapado dicha influencia. Todo el cristianismo ha sido inundado por la cultura. El propósito del Señor en Su recobro es rescatarnos de todo esto y llevarnos a Cristo mismo. Originalmente, el mundo era Egipto; pero ahora, la religión del cristianismo ha llegado a ser un Egipto, donde el pueblo de Dios se encuentra esclavizado. Hoy el pueblo del Señor necesita un éxodo. Muchos podemos testificar que cuando entramos en la vida de iglesia, experimentamos un éxodo y fuimos librados de la potestad de las tinieblas.

ÚNICAMENTE CRISTO

Mientras los hijos de Israel vagaban por el desierto, se acordaban del sabor de los puerros, las cebollas y los ajos que habían disfrutado en Egipto; ellos aún añoraban esta clase de comida. Sin embargo, cuando entraron en la buena tierra, no llevaron consigo nada que tuviera el sabor egipcio. Esto habría sido una blasfemia para Dios. El hecho de introducir a la iglesia algo que no es Cristo, es también una blasfemia. En la buena tierra no hay puerros, cebollas ni ajos egipcios. En la buena tierra sólo se disfruta del producto de la tierra. Bajo este mismo principio, en la vida de iglesia no existe el “ajo” mundano, sino únicamente Cristo como la porción de los santos. Si vemos esto, seremos guardados de introducir algún elemento extraño en el Cuerpo de Cristo.

Hemos visto que la porción de los santos es Cristo, la buena tierra, es decir, el Cristo todo-inclusivo como Espíritu vivificante. En primer lugar, Cristo es la simiente que nos imparte vida. Luego, Él se convierte en el reino, el ámbito, la esfera en que vivimos y andamos. Por consiguiente, Cristo es nuestra simiente y nuestra tierra, nuestra vida y nuestra esfera. Tal es Cristo como la porción de los santos.


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