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Cristo que mora en nosotros seqún se ve en el canon el Nuevo Testamento, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-4916-1
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Actualmente disponible en: Capítulo 9 de 16 Sección 3 de 4

LA MANO DEL PADRE

La mano de nuestro Padre dispone todas las cosas. En todo lo que hacemos, incluyendo la obra del Señor, nosotros esperamos obtener cierto resultado, pero el resultado termina siendo otro. Muchas veces no entendemos por qué las cosas salieron de cierta manera. Quizás preguntemos por qué, pero la respuesta es siempre la misma. La mano de nuestro Padre lo dispuso así. Usted lo necesita, y yo también lo necesito. Todos lo necesitamos.

Por ejemplo, a los chinos les gusta escoger con calma a su pareja, e incluso lo hacen con la ayuda de sus padres. Pero los jóvenes estadounidenses son más sencillos. Después de conocerse por dos meses, terminan casándose. No obstante, no importa cuán selectivos seamos, esto no depende de nuestra elección. Todo depende de lo que la mano del Padre dispone. Usted no sabe qué clase de esposa necesita, pero el Padre sí sabe. Asimismo, usted no sabe qué clase de esposo necesita, pero el Padre sí sabe. Ninguna esposa es la esposa equivocada, y ningún esposo es el esposo equivocado. Todos fueron seleccionados por el Padre. Lo que recibimos es exactamente lo que necesitamos. La mano de nuestro Padre nunca se equivoca. Tal vez pensemos que hicimos una mala elección, pero Dios el Padre no se ha equivocado. Si Él con Su dedo meñique toca tan sólo un poco nuestros planes de matrimonio, dicho matrimonio nunca se llevaría a cabo. Muchas veces, cometía algunos errores. Me lamentaba muchísimo por ello, pero en seguida empezaba a darle gracias a Dios. “Padre, te agradezco porque cometí un error”. Me daba cuenta de que si no hubiese cometido ese error, no habría tenido una oportunidad tan buena para experimentar la gracia de Cristo.

Es fácil hablar acerca de tomar a Cristo como nuestra persona, pero llevar esto a la experiencia requiere de muchas presiones. Si no fuera así, no renunciaríamos a nuestra independencia. Necesitamos ser abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas. Incluso es necesario llegar al punto de perder la esperanza de vivir. Pablo dijo: “De hecho tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos” (2 Co. 1:9). Tener sentencia de muerte significa que, según el entendimiento de Pablo, él debía morir. Pero ¡aleluya! ¡Él fue resucitado!

Todos nosotros deseamos conseguir un buen trabajo, y los que trabajan en los negocios esperan obtener una ganancia. Sin embargo, a veces la ganancia pareciera irse a la luna. Esto sucede por obra de Dios. ¡Alabado sea el Señor! La mano del Padre lo dispuso así. Él lo dispuso para ponernos bajo presión, a fin de que no confiáramos en nosotros mismos, sino en el Dios vivo que resucita los muertos.

EL HOMBRE EXTERIOR ES CONSUMIDO,
PERO EL HOMBRE INTERIOR ES RENOVADO

La autobiografía de Pablo empieza con tribulación. Este hombre que experimentó a Cristo era un hombre que estaba agobiado más allá de sus fuerzas. Él sentía que estaba muriendo. Incluso tenía sentencia de muerte. Él había perdido la esperanza de vivir. ¿Qué significa todo esto? Sencillamente era la muerte del hombre caído. La muerte de Jesús fue inculcada en su vida. Y esa muerte de Cristo estaba efectuando la obra aniquiladora. No sólo era efectuada por el Espíritu viviente en su interior, sino también por medio de todas las circunstancias externas. Es por ello que dijo: “Por tanto, no nos desanimamos; antes aunque nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día” (4:16). El hombre interior es nuestro espíritu en el cual vive Jesús. Nuestro espíritu regenerado en el cual mora Cristo es el hombre interior.

Cristo vive con nuestro hombre interior, pero el problema es éste: ¿quién es la persona que vive, es Él o somos nosotros? Todos los días, desde la mañana hasta la noche, ¿por quién vivimos? ¿Vivimos por nuestro yo o por Cristo? Hemos escuchado muchos mensajes que nos dicen que debemos tomar a Jesús como nuestra persona. Pero ¿quién es realmente nuestra persona? Debemos orar de todo corazón: “Oh, Señor Jesús, perdóname, no te tomé mucho como mi persona hoy. Simplemente no viví por Ti”.

ALGO QUE ESTÁ BAJO PRESIÓN

Debemos comprender que el hecho de que Cristo more en nosotros no es una doctrina. Esto es una experiencia diaria. Si todos experimentamos diariamente al Cristo que mora en nosotros, esto enriquecerá la vida de iglesia y fortalecerá el testimonio de la iglesia. Sin embargo, nunca podemos llegar a tener esta experiencia siendo enseñados. Esto tiene que llevarse a cabo bajo presiones. Necesitamos ser abrumados sobremanera, más allá de nuestras fuerzas, al punto en que aun perdamos la esperanza de vivir. Incluso necesitamos tener en nosotros mismos sentencia de muerte. Éste es el propósito de Dios, puesto que solamente la muerte puede llevarnos a la resurrección. Todos tenemos que ser llevados al fin. Entonces confiaremos en el Dios vivo que resucita a los muertos.


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