Exhortación amorosa a los colaboradores, ancianos y los que aman y buscan al Señor, Unapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-0736-9
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En 1 Timoteo 1:15 dice: “Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero”. Cristo Jesús vino al mundo, el cual ya vimos que no es positivo. El entró en el mundo, en el linaje humano, para salvar a los pecadores. Pablo, como Saulo de Tarso, fue el peor pecador. Si Cristo hubiese venido sólo a salvar a los hombres dignos, a los justos, Pablo habría quedado descartado y no habría podido participar en la salvación. Cristo, al venir a salvar a los pecadores, los tomó como objeto de Su salvación. En Su corazón tiene el deseo de salvarnos a nosotros, los pecadores del mundo.
En 1 Juan 4:10 dice “En esto consiste el amor, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que El nos amó a nosotros, y envió a Su Hijo en propiciación por nuestros pecados”. Tal vez nunca nos haya impresionado el significado intrínseco de versículos como éste. Por ejemplo, al decir Dios es amor; no es que nosotros amemos a Dios, sino que El nos amó a nosotros. Nunca nos importó Dios y lo abandonamos. Nosotros, en este versículo se refiere al mundo. Dios no sólo amó al mundo, sino que también nos amó a nosotros. Además, su amor se muestra en que envió a Su Hijo como propiciación por nuestros pecados.
Mateo 9:10-13 dice: “Y aconteció que estando El reclinado a la mesa en la casa, he aquí que muchos recaudadores de impuestos y pecadores, que habían venido, se reclinaron a la mesa con Jesús y Sus discípulos. Cuando vieron esto los fariseos, dijeron a Sus discípulos: ¿Por qué come vuestro Maestro con recaudadores de impuestos y pecadores? Mas El, al oír esto, dijo: Los que están fuertes no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. Id pues, y aprendan lo que significa: ‘Misericordia quiero, y no sacrificio’. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores”. La casa mencionada aquí no es una casa donde vivían corporativamente, sino la de pecadores y recaudadores de impuestos. Sin embargo, Jesús, el Dios-hombre, comía con ellos reclinado a la mesa. El disfrutó ese rato con todos los pecadores, los recaudadores de impuestos, y los antiguos “bandidos”. Esto ofendió a los fariseos, a quienes se les puede comparar aquí con algunos que establecen normas en las casas donde se vive corporativamente. Los fariseos de las casas de hermanos vinieron y le preguntaron a Jesús por qué comía con los “bandidos” y los “asaltantes”. El Señor respondió que los que están sanos no tienen necesidad de médico. Si tienen suficiente salud para vivir corporativamente siguiendo las normas, entonces no necesitan un grupo vital en donde recibir “tratamiento”. Un hombre fuerte y saludable no necesita ir a la clínica. Jesús, el Hijo de Dios, no vino a los fuertes, pues éstos no lo necesitaban; vino a los enfermos. Los grupos vitales no se forman para ayudar a los fuertes, sanos y capaces de vivir corporativamente, sino para los que regresan a la casa de los hermanos después de la medianoche. Dios desea misericordia, no sacrificio. A El no le agrada que sacrifiquemos muchas cosas, sin tener misericordia. En 1 Corintios 13:3 dice: “Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a otros, y si entregase mi cuerpo para gloriarme, y no tengo amor, nada me aprovecha”. Darlo todo a otros sin amor, no vale nada. La misericordia nos conduce al amor. Amar a los pobres requiere que nosotros tengamos misericordia de ellos. El Señor no vino a llamar a justos, sino a pecadores. Así es Su corazón.
En Lucas 7:34-50 también se habla de que el Señor Jesús estaba con pecadores y recaudadores de impuestos. El versículo 34 dice: “Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y decís: He aquí un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de recaudadores de impuestos y de pecadores”. Si vemos a un hombre bebiendo cerveza, ciertamente nos alejaremos de él. Preferimos visitar a un santo que se conduce rectamente en una casa de hermanos o hermanas. Ahora esta clase de espíritu se está esparciendo por todo el mundo en el Recobro del Señor. Amamos a aquellos que se conducen rectamente en la vida corporativa, pero no a los que van al cine o toman cerveza. Tal vez sólo los critiquemos. Este espíritu predomina en todas las iglesias. Algunos pueden atacarme diciendo: “¿No nos enseñó usted que no debemos tomar cerveza? Sí, yo les enseñé eso, pero ése no es el único lado de la moneda. Sin duda, en la Nueva Jerusalén nadie beberá cerveza. En ese tiempo los borrachos estarán en el lago de fuego. Pero hoy Cristo es la escalera celestial. No es una escalera tendida en el piso, sino una escalera erguida. Antes estábamos en el “infierno”. Cuando yo tenía menos de veinte años, jugaba mah-jong [N. del T. un juego de dados popular en China] a escondidas de mi madre, pues a todos los chinos nos gusta jugarlo. Pero un día la escalera celestial se me apareció, y subí por ella. Dejé la mesa de dados y subí a la Nueva Jerusalén.
No puedo olvidar a cierto pastor que, aunque yo jugaba a los dados, venía cada semana a mi casa. Mi hermana mayor estaba estudiando en un distinguido seminario para mujeres. Ella amaba al Señor, y sabía que yo todavía no había sido ganado por el Señor, así que ella me encomendó a este pastor, por lo cual él venía a visitarme cada semana. Esto lo hizo por unos tres o cuatro meses; sin embargo, no me hablaba mucho. Hasta que en cierta ocasión, en el mes de diciembre, me dijo: “Señor Lee, usted estará muy ocupado hasta fin de año debido a que en su negocio está muy activo; así que, no vendré la semana siguiente. Esperaré hasta que las festividades de año nuevo hayan concluido”. Efectivamente, no vino esa semana; sin embargo para mi sorpresa, la escalera celestial vino a mí. Para todos los chinos, el segundo día del año nuevo en China es un día de desenfreno, juegos de azar y de diversión. Ese día, me levanté y me puse la mejor ropa que tenía. Después del desayuno, mi madre me preguntó: “¿Qué vas a hacer hoy?” No sabía qué responder y, sin pensarlo, dije: “Voy a la iglesia del pastor Yu”. Ella se alegró mucho. Entonces fui a esa denominación. Aquélla fue la primera vez que subí la escalera celestial. Cristo fue a una casa llena de pecadores y publicanos. Los grupos vitales, los colaboradores y los ancianos deben tener ese mismo espíritu e ir a las peores casas para ganar a las personas y conducirlas a Cristo, la escalera celestial, para que asciendan por El.
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