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Pensamiento central de Dios, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7041-7
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Actualmente disponible en: Capítulo 13 de 14 Sección 2 de 3

TODA LA CIUDAD ES DE ORO

El quinto aspecto de la Nueva Jerusalén es que toda la ciudad es de oro. En todas las Escrituras el oro representa la naturaleza divina, la naturaleza de Dios el Padre. La ciudad misma es de oro puro, sin ninguna mixtura (Ap. 21:18b). Esto nos da a entender que la iglesia tiene que ser ciento por ciento de Dios, es decir, tiene que estar absolutamente constituida de la naturaleza divina. Sin embargo, hoy en día, entre los cristianos, la iglesia es una mixtura, pues en parte está constituida de la naturaleza divina y en parte está constituida de la naturaleza humana caída. Si anhelamos la verdadera vida de iglesia, la iglesia misma tiene que ser de oro, es decir, tiene que estar absolutamente constituida de la naturaleza divina. En cuanto a esto, necesitamos que la cruz opere en nosotros para purificarnos y purgar todo nuestro ser.

Hace unos treinta años, escuché un breve mensaje que decía que ser puros es distinto de ser limpios. Al principio cuando escuché esto, no pude entenderlo y quedé muy sorprendido. Pensaba que ser limpio era suficiente. Sin embargo, el orador decía que aún era necesario que fuésemos purificados, así como el oro puro tiene que ser purificado al grado de estar libre de toda mixtura y llegar a ser transparente. Desde entonces el Señor gradualmente me ha mostrado la diferencia entre ser limpio y ser puro. Es posible que un querido hermano sea muy amable, afable y limpio; pero que aun así, haya mixtura en él. En dado caso él no es transparente, sino opaco. A pesar de que es amable y limpio, no percibimos transparencia en él. Cuando estoy rodeado de hermanos en quienes hay mixtura, digo: “Señor, líbrame. Estoy en una ‘celda’ en la que todas las paredes son opacas”. Cuanto más hablan tales hermanos, más están en tinieblas, aunque sean personas limpias. Ser limpios es una cosa, y otra muy distinta es ser puros y transparentes. Otras veces usted puede encontrarse con un santo en el Señor y percibe que no solamente es una persona limpia, sino también transparente, como el vidrio claro. Yo mantuve una estrecha relación con el hermano Watchman Nee por más de treinta años. Durante todos esos años, siempre que estaba con él, tenía la sensación de que él era un hombre transparente. Cuando me sentaba a conversar con él, podía ver “a través” de él. Siempre que daba un mensaje desde la plataforma, quienes lo escuchaban podían percibir que él era una persona diáfana y transparente. Cuando abría su boca para tan sólo decir unas cuantas palabras, uno podía percibir que todo se hacía transparente. Hermanos y hermanas, debemos tener claro que no basta con que seamos personas limpias. Tenemos que ser purificados mediante la muerte del Señor en la cruz.

EL RÍO DE AGUA DE VIDA PROCEDE
DEL TRONO DE DIOS Y DEL CORDERO

El sexto aspecto que debemos considerar en cuanto a la Nueva Jerusalén es el río de agua de vida que procede del trono de Dios y del Cordero (22:1). Cuando tenemos a Dios como luz en la redención realizada por Cristo el Redentor, cuando estamos bajo la autoridad y reconocemos el hecho de que Cristo es tanto la Cabeza como el Señor, cuando experimentamos la naturaleza divina entre nosotros, entonces tenemos un fluir de vida, una corriente viva, que fluye continuamente entre nosotros. Este fluir del agua viva es la comunión de toda la ciudad, y es el origen, la fuente, el pozo, del suministro de toda la ciudad. Adonde llega el fluir del río, allí tenemos el suministro. Este fluir de la corriente viva procede de la experiencia que tenemos de Cristo como Señor y Cabeza, una experiencia que se tiene en la redención realizada por Cristo y con la luz de Dios. Si dejamos de admitir que en la iglesia el Señor es la Cabeza y no reconocemos la autoridad divina, no podremos experimentar la corriente viva fluyendo entre nosotros continuamente. Supongamos que nosotros, como un grupo de creyentes, nos reunimos para experimentar la unidad del Cuerpo de Cristo y para tratar de practicar la vida de iglesia; pero cuando nos reunimos, todos nos peleamos unos con otros. En ese caso, ¿creen ustedes que existe alguna posibilidad de que la corriente viva fluya entre nosotros? No, no existe ninguna posibilidad. En tanto que el trono de Dios haya desaparecido, la fuente del agua viva también habrá desaparecido, porque el agua viva procede del trono de Dios. En tanto que usted no conozca de manera concreta la autoridad, el señorío, de Cristo en el orden divino, habrá perdido la fuente del agua viva. Pero si nosotros, bajo la autoridad divina y en la redención realizada por el Redentor y en la luz de Dios, conocemos de una manera concreta el señorío de Cristo y la autoridad de Cristo como cabeza, el río de agua de vida fluirá continuamente para traernos el suministro de vida.

¿Qué representa este río de agua viva? Sin duda alguna, éste es un símbolo del Espíritu Santo. Esto nos lo confirma Juan 7:37-39. En el versículo 38 el Señor nos dijo que aquel que crea en Él, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Luego el versículo 39 dice: “Esto dijo del Espíritu”. El Espíritu Santo, a quien el Señor nos ministra, es un río de agua de vida que fluye en nuestro interior. Por lo tanto, en el cuadro de la Nueva Jerusalén vemos a Dios el Padre como la luz, a Dios el Hijo como el Redentor y a Dios el Espíritu como Aquel que fluye. Con Dios el Padre tenemos la luz, con Dios el Hijo tenemos la redención y con Dios el Espíritu tenemos la vida. Por esta razón, Él es llamado el Espíritu de vida (Ro. 8:2). Dios como nuestra vida fluye continuamente. En primer lugar, Él fluye en el Hijo, y luego fluye como Espíritu. Él es la luz, Él efectuó la redención en el Hijo y Él fluye como Espíritu para ser el suministro de vida. Aquí tenemos la luz, la lámpara y el río, y aquí tenemos al Dios Triuno. La luz es el Padre, la lámpara es el Hijo y el río es el Espíritu. Si en la vida de iglesia conocemos por experiencia la autoridad de Cristo la Cabeza en la luz y por medio de Su obra de redención, recibiremos al Espíritu que fluye continuamente en nosotros y entre nosotros como nuestro suministro de vida. Éste es un requisito para la vida de iglesia. Si no tenemos esto, estaremos sedientos y secos.


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