Iglesia como el Cuerpo de Cristo, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-4182-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En Juan 8:36 Jesús dijo: “Así que, si el Hijo os liberta, seréis verdaderamente libres”. Hay otro elemento hallado en la plenitud de Cristo, y es que libera a las personas. Creo que muchos de nosotros hemos tenido este tipo de experiencia. Cuando la condición de una iglesia local es normal, cuando una iglesia local es fuerte, las reuniones siempre harán que la gente se sienta liberada. Aunque es posible que interiormente nos sintamos oprimidos, atados, turbados e incapaces de levantarnos, muchas veces en la reunión de oración o en la reunión del partimiento del pan, todo nuestro ser es liberado, caen todas nuestras ataduras y obtenemos la verdadera liberación, pese a que en dichas reuniones no haya mucho hablar.
Hay un elemento en la reunión que hace que toquemos la libertad y eso nos da libertad. Esto no es algo que sólo se aplica a las reuniones, pues si los servidores, los hermanos responsables y los santos viven en la plenitud de Cristo y en el desbordamiento de Cristo, las personas se sentirán liberadas al tener contacto con ellos. Al relacionarse con ellos y conversar con ellos, las personas serán libertadas interiormente. Algunos pueden decir que esto es simplemente un efecto psicológico; sin embargo, los asuntos espirituales son más reales que cualquier otra cosa. Si Cristo ha ganado terreno en nosotros y esto puede manifestarse en nuestro vivir, comprobaremos que hay un poder en nosotros que es capaz de liberar a otros. En otras palabras, si permitimos que Cristo tome el terreno en nosotros, podremos liberar el espíritu de otros. Por otra parte, si nosotros mismos estamos atados, no podremos liberar a otros.
Supongamos que los ancianos de una iglesia local están atados, Cristo está ausente y el diablo ha entrado en la iglesia. Todos los santos de esa localidad estarán atados. Los ancianos, los diáconos y los santos estarán atados. Aun cuando vengan a la reunión y canten: “Aviva Tu obra, Oh Señor” (Hymns, #797), no serán liberados. No importa cuánto canten, la iglesia no será reavivada, y nadie experimentará liberación en esa reunión. Todos se sentirán restringidos y atados. Antes de entrar a la reunión, una persona que se sentía hasta cierto punto liberada, libre y tranquila, después de que se sienta y empieza a cantar “Aviva Tu obra, Oh Señor” en esa atmósfera, todo su ser estará atado, y no podrá moverse. Hemos experimentado esta clase de agonía. Mientras que orábamos en casa, nuestro espíritu estaba libre. Pero tan pronto como entramos en la reunión, todo nuestro ser fue atado, y la atmósfera de la reunión nos sofocaba. Cuando esto sucede, debemos comprender que hay un problema en la reunión. Los hermanos responsables tienen algún problema, y los santos han tomado o muy pocas o ninguna medida delante del Señor. Como resultado, la plenitud ha disminuido, y en las reuniones hay ataduras y falta de libertad.
No podemos fingir ante los demás que hemos sido quebrantados y somos vivientes delante del Señor, que Él se ha edificado en nosotros y que la iglesia es la expresión del Cuerpo de Cristo. Las personas lo sentirán de inmediato cuando tengan contacto con nosotros. De igual manera, no podemos disimular la condición de nuestra localidad. La condición será fría o caliente, deficiente o rica, en la carne o en Cristo. En cuanto las personas tengan contacto con nosotros, tocarán la realidad interna. Nada es tan real como los asuntos espirituales; es imposible fingir estas cosas.
Algunas personas están en Cristo, permiten que Él las gobierne y se desborde y fluya de su interior. Éstas son personas que han sido quebrantadas, restringidas y gobernadas por el Espíritu Santo. Cuando estamos en medio de ellas, nos sentimos libertados y libres, no importa cuán pesada sea la carga o cuán difícil sea la situación que nos oprime. Tan pronto como entramos en una reunión donde ellos están, todo nuestro ser se siente libre y liberado. Esto se debe a que en la plenitud de Cristo hay libertad. Si el Hijo de Dios nos liberta, seremos verdaderamente libres. De Su plenitud hemos recibido todos, y gracia sobre gracia. Si vivimos en Él y permitimos que Su plenitud sea expresada, habrá algo en nosotros que libera a los demás.
Otro elemento hallado en la plenitud es la gloria. El apóstol Juan dijo: “Contemplamos Su gloria, gloria como del Unigénito del Padre” (Jn. 1:14). Esta gloria es la gloria del Unigénito del Padre. En 17:22 el Señor dijo: “La gloria que me diste, Yo les he dado”. ¿Cuál es esta gloria? Es difícil responder a esta pregunta. Tal vez sintamos que en una reunión todo carece de valor y que no tiene peso alguno; todo parece trivial. Independientemente de si un hermano responsable da un mensaje u otro hermano da una exhortación, los santos tienen la sensación de que todo es trivial. Esto no es gloria.
En 1942 yo estaba compartiendo un mensaje en Nanking, plenamente bajo la autoridad del Señor, y la atmósfera de la reunión era muy solemne. Después que terminé de hablar, un hermano responsable se puso en pie y anunció una boda. El anuncio se hizo de una manera muy frívola, y no comunicó a los santos ningún sentir de gloria. Sin embargo, a veces un hermano responsable puede ponerse de pie para dar un breve anuncio, y los santos perciben que dicho anuncio tiene peso y es glorioso. Hubo ocasiones en que escuchamos algunas oraciones en la reunión del partimiento del pan que nos permitieron sentir una atmósfera gloriosa. Era gloriosa sobremanera. Esta gloria nos hizo percibir la grandeza de la reunión, y tocamos al Señor mismo en esa gloria.
¿Qué es la gloria? La gloria es Dios manifestado ante los hombres. Cada vez que un hombre toca a Dios, percibe gloria; y cada vez que está ante la luz de la presencia de Dios, percibe la gloria. La gloria es Dios expresado ante los hombres. Cuando Dios logra pasar a través de una iglesia, derribarla y edificarse a Sí mismo en ella, Él puede salir del interior del hombre. Entonces, todo el que tenga contacto con la iglesia, sentirá la gloria. Cada vez que Dios sale, las personas tendrán el sentir de gloria.
Sentimos la gloria cuando Dios sale en el mensaje de un hermano. Sin embargo, si un hermano exhibe su carne al dar el mensaje, interiormente sentiremos que dicho mensaje es bastante bajo y vil. Aunque no digamos nada, agacharemos la cabeza. Esto está en contraste con la manifestación de Dios, que es la gloria. Lo que indica si una iglesia local expresa el Cuerpo, si ella es la expresión de la plenitud de Cristo, es lo que sienten las personas cuando están en medio de los santos. ¿Perciben ellos algo bajo y vil o perciben la gloria? Cuando una persona vive en la presencia de Dios, aun cuando sólo se ponga en pie para presentar a los hermanos y hermanas, lo hará de una manera gloriosa. No podemos obtener esta gloria imitando a otros, ni podemos engañar a otros. No podemos fingir ninguno de los asuntos espirituales, como por ejemplo, cuánto Dios ha podido pasar a través de nosotros, cuánto hemos permitido que Él nos edifique, cuánto de Dios se ha forjado en nuestra constitución intrínseca, cuánto hemos sido quebrantados y edificados por Dios, cuánto de Dios se ha mezclado con nosotros, y cuánto hemos entrado nosotros en Dios. Cuando las personas tengan contacto con nosotros, ellas percibirán la presencia o la ausencia de gloria.
Esta plenitud contiene otro elemento: amor. El Evangelio de Juan no nos dice que Dios es amor; esto nos lo dice 1 Juan 4:8. Puesto que el Señor es el Dios encarnado que expresa la plenitud de Dios, el amor debe ser uno de los elementos que se incluyen en Su plenitud. En general, en lo que se refiere al amor, el amor humano y el amor de Dios son dos cosas completamente diferentes. El amor que se halla en la plenitud no es el amor humano, sino el amor divino. Si nuestro amor se origina únicamente en nosotros mismos, esto hará que los demás únicamente perciban nuestra persona. Pero si se origina en Dios, ellos percibirán a Dios. El amor es uno de los elementos hallados en la plenitud; este amor no es el amor humano, sino el amor de Dios. Si una iglesia local vive en Dios y, por ende, expresa la plenitud, las personas tocarán el amor de Dios en medio de ellos. Las personas sentirán una atmósfera cálida, consuelo y compasión. Ellos sentirán que están en casa.
Si las personas acuden a nosotros, aun cuando sólo sea para llorar, esto es muy bueno. Si nadie puede llorar delante de nosotros, debemos saber que no emana de nosotros mucho de Dios. Si Dios emana de nosotros, las personas se nos acercarán. Debemos comprender que no es fácil derramar lágrimas. Cuando las personas derraman lágrimas delante de nosotros, eso indica que están siendo consoladas por nosotros, es decir, que se sienten apreciadas y confortadas con nosotros.
Si la reunión de la mesa del Señor está llena de la presencia del Señor, llena de la expresión de la plenitud, muchas personas derramarán lágrimas en la reunión. Esto se debe a que tocan amor, afecto y compasión. Sin embargo, si en una reunión de la mesa del Señor no se encuentra la presencia del Señor ni hay amor, eso significa que la plenitud no está allí. Mientras algunos santos cantan y oran, otros se muestran indiferentes, pues miran a todos lados y agachan la cabeza apenas notan que alguien los está mirando. ¿Será que esto describe nuestra verdadera condición? ¿Será posible que en nuestras reuniones las personas escuchen que los santos canten y oren, pero no tocan ningún afecto, consuelo y compasión? El afecto, el consuelo y la compasión son señales de que hay amor. Si una reunión expresa la plenitud, en dicha plenitud habrá amor, y las personas recibirán afecto, consuelo y compasión. Al tocar estas cosas, ellas sentirán la realidad de la iglesia como el Cuerpo, la plenitud.
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