Conclusión del Nuevo Testamento, La (Mensajes 099-113)por Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6999-2
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En este mensaje abarcaremos más símbolos de los creyentes: bueyes que trillan, corredores en una carrera y atletas en una competencia, obreros de carpintería, madres que amamantan, padres, sabios arquitectos, embajadores, mayordomos, cautivos de Cristo en Su desfile triunfal y portadores de incienso.
Ahora abordaremos otro símbolo poco usual de los creyentes: bueyes que trillan. En 1 Corintios 9:9 y 10a los creyentes son comparados a bueyes que trillan la siega: “En la ley de Moisés está escrito: ‘No pondrás bozal al buey que trilla’. ¿Será que Dios tiene cuidado de los bueyes? ¿O lo dice enteramente por nosotros? Sí, por nosotros se escribió”. Aquí Pablo cita el Antiguo Testamento de una manera maravillosa y lo aplica a la situación actual de los creyentes, en particular, de aquellos que laboran sirviendo al Señor.
En 1 Timoteo 5:18 Pablo nuevamente cita Deuteronomio 25:4 al decir: “No pondrás bozal al buey que trilla”. Según el contexto, aquellos que laboran en el ministerio de la palabra y la enseñanza (v. 17) pueden estar completamente ocupados en esto, dedicándole todo su tiempo a ello; por tanto, la iglesia y los santos deben preocuparse por el sustento diario de ellos. Por esta razón, en el versículo 18 Pablo se refiere a lo que la Escritura dice acerca de no poner bozal al buey que trilla.
En 1 Corintios 9:9 Pablo se comparó a un buey que labora para Cristo. Sin embargo, los corintios quería ponerle un bozal, esto es, querían que trabajase sin ser alimentado. Por esta razón, Pablo les indicó que mientras los bueyes trabajan trillando la siega, sus bocas no deben tener bozal.
En lugar de tener bozal, los bueyes que trillan deben comer de aquello que trillan. Esto significa que mientras ellos trabajan para trillar la siega, deben estar libres para comer de aquello que trillan.
“¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos corren, pero uno solo recibe el premio? Corred así, para ganar. Todo aquel que compite en los juegos, en todo ejerce dominio propio; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible” (1 Co. 9:24-25). Estos versículos revelan que los creyentes son corredores en una carrera y atletas en una competencia. La vida cristiana es una carrera que tenemos que correr con éxito y un juego en el que debemos competir. El premio es una recompensa en calidad de incentivo; la frase para ganar denota obtener el premio.
Si consideramos el versículo 24 con relación al versículo 23, veremos que correr en una carrera es laborar, pero que ganar el premio es disfrutar. Al predicar el evangelio en la actualidad, estamos corriendo la carrera; pero al recibir una recompensa, un premio, en la venida del Señor Jesús tendremos un disfrute particular.
En 9:17 Pablo habla de una recompensa, y en Hechos 20:24 él se refiere a la carrera: “De ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera, y el ministerio que recibí del Señor Jesús para dar solemne testimonio del evangelio de la gracia de Dios”. Pablo consideraba su predicación del evangelio como equivalente a correr la carrera cristiana. En 1 Corintios 9:24 se nos indica que todos los creyentes están corriendo la carrera. Pablo nos exhorta a correr de modo que obtengamos, ganemos, el premio.
En 1 Corintios 9 se nos revela que la carrera cristiana involucra la predicación del evangelio. Predicar el evangelio es impartir a Cristo en los demás. Al impartir a Cristo en aquellos que reciben nuestra predicación, nosotros corremos la carrera cristiana. Sin embargo, debido a que muchos creyentes en la actualidad no corren la carrera, tenemos necesidad de las palabras de Pablo: “Corred así, para ganar”.
El premio en el versículo 24 es una recompensa a manera de incentivo, y esta recompensa es una corona incorruptible, la cual el Señor dará a Sus santos vencedores que ganen la carrera. Esta recompensa es dada en añadidura a la salvación (He. 10:35). La salvación eterna se obtiene mediante la fe y no tiene nada que ver con nuestra obra (Ef. 2:8-9), mientras que la recompensa se obtiene por las obras que realizamos después que somos salvos (1 Co. 3:8, 14). Podríamos no recibir una recompensa sino sufrir pérdida, aun cuando hayamos sido salvos, debido a que carecemos de las obras que el Señor aprobaría (v. 15). La recompensa nos será dada conforme a nuestras obras cuando el Señor regrese (Mt. 16:27; Ap. 22:12; 1 Co. 4:5). Esto será decidido por el tribunal de Cristo (2 Co. 5:10) y disfrutado durante el reino venidero (Mt. 25:21, 23). El apóstol Pablo se esforzaba por obtener tal recompensa (1 Co. 9:24-27; Fil. 3:13-14; 2 Ti. 4:7-8).
Todos nosotros, quienes creemos en Cristo, hemos recibido Su salvación por medio de la fe en Él. Esto quedó establecido una vez y para siempre. Pero si hemos de recibir una recompensa de Él o no, depende de cómo corramos. Aquí, en 1 Corintios 9, Pablo estaba corriendo la carrera (Fil. 3:14). En Filipenses, una de sus últimas epístolas, él seguía corriendo. No fue sino hasta el último momento de su carrera, en 2 Timoteo 4:6-8, que Pablo tuvo la certeza de que sería recompensado por el Señor en Su manifestación. Con miras a este premio, el apóstol exhortó a los creyentes a correr la carrera para que obtuvieran la recompensa.
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