Lecciones de la verdad, nivel uno, tomo 1por Witness Lee
ISBN: 978-0-87083-242-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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La substitución genuina se basa en unión. Adán y Eva eran pecaminosos, y los corderos fueron matados y su sangre fue derramada por sus pecados. Pero si los corderos y Adán y Eva hubieran sido separados los unos de los otros, los corderos no podrían haber substituido por ellos. Una vez que Adán creyó en el evangelio, Dios le cubrió con una túnica de pieles de cordero, y él se hizo uno con el cordero. El pecador se había hecho uno con el substituto. Esto es la unión. La unión causa la eficacia de la substitución. Una vez que participamos en esa unión, todo lo que el substituto ha realizado es nuestro. Cristo lo ha hecho todo por nosotros en la cruz. Puesto que nosotros somos uno con Cristo, todo lo que Cristo ha realizado en la cruz llega a ser nuestro. Por tanto, cuando Adán y Eva se pusieron las túnicas de pieles hechas por Dios, eso tipificó que ellos habían creído hacia adentro Cristo y que se habían hecho uno con Cristo.
Abel trabajó y vivió para Dios; también él vivió por Dios. El era el que daba de comer a las ovejas para Dios (Gn. 4:2, heb.). Durante el tiempo de Abel los corderos no podían ser comidos por los hombres, porque antes del diluvio a los hombres se les permitió alimentarse de vegetales y frutas solamente (Gn. 1:29). Por lo tanto, el que Abel diera de comer a las ovejas no era para buscar comida para su propia existencia. El no trabajó y vivió para sí mismo como Caín, sino para la satisfacción de Dios como Dios lo deseaba. Parece que el propósito e interés de su vida era satisfacer a Dios según el camino de Dios.
Abel no presentó su sacrificio según su concepto, pensamiento o camino, sino conforme al camino de la salvación de Dios. El adoraba a Dios conforme a Su revelación (He. 11:4). El sabía que había nacido de padres caídos y que era maligno, pecaminoso y contaminado ante los ojos de Dios. El necesitaba una ofrenda con el derramamiento de sangre para satisfacer el requisito justo de Dios y las pieles del sacrificio para cubrir el hombre desnudo. Por consiguiente, la Biblia dice que Abel trajo de los primogénitos de sus ovejas, y de la grasa de los mismos (Gn. 4:4). Cuando él ofreció la grasa, el sacrificio fue matado y la sangre fue derramada. El derramamiento de la sangre era para su redención, y el quemar de la grasa era para la satisfacción de Dios. El hizo esto conforme a la instrucción de sus padres. Lo que Abel hizo correspondió exactamente a los requisitos de la ley mosaica que fue dada más tarde por Dios. Esto prueba que su manera de adorar a Dios era conforme a la revelación de Dios, no según su concepto.
Según Números 18:17, el primogénito de vaca o de oveja, que es un tipo de Cristo, no lo podían comer los hijos de Israel; tenían que ofrecerlo a Dios. Por tanto, en la tipología Abel ofreció Cristo a Dios. El ofrecer del primogénito de vaca u oveja tenía dos factores: la sangre, la cual fue rociada sobre el altar para la redención, y la grosura, la cual fue quemada en el altar como una ofrenda, como un sabor agradable para el Señor para Su satisfacción. El Señor Jesucristo tenía estos dos factores. El tenía la sangre que fue derramada por nosotros y la grosura que satisfizo el deseo de Dios. Abel, viendo el camino para la redención de Dios, presentó semejante ofrenda a Dios y fue aceptado por Dios.
Enós significa el hombre frágil y mortal. Después de la caída, no solamente se volvió vana la vida humana, sino que también el hombre se volvió frágil y mortal. Cuando veamos que nuestra vida es vanidad y que nosotros mismos somos frágiles, espontáneamente invocaremos el nombre del Señor. Esta es la razón por la cual Génesis 4:26 dice: “Entonces los hombres comenzaron a invocar el nombre de Jehová”. Desde el tiempo de Enós, la tercera generación de la humanidad, los hombres empezaron a invocar el nombre del Señor, reconociendo su debilidad, fragilidad y mortalidad.
En hebreo, la palabra para “el Señor” es Jehová. El nombre Jehová empieza a aparecer desde Génesis capítulo dos; se usa primeramente para Dios con relación al hombre. Jehová es el nombre para el Dios que entra en una relación íntima con el hombre. Por tanto, Génesis 4:26 no dice que los hombres empezaron a invocar el nombre de Dios, sino el nombre de Jehová. Los hombres no invocaron a Aquel que creó todas las cosas, sino a Aquel que estaba tan cerca a ellos, a Aquel que estaba relacionado con ellos de manera muy íntima. El nombre Jehová significa “YO SOY EL QUE SOY” (Ex. 3:14); El es Aquel que existe desde la eternidad hasta la eternidad. El es Aquel que era en el pasado, que es en el presente, y que será en el futuro para siempre. El es el Eterno. Cuando los hombres se dieron cuenta de que eran frágiles y mortales, empezaron a invocar a Jehová, el Eterno. Este invocar empezó aun con la tercera generación humana. Se continúa a lo largo de la Biblia, y también fue practicado por los santos del Nuevo Testamento (Hch. 9:14; 22:16; 1 Co. 1:2).
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