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Terreno genuino de la unidad, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-3873-8
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Actualmente disponible en: Capítulo 8 de 10 Sección 3 de 3

NO ELEVAR NADA QUE NO SEA CRISTO

Si estudian la situación en la que está la cristiandad actual, verán que todas las divisiones son cierta clase de elevación. Es bueno enseñar la Biblia, pero el estudio de la Biblia no debe convertirse en un lugar alto que separe al pueblo de Dios. Esto mismo se aplica en cuanto a la práctica de orar-leer. Ustedes pueden considerar que esta práctica es muy provechosa; sin embargo, no deben elevarlo al insistir que todos practiquen orar-leer en las reuniones. Si elevan la práctica de orar-leer, la harán incluso que ésta sea una causa de división. Tenemos que pedirle al Señor que tenga misericordia de nosotros para que no exaltemos nada que no sea Cristo. Si nuestra actitud sigue siendo de elevar nuestras opiniones o preferencias, erigiremos un “lugar alto”, un lugar de división. Esto es lo que sucedió en 1963 entre algunos de los hermanos que querían mantener aquella reunión unificada en Los Ángeles. Los que se oponían a hablar en lenguas elevaban su actitud y preferencias, y los que abogaban por dicha práctica exaltaban las suyas. Ninguno de los dos grupos estaba dispuesto a considerar mis palabras acerca de cuidar el sentir de los demás; más bien, cada uno deseaba hacer su voluntad. Tal deseo los condujo a erigir “lugares altos”.

Todos nosotros, especialmente los jóvenes, debemos aprender a no elevar nada aparte del Señor Jesús. Solamente Él debe ser exaltado. En la vida de iglesia no debemos tener ningún “lugar alto”. En lugar de ello, todos debemos estar en el mismo nivel en el cual exaltamos a Cristo.

UN ASUNTO QUE REVISTE GRAN IMPORTANCIA

Los “lugares altos” que fueron edificados por Salomón y por Jeroboam dañaron seriamente el terreno de la unidad. Si este asunto de los “lugares altos” no tuviera tanta importancia, el Antiguo Testamento no lo mencionaría tantas veces. En 1 Reyes 14:22 y 23 se nos dice que “Judá hizo lo malo ante los ojos de Jehová”, porque “también ellos se edificaron lugares altos, estatuas e imágenes de Asera, en todo collado alto y debajo de todo árbol frondoso”. La palabra todo usada tanto en referencia a los montes altos como a los árboles frondosos, muestra que esta práctica era común y se había extendido en gran manera. Una vez edificados estos “lugares altos”, no serían quitados fácilmente, ni siquiera por reyes buenos tales como Asa. Aunque Asa hizo lo que era correcto a los ojos del Señor y “quitó todos los ídolos que sus padres habían hecho [...] los lugares altos no desaparecieron. Con todo, el corazón de Asa fue perfecto para con Jehová toda su vida” (15:12, 14). Las personas pueden haber dado excusas o justificado la existencia de los “lugares altos” al decir que no los usaban para adorar estatuas o imágenes de Asera, sino para hacer sacrificio a Dios y para ofrecer incienso a Él. En cuanto a Josafat, se nos dice que él “siguió en todo el camino de Asa, su padre, sin desviarse de él, e hizo lo recto ante los ojos de Jehová. Con todo, los lugares altos no fueron quitados, porque el pueblo aún sacrificaba y quemaba incienso en ellos” (22:43). Además, aunque Joás también hizo lo recto ante los ojos del Señor, no fueron quitados los “lugares altos” durante su reinado, pues “el pueblo aún sacrificaba y quemaba incienso en los lugares altos” (2 R. 12:3). Se nos dice repetidamente que “el pueblo aún sacrificaba y quemaba incienso en los lugares altos” (14:4; 15:4, 35).

RESTRINGIDOS POR LO QUE DIOS ESCOGE

Si hubiéramos estado allí en ese entonces, es posible que hubiéramos estado a favor de los que ofrecían sacrificios en los “lugares altos”. Los que iban a los “lugares altos” quizás hayan argumentado que no era conveniente viajar una distancia tan larga a Jerusalén tres veces al año. Los cristianos aún usan esa clase de excusa hoy. Tal parece que para cada división que existe en el cristianismo hay una excusa para justificarla. No obstante, en la época del Antiguo Testamento el Señor no aceptaba nada de lo que era ofrecido a Él en los “lugares altos”. Él consideraba cualquier sacrificio que se ofreciera allí como una abominación a Sus ojos, porque era ofrecido en un lugar de división, en un lugar que abría la puerta a la gratificación de la concupiscencia y daba lugar a la ambición. Únicamente la adoración, las ofrendas y el incienso que se ofrecían en el lugar escogido por Dios eran considerados como verdaderos. Ese lugar acababa con la concupiscencia y no daba lugar alguno a la ambición. Incluso presentar una ofrenda genuina en un lugar distinto del único lugar escogido por Dios crea la oportunidad de complacer los deseos egoístas. Cualquier “lugar alto”, aun en donde se ofrecen sacrificios genuinos, perjudica el terreno de la unidad. Tales “lugares altos” son usados por las personas que, movidas por su concupiscencia y ambición, buscan llevar a cabo sus propios propósitos.

Por mi propia experiencia que tuve en el recobro del Señor en la China continental, puedo testificar que el único lugar escogido por Dios no nos da oportunidad alguna para satisfacer nuestra concupiscencia ni nuestra ambición. Durante todos los años que pasé en China, estuve bajo la dirección del ministerio del hermano Nee, y en toda mi predicación yo era igual a él. Todos los “lugares altos” fueron derribados, y por tanto no había lugar para la gratificación de la concupiscencia ni para cumplir ninguna ambición egoísta. Lo mismo ocurre con nosotros hoy. Solamente nos interesa exaltar a Cristo. Si nos mantenemos en el terreno de la unidad, este único lugar que Dios eligió, sin elevar nada que no sea Cristo, será imposible tener una división. En el recobro del Señor elevamos a Cristo y sólo a Cristo. Ciertamente hablamos mucho acerca de la vida, pero no exaltamos la vida al grado que hacemos de ella un “lugar alto”. Algunos hermanos de entre nosotros son muy inteligentes y por naturaleza tienen mucha capacidad, pero su agudeza y capacidad deben estar restringidos por el terreno escogido por Dios. Esta restricción los guardará de que exalten cualquier otra cosa que no sea Cristo. Los que estamos en el recobro del Señor podemos testificar que, en contraste con la cristiandad actual, nosotros no tenemos ningún “lugar alto”. En la cristiandad los “lugares altos” se encuentran por todas partes. Todas las denominaciones y los grupos independientes son una elevación, un “lugar alto”. Como hemos indicado repetidas ocasiones, estas elevaciones están relacionadas con la concupiscencia o con la ambición.

LLEVADOS AL CAUTIVERIO

Según el relato del Antiguo Testamento, después que el terreno de la unidad fue dañado, en realidad, se perdió. Israel, el reino del norte, fue conquistado por los asirios, y Judá, el reino del sur, fue conquistado por los babilonios. Debido al pecado cometido por Jeroboam de erigir los lugares altos, la nación de Israel fue llevada cautiva por los asirios. Dios, en Su ira, optó por echarlos fuera de la tierra santa. En 2 Reyes 17:22 y 23 dice: “Los hijos de Israel anduvieron en todos los pecados que cometió Jeroboam y no se apartaron de ellos, hasta que Jehová apartó a Israel de Su presencia”. Cuando los Israelitas estaban en la tierra santa, estaban en la presencia del Señor. Pero cuando fueron llevados a Asiria, fueron echados fuera de la presencia del Señor.

El cautiverio de Israel debería haber sido una advertencia para Judá, pero el reino de Judá no prestó atención a ello. Tal como dice en 2 Reyes 17:19: “Pero ni aun Judá guardó los mandamientos de Jehová, su Dios, sino que anduvieron en las costumbres que Israel había establecido”. Los que estaban en Judá erigieron más lugares altos y le dieron más oportunidad a que entrara la maldad. Esto obligó al Señor a enviar al faraón Necao (23:29-35). Faraón Necao quitó a Joacaz del reino y puso como rey a Eliaquim, a quien cambió su nombre por el de Joacim (v. 34). Joacaz fue llevado a Egipto, donde murió. Puesto que Judá no quitaba los lugares altos, el Señor finalmente les envió al ejército babilónico bajo el mando de Nabucodonosor. Finalmente, el templo fue destruido, y gran parte de las personas fueron llevadas al cautiverio.

Todos los hijos de Israel, anteriormente, estaban en la buena tierra. Eran un solo pueblo con un centro único de adoración que estaba en Jerusalén. En primer lugar, ellos causaron daño a esta unidad al erigir lugares altos por toda la tierra, y finalmente perdieron esta unidad con la invasión de los asirios y los babilonios. Puesto que el pueblo de Dios fue echado de la buena tierra, el pueblo se convirtió en judíos egipcios, judíos asirios o judíos babilónicos. El terreno de la unidad se perdió por completo.

En Salmos 137:1-6 se describe el infortunio que el pueblo de Dios experimentó en Babilonia. Ellos estaban en una tierra extraña y no podían cantar los cantos del Señor. En lugar de ello, se sentaban junto a los ríos de Babilonia y lloraban acordándose de Sión. ¡Qué cuadro tan representativo de la situación en la que están los cristianos hoy! La gran mayoría de los cristianos han sido llevados al cautiverio. El terreno de la unidad no sólo ha sido perjudicado, sino que se ha perdido por completo. Muy pocos cristianos entienden en qué consiste el terreno de la unidad. Además, como resultado del cautiverio, muchos de los hijos de Israel incluso olvidaron su propio idioma. Finalmente, llegaron a ser egipcios, asirios y babilonios. Éste es un retrato vivo de la cristiandad actual. Que el Espíritu Santo nos hable más en cuanto al daño que se ha causado al terreno de la unidad y de la pérdida del terreno de la unidad.


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