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Predicar el evangelio en el principio de la vidapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-3771-7
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LA PREDICACIÓN DEL EVANGELIO CONSISTE
EN EXPERIMENTAR A CRISTO Y MAGNIFICARLO

Filipenses nos dice el secreto de cómo experimentar a Cristo. Después del libro de Romanos vienen las dos epístolas a los corintios, y después de ellas siguen cuatro libros más: Gálatas, Efesios, Filipenses y Colosenses. Estos cuatro breves libros son los más profundos de toda la Biblia. El pensamiento central de Dios, Su propósito eterno y Su economía se revelan en dichos libros más que en el resto de los sesenta y seis libros de la Biblia. Colosenses nos dice quién es Cristo, y cuanto Cristo es. Si desean conocer quién es Cristo, tienen que estudiar Colosenses. En relación con Dios, Cristo es la imagen de Dios. En relación con la creación, Él es muchas cosas. En relación con la nueva creación, Él es todos los miembros del Cuerpo. Cristo es muchas cosas; Él lo es todo. Él es vida para nosotros, nuestra esperanza para el futuro, y el todo y en todos. Gálatas nos dice que debemos experimentar a este Cristo todo-inclusivo no sólo de forma externa, sino también interna. Cristo es revelado en nosotros, Cristo vive en nosotros y Cristo tiene que ser formado en nuestro ser (1:16; 2:20; 4:19). Luego, en Filipenses, Pablo nos dice el secreto de cómo experimentar a este Cristo todo-inclusivo. Finalmente, Efesios habla del Cuerpo, la iglesia. El Cuerpo llega a existir a partir de Cristo y mediante Cristo, quien es la Cabeza. Esto sólo puede darse mediante nuestra experiencia interna de Cristo, según el secreto de experimentar a Cristo.

El libro de Filipenses es el único libro que nos dice cómo experimentar a Cristo. Experimentar a Cristo tiene como objetivo la predicación del evangelio, y predicar el evangelio es precisamente el resultado de experimentar a Cristo. En otras palabras, predicar el evangelio es expresar a Cristo. Cuando expresamos a Cristo, cuando le hacemos manifiesto en nuestro vivir y cuando Cristo se expresa por medio de nosotros, entonces estamos predicando el evangelio. Considere las ramas de un árbol. El fruto que producen las ramas es el resultado de haber experimentado al árbol. Cuando las ramas experimentan la vida del árbol, espontáneamente llevan fruto. Así pues, llevar fruto es el resultado de la experiencia interna de la vida. Es imposible que una rama experimente la vida del árbol y no lleve fruto. Cuanto más las ramas experimenten apropiadamente la vida del árbol, más fruto llevarán. De la misma manera, la predicación del evangelio es el resultado del Cristo que hemos experimentado. Si experimentamos a Cristo, tendremos un resultado de esta vida, el cual es, la predicación del evangelio.

Pablo y Silas fueron encarcelados en Filipos (Hch. 16:23-25). Los magistrados dieron órdenes al carcelero para que los guardase con seguridad, así que él los puso en el calabozo de más adentro y les aseguró los pies en el cepo. En ese momento Pablo y Silas no predicaron, sino que simplemente fueron llenos de Cristo y llenos del Espíritu, y a la medianoche empezaron a cantar himnos de alabanza al Señor. Eso no fue simplemente la predicación de la palabra, sino que fue la expresión de Cristo, la expresión externa de la vida interior. Ésta fue una muestra muy patente de la verdadera predicación del evangelio, y el carcelero, quien custodiaba la cárcel, fue salvo. Si comparamos esta historia con lo que está escrito en el libro de Filipenses, entenderemos en qué consiste la predicación apropiada del evangelio. La predicación apropiada del evangelio consiste en expresar a Cristo.

Supongamos, por otra parte, que estos dos apóstoles simplemente pensaran que su única responsabilidad era predicar el evangelio. Ellos pudieron haber tratado de hacer esto con caras largas, diciendo: “Predicamos que Cristo es el Salvador. Usted tiene que creer en Él. Si no cree en Él, irá al infierno”. Esta clase de predicación no habría sido muy eficaz. Sin embargo, estos dos apóstoles no predicaron el evangelio de esta manera. Ellos simplemente experimentaron a Cristo. Ellos estaban llenos de Cristo y, por lo tanto, estaban rebosantes de gozo y de cánticos. Cantar de esta manera es simplemente el resultado del desbordamiento del Cristo que mora en nosotros, es decir, es la manifestación de Cristo. En ese momento, Dios sacudió la prisión, y el carcelero, quien también estaba temblando, preguntó: “Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?” (v. 30). Entonces él y toda su casa fueron salvos. Éste fue el resultado de una predicación genuina y de una verdadera experiencia de Cristo.

Filipenses 1:19 contiene el secreto para experimentar a Cristo: la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo. Esto no es simplemente el Espíritu de Dios, sino el Espíritu de Jesucristo, y este Espíritu incluye la abundante suministración. Estos dos apóstoles, Pablo y Silas, vivían en este Espíritu y recibían el suministro del Espíritu. Por esta razón, sin importar la situación en que se encontraran, fuera una situación de vida o de muerte, o una situación de sufrimientos y de prisiones, ellos magnificaban a Cristo. Predicar el evangelio es magnificar a Cristo. Como hemos visto, esto depende del Cuerpo, pero también depende de que magnifiquemos al Señor en nuestra vida. Dondequiera que estemos, ya sea en la escuela o en una tienda, o con nuestros vecinos o nuestros familiares, debemos magnificar a Cristo en nuestra vida. No podemos predicar el evangelio simplemente por medio de nuestras palabras. Tenemos que predicar el evangelio magnificando a Cristo. Necesitamos experimentar a Cristo en nuestro interior y aprender el secreto de cómo experimentar a Cristo; entonces Cristo se desbordará de nosotros. Este desbordamiento, será la verdadera predicación del evangelio, y esto ministrará Cristo a otros.


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