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Base para la obra edificadora de Dios, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7268-8
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LA OBRA DE EDIFICACIÓN QUE DIOS
REALIZA ES UNA SOLA

Ahora quisiera plantearles otra pregunta. Dios primero produjo la creación, y después de crear edifica. Nosotros ahora entendemos un poco de lo que Dios desea edificar. La Biblia pareciera presentar dos aspectos en cuanto a la edificación que Dios realiza. Por un lado, Dios está edificando la iglesia. El Señor Jesús dijo: “Sobre esta roca edificaré Mi iglesia” (Mt. 16:18). El apóstol Pablo dijo que hoy Dios está edificando el Cuerpo de Cristo, que es la iglesia. Pedro dijo que nosotros, piedras vivas nos acercamos al Señor, y que como tales somos edificados como casa espiritual. Todos ellos hablaron acerca de que Dios edifica la iglesia. Por otro lado, la Biblia dice que Dios está edificando una ciudad. La ciudad que Abraham anhelaba es prometida por Dios, y también diseñada y edificada por Dios.

Ahora permítanme hacerles esta pregunta: ¿Significa esto que Dios tiene dos edificaciones en el universo? ¿Significa esto que Dios, por un lado, está edificando la iglesia en la tierra y, por otro, está edificando la ciudad santa en los cielos? Todos los expositores de la Biblia a través de los siglos parecen tener esta perspectiva, incluyendo a Darby. Ellos dicen que Mateo 16 habla de la edificación de la iglesia y Efesios 2 y 4 también hablan de la edificación de la iglesia. En 1 Corintios 3 leemos: “Vosotros sois [...] edificio de Dios” (v. 9); esto también tiene que ver con la edificación de la iglesia. El capítulo 2 de 1 Pedro contiene palabras que se refieren a la edificación de la iglesia. Incluso 1 Corintios 14 a menudo se refiere a la edificación de la iglesia. Por otro lado, los expositores de la Biblia dicen que Hebreos 11 habla de que Dios está edificando la ciudad santa, y que Juan 14, donde el Señor dice: “Voy, pues, a preparar lugar para vosotros”, también se refiere a la ciudad santa que Él está edificando. Por lo tanto, pareciera que los expositores de la Biblia a través de los siglos han dividido en dos la obra de edificación que Dios realiza: la una tiene que ver con que Él está edificando la iglesia sobre la tierra, y la otra, con que Él está edificando la ciudad santa en los cielos.

Hermanos y hermanas, ¿creen ustedes que existen dos edificaciones o una sola? Si hubiese dos, entonces habría muchos problemas. Si hoy Dios estuviese edificando la iglesia en la tierra, y al mismo tiempo estuviese edificando la ciudad santa en los cielos, entonces al final, cuando haya terminado ambas, ¿cuál de las dos querrá? ¿Acaso habrá en la eternidad una ciudad santa y, además, una iglesia? Sabemos que en la eternidad solamente habrá una sola ciudad santa. Por lo tanto, podemos concluir sin temor a equivocarnos que Dios hoy no tiene dos edificaciones, sino una sola. La edificación que Dios realiza con respecto a la ciudad santa es la edificación de la iglesia, y la edificación que Dios realiza con respecto a la iglesia es la edificación de la ciudad santa.

Esto está muy claro en la Biblia porque cuando leemos hasta el final de la Biblia, vemos que la ciudad santa incluye la iglesia. Dice allí que en la ciudad santa están los nombres de los doce apóstoles, quienes representan a la iglesia. También dice que la ciudad santa es el tabernáculo de Dios con los hombres. El tabernáculo es el precursor del templo, y la iglesia es el templo de Dios. Por lo tanto, cuando la ciudad santa se manifieste, no habrá templo en ella, pues la ciudad será el propio templo; será el agrandamiento del templo. Todas estas cosas nos muestran que Dios sólo tiene una edificación en el universo. Él no tiene dos edificaciones. No es como afirman los expositores de la Biblia, quienes dicen que Dios, por un lado, está edificando la iglesia en los creyentes por medio de Su vida y, por otro, que Él está edificando una ciudad en los cielos con oro, perlas y piedras preciosas. La Biblia en ningún momento dice esto.

Quisiera que todos los hermanos y hermanas vean que Dios no tiene otro edificio. En todo el universo Dios tiene un solo edificio. La obra de edificación que Dios está realizando consiste en que Él se edifica en el hombre y edifica al hombre en Sí mismo. Ésta es la mezcla de Dios con el hombre, por la cual se produce la morada mutua de Dios y el hombre. A partir de Génesis 2, después que Dios terminó Su obra de creación, Él se puso frente al hombre a fin de ser el pan de vida para él, algo que el hombre podía recibir. Desde entonces Dios ha estado llevando a cabo una obra de edificación en el hombre tanto externa como internamente. Aunque más tarde Satanás vino para interferir, Dios jamás desistió de esta meta.

Ésta es la razón por la que en el Antiguo Testamento ustedes también ven muchos casos en los que Dios vino al hombre para unirse a él. Él les mandó a los israelitas edificarle un tabernáculo. Posteriormente, cuando los israelitas entraron en Canaán, les mandó edificar un templo. Estos casos significan que Él desea morar entre Su pueblo, y que Su pueblo sea Su morada. Como les he dicho reiteradas veces, todas las historias del Antiguo Testamento, de principio a fin, son historias del tabernáculo y el templo. Todo el Antiguo Testamento gira en torno al tabernáculo y el templo. Incluso cuando el templo fue destruido, el tema central de las profecías subsiguientes todavía fue que los hijos de Israel retornaran y reedificaran el templo.

¿Cuál era la historia del templo? La historia del templo era la mezcla de Dios con los que fueron salvos en la era del Antiguo Testamento, la cual produciría una casa, la morada de Dios y también la morada de los que pertenecían a Dios.

En el Nuevo Testamento Dios se hizo carne y entró en la humanidad. La Biblia dice que con esto Dios fijó tabernáculo entre los hombres. También dice que la carne del Señor llegó a ser un templo. Los que conocen la Biblia entienden que esto es una continuación de la historia del Antiguo Testamento. La carne de la cual el Señor se vistió era simbolizada por el tabernáculo que estaba entre los israelitas en el Antiguo Testamento y también por el templo que estaba en la tierra de Canaán. El Señor dijo: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré” (Jn. 2:19). Todos sabemos que esto se refiere a la resurrección del Señor. Por lo tanto, la encarnación del Señor tenía por finalidad la edificación del templo, y la muerte y resurrección del Señor también tenían por finalidad la edificación del templo.

Por esta razón en Mateo 16 el Señor dijo: “Sobre esta roca edificaré Mi iglesia” (v. 18). Esta roca se refiere al Cristo resucitado. Está escrito en la Biblia que desde el tiempo de la resurrección del Señor, Él como Espíritu ha venido realizando esta obra de edificación. Él dio a unos como apóstoles, a otros como profetas, a otros como evangelistas, y a otros como pastores y maestros, y la obra que éstos realizan redunda en la edificación de la iglesia (Ef. 4:11-12). Por lo tanto, la meta de la obra de los apóstoles no meramente consiste en salvar a los pecadores ni en edificar a los santos en su fe, sino en salvar a los pecadores para que sean materiales útiles para la edificación de la morada de Dios, y en edificar y perfeccionar a los santos con el propósito de que sean edificados como parte de este edificio de Dios. Toda la obra que ellos realizan, bien sea predicar el evangelio o edificar a los santos, tiene como meta la edificación de esta casa espiritual.

Esto es diferente de la obra de muchos que predican el evangelio hoy. Algunos toman como meta salvar a los pecadores, y otros toman como meta la edificación individual de los santos. Sin embargo, los apóstoles no hacían esto. Aunque sí salvaban a los pecadores, el propósito de ellos no era salvar pecadores; asimismo, aunque en efecto edificaban a los santos de modo individual, no consideraban esto su meta. En toda su obra tomaron como propósito la edificación de la casa espiritual de Dios y la edificación de la morada de Dios como meta. El apóstol Pablo dijo que él, como sabio arquitecto, había puesto el fundamento —que es Jesucristo— y que otro edificaba encima, pero cada uno debía mirar cómo sobreedificaba, es decir, si edificaba con oro, plata, piedras preciosas, o con madera, hierba, hojarasca (1 Co. 3:10-12). Él dijo que los corintios eran el edificio de Dios y que ellos, los apóstoles, eran colaboradores de Dios que edificaban a los corintios (v. 9). Además de esto dijo: “Si alguno destruye el templo de Dios, Dios le destruirá a él” (v. 17). Aquí el templo se refiere a la iglesia, no a nuestro cuerpo. Si alguno destruye el templo de Dios, que es la iglesia, Dios le destruirá a él, porque éste es el templo que Él ha venido edificando a través de las generaciones. Hermanos y hermanas, nosotros también somos colaboradores de Dios, y nuestra meta también debe ser el edificio de Dios.

La iglesia hoy es el templo de Dios, la casa de Dios, y cuando ésta es edificada, llega a ser una ciudad. La ciudad es el agrandamiento de la casa. Esta ciudad incluye la casa en el Antiguo Testamento y también la casa en el Nuevo Testamento. La historia del Antiguo Testamento es el templo, y la historia del Nuevo Testamento es la iglesia. La obra de Dios en el Antiguo Testamento consistía en edificar a Su pueblo, los israelitas, a fin de que llegaran a ser la casa de Dios. Toda la obra de Dios en el Nuevo Testamento aún consiste en edificar a los santos para que lleguen a ser la casa de Dios. La casa en el Antiguo Testamento es el templo, mientras que la casa en el Nuevo Testamento es la iglesia. Todo el Antiguo Testamento gira en torno al templo, mientras que todo el Nuevo Testamento gira en torno a la iglesia. Cuando el templo y la iglesia hayan sido edificados, la totalidad de la obra que Dios ha venido realizando a través de los siglos llegará a ser la ciudad. Es por ello que los nombres de las doce tribus y los nombres de los doce apóstoles están en la ciudad. Los nombres de los doce apóstoles representan a la iglesia, la casa en el Nuevo Testamento, mientras que los nombres de las doce tribus representan a los israelitas, la casa de Israel en el Antiguo Testamento. Las dos casas del Antiguo Testamento y del Nuevo se unirán para llegar a ser una ciudad. Esta ciudad es la morada eterna de Dios y Su pueblo redimido. También es la novia con quien se casará Dios como Novio. Dios desea unirse plenamente a ella, hacerse uno con ella. Por lo tanto, esta ciudad es el tabernáculo que Él edificó entre los hombres como Su morada eterna y también como la morada eterna de todos los que somos salvos.

Hermanos y hermanas, debemos ver que la obra que Dios ha venido realizando entre Su pueblo a través de las generaciones es esta obra de edificación. Los que somos salvos somos los materiales de este edificio. La edificación que recibimos después que somos salvos no tiene como fin que seamos objetos para ser exhibidos, sino que lleguemos a ser materiales útiles para la edificación. En el pasado éramos personas naturales y desenfrenadas, y no podíamos coordinar ni ser edificados con otros. Pero ahora, debido a la obra de gracia realizada en nosotros, hemos sido disciplinados, quebrantados, perfeccionados y hechos aptos para el edificio de Dios. Hermanos y hermanas, ésta es la obra que Dios desea realizar entre nosotros hoy. Sólo esto puede traer la bendición de Dios, y sólo esto puede tocar la presencia de Dios y satisfacer el deseo de Su corazón.

No debemos esperar a un futuro para ser edificados. Debemos creer que Dios está llevando a cabo esta obra de edificación hoy. Por seis mil años esta obra de edificación es lo que Dios ha venido llevando a cabo, y también es lo que Satanás ha venido menoscabando. Así como Satanás dañó y destruyó el templo en el Antiguo Testamento, de la misma manera él está usando diferentes estratagemas para dañar y destruir a la iglesia en el Nuevo Testamento. La obra de Satanás consiste en dañar y destruir el edificio de Dios. Incluso nos atrevemos a decir que Satanás permite que las personas realicen cualquier obra, pero que jamás permitirá que ellas edifiquen la iglesia. Cada vez que presentamos el asunto de la edificación de la iglesia, enfrentamos la oposición, ataques y daño de Satanás. Esto se debe a que lo que Satanás más odia es la obra de edificación realizada por Dios, la cual es la obra central de Dios en el universo.


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