Información del libro

Dios Triuno es vida para el hombre tripartito, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-0254-8

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Actualmente disponible en: Capítulo 11 de 19 Sección 2 de 3

Crucificar la carne es nuestra responsabilidad

Más tarde, descubrí que la experiencia de la crucifixión tenía otro aspecto. Gálatas 5:24 dice: “Los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y concupiscencias”. Este versículo indica que debemos crucificar nuestra carne con sus pasiones y concupiscencias. No podemos crucificarnos “a nosotros mismos”, pero debemos crucificar nuestra “carne”. Crucificarnos a nosotros mismos es una cosa, pero crucificar nuestra carne con sus pasiones y concupiscencias es otra. Nuestro yo, nuestra persona, fue crucificado por Dios en la cruz con Cristo. Hemos sido crucificados, pero aún vivimos. Mientras vivimos, nuestra carne está muy activa. Es posible que la carne de los jóvenes sea más activa y agresiva que la de los santos mayores y que la carne de los mayores sea más sutil que la de los jóvenes. Pero sin importar nuestra edad, la carne debe ser crucificada.

En nuestra experiencia
la cruz y el Espíritu son uno

La cruz se encuentra dondequiera que esté el Espíritu vivificante. En realidad, en nuestra experiencia el Espíritu incluye la cruz. Cuando estamos llenos del Espíritu, también estamos llenos de la cruz. El Espíritu siempre crucifica (Ro. 8:13). Él es el portador de la crucifixión, porque con Él encontramos la realidad de la cruz. Si no está el Espíritu, no está la cruz. De igual manera, sin la cruz, no tenemos al Espíritu. Después de que Cristo fue lleno del Espíritu (Lc. 4:1, 14), Él llevó la cruz. El Espíritu y la crucifixión de Cristo nunca pueden estar separados. Estos dos son uno.

El Espíritu incluye la cruz y el Espíritu también es la realidad de la resurrección. Si estamos llenos del Espíritu, estamos en resurrección y también estamos bajo la muerte de Cristo. Hoy en día en nuestra experiencia la muerte de Cristo y también Su resurrección se encuentran con el Espíritu. Si tenemos al Espíritu, tenemos a Emanuel y al Espíritu vivificante en resurrección por medio de la cruz.

LA MANERA PRÁCTICA DE LLEVAR LA CRUZ

Darnos cuenta de que hemos sido
crucificados con Cristo

A fin de llevar la cruz de una manera práctica, primero debemos darnos cuenta de que hemos sido crucificados con Cristo (Gá. 2:20a; Ro. 6:6a). Hace dos mil años, antes de que naciéramos, fuimos crucificados en un monte llamado Gólgota en las afueras de Jerusalén (Mt. 27:33).

Crucificar por nuestra propia cuenta la carne
con sus pasiones y concupiscencias

Hace dos mil años fuimos crucificados, pero hoy aún vivimos. Por lo tanto, debemos crucificar por nuestra propia cuenta la carne con sus pasiones y concupiscencias (Gá. 5:24). La muerte de Cristo en la cruz estableció la base para que pudiéramos crucificar la carne. Tomando por base ese fundamento, debemos crucificar nuestros miembros terrenales (Col. 3:5). La totalidad, el agregado, de nuestros miembros se llama la carne con sus pasiones y concupiscencias. Cada momento tenemos que crucificar la carne.

Si un hermano dice algo que le glorifica a usted o que le ofende, inmediatamente usted tendrá una reacción o una respuesta. Una palabra que le glorifica tal vez haga que usted se glorifique a sí mismo, o una palabra que le ofende quizá lo haga enojar o lo haga sentirse triste. Usted debe aprender a matar su carne siempre que escuche algo acerca de usted, ya sea bueno o malo. La experiencia adecuada de la cruz haría que no respondiera al oír algo bueno o malo acerca de usted. En Gálatas 5:24 Pablo indica que un cristiano verdadero debe crucificar su carne. Debemos aplicar la cruz, a cada minuto, a nuestra carne con sus pasiones y concupiscencias.

Hacer morir, por el Espíritu,
los hábitos de nuestro cuerpo

Llevar la cruz de modo práctico es hacer morir, por el Espíritu, los hábitos de nuestro cuerpo (Ro. 8:13b). Hacer morir los hábitos del cuerpo no sólo es hacer morir lo malo, sino también lo bueno. Debemos hacer morir no sólo la carne con sus pasiones y concupiscencias, sino también el cuerpo con sus hábitos. Siempre debemos hacer morir la actividad de nuestro cuerpo.

Llevar en nuestro cuerpo la muerte de Jesús

Crucificar nuestra actividad es llevar en el cuerpo la muerte de Jesús (2 Co. 4:10). El verdadero significado de llevar la cruz se encuentra en Gálatas 5:24, Romanos 8:13b y 2 Corintios 4:10. Llevar la cruz significa reconocer que hemos sido crucificados con Cristo. Con base en este hecho, tenemos que crucificar la carne, haciendo morir los hábitos del cuerpo.


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