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Acerca de las reuniones en casapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6493-5
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Actualmente disponible en: Capítulo 5 de 5 Sección 2 de 4

LOS DUEÑOS DE LA IGLESIA SON LOS SANTOS

Queridos hermanos, todos debemos tener este nuevo concepto, un nuevo sentir de que somos los propietarios de la iglesia. El hecho de que la iglesia sea el reino de Dios se basa en que la iglesia sea la familia de Dios. Es imposible que la iglesia sea fuerte si la familia no es fuerte. Para que la familia sea fuerte, cada santo debe ser un propietario. Los colaboradores sólo son esclavos de la casa. Quien lo sirve a usted no es el amo; usted es el amo de la iglesia. Al respecto, no debemos permitir que el cristianismo caído determine la atmósfera y sabor entre nosotros, llevándonos a exaltar a los predicadores, ancianos y ministros, y haciéndonos olvidar que los verdaderos amos son los santos. Esta noche estamos aquí para hacer todo lo posible por cambiarles este concepto. Si no logramos cambiar este concepto, entonces seguiremos en la esfera del cristianismo caído. Debemos ver esta luz, la cual es sumamente grande. A todos nos encantan las reuniones grandes, pero las reuniones grandes no existen por causa de las reuniones grandes. El propósito de las reuniones grandes es producir a los santos, para que luego ellos sean edificados como una sola familia.

Hechos 14 deja constancia de que el apóstol Pablo fue a Iconio, a Listra y a otros lugares, predicando el evangelio en todo lugar. Probablemente en menos de un año regresó para establecer ancianos en cada lugar. Todos los que llegaron a ser ancianos eran ancianos “bebés” que habían sido salvos por menos de un año. El concepto del apóstol era en última instancia hacer que los santos recordaran claramente que él, el apóstol, no tenía la intención de edificar la iglesia sobre sí mismo. Pablo predicaba el evangelio para que la gente fuera salva, establecía iglesias en todo lugar, designaba a algunos como ancianos, y luego les entregaba cada iglesia local a sus respectivos ancianos. Los padres tienen el concepto equivocado de considerar a sus hijos como niños. Al padre siempre le parece que sus hijos no saben hacer bien esto y aquello; y la madre siempre dice que sus hijas no saben cocinar. Le parece que sus hijas no saben hacerlo, y por tanto, ellas deben dejar que ella cocine. Como resultado, estos hijos e hijas en realidad no saben hacer nada; todos parecen ser personas lisiadas. Sin embargo, bajo el liderazgo de Pablo, los “bebés” llegaron a ser ancianos.

EL SEÑOR NO ESTABLECE LÍDERES
EN EL NUEVO TESTAMENTO

En el Nuevo Testamento el Señor nunca nombró a un solo líder para que tomara la delantera. En efecto, nombró doce apóstoles, pero no nombró a un apóstol principal, ni nombró a uno para que convocara una reunión. En Hechos 6 la iglesia nombró a siete hermanos para que sirvieran a las mesas, pero de entre estos siete no encontramos a ninguno que fuera el líder. Cuando llegó el momento de nombrar a los ancianos, Pablo tampoco nombró a un anciano “principal”. En la práctica de la vida de iglesia, nuestro concepto es que de entre los cinco ancianos debe haber uno que sea el principal. Sin embargo, este concepto difiere del concepto divino, y también difiere del concepto bíblico. Este concepto nos lleva de regreso al Antiguo Testamento. En el Antiguo Testamento el pueblo de Dios estaba bajo el gobierno divino. En el Lugar Santísimo Dios revelaba el deseo de Su corazón por medio del Urim y el Tumim, y luego el sumo sacerdote se lo comunicaba al pueblo (Nm. 27:21). En esos días, no había rey en Israel. Sin embargo, el pueblo después quiso imitar a los gentiles y tener un rey que los gobernara. El hecho de pedirle a Dios un rey ofendió a Dios a lo sumo, pues eso significaba que lo rechazaban como su Rey (1 S. 8:4-7). Ellos querían un rey visible, no a Dios. Dios era su Rey invisible, el Rey en su espíritu. Dios quería vivir en el espíritu de ellos para que pudieran conocer a Dios. Si ellos vivían en la carne, no podrían conocer a Dios. Finalmente, Dios les dio un rey, a Saúl, quien les causó mucha aflicción. Establecer un rey es contrario al principio del gobierno divino. En la iglesia no debemos tener el concepto de establecernos un rey, y mucho menos debemos ambicionar ser rey.

Algunos piensan que entre nosotros debe haber un líder fuerte. Según ellos, ese líder debe ser establecido a fin de que todos tengan un sentido de responsabilidad. Sin embargo, ése es un concepto enteramente humano. Cuando practicamos las reuniones de hogar, nadie es cabeza, pero todos tienen un sentido de responsabilidad. La iglesia es la iglesia de los hermanos y de los santos. De ahora en adelante, cada hermano y hermana debe asumir parte de la responsabilidad, por cuanto son los dueños de la iglesia. La iglesia les pertenece a ustedes, a mí y a los santos.


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