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Autobiografía de una persona que vive en el espíritu, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1126-7
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Actualmente disponible en: Capítulo 5 de 10 Sección 2 de 2

UN VASO, UNA CAMARA

En 2 Corintios 4:7 dice que “tenemos este tesoro en vasos de barro”. Somos vasos que contienen a Cristo y, por ende, tenemos un tesoro maravilloso, el Cristo de gloria, quien como corporificación de Dios es nuestra vida y nuestro todo. Si leemos detalladamente los primeros diez versículos del capítulo cuatro, notaremos que este vaso es exactamente igual que una cámara. Para tomar una fotografía se requieren cuatro elementos básicos: el lente, el rollo o película, el obturador que abre y cierra la cámara, y la luz. El mecanismo es el siguiente: el paisaje entra en la cámara a través de la luz y queda impreso en la película o rollo, produciéndose así la fotografía. Sin la luz, el paisaje no puede entrar en la cámara. Una vez llevé conmigo una cámara en un viaje y tomé muchas fotos. Pero al revelar el rollo, no se produjo ninguna imagen. No entendía lo qué había ocurrido, hasta que descubrí que había olvidado quitarle la tapa al lente.

En la esfera espiritual, el lente representa la mente, y el rollo de película equivale a un espíritu recto dentro de un corazón apropiado. Necesitamos tener una mente abierta y un espíritu recto dentro de un corazón apropiado. Además de esto, también se requiere el obturador, lo cual significa que necesitamos abrir nuestro ser al Señor. La luz divina está esperando que esto suceda. Cuando abrimos nuestro ser y mente al Señor y poseemos un espíritu recto dentro de un corazón apropiado, la luz divina infunde a Cristo en nuestro espíritu y produce una impronta en él. Como resultado, queda impresa en nosotros una imagen, la cual es el tesoro contenido en los vasos de barro.

Es menester que nuestra mente esté abierta a Cristo, y que nuestro corazón, con un espíritu recto y puro, sea apropiado. Constantemente debemos abrir nuestro ser a Cristo para que El, como el paisaje celestial y divino, quede impreso en nosotros. No diga que porque es salvo, ya Cristo está en usted. Ciertamente Cristo está en usted, en su espíritu, pero El aún no ocupa la totalidad de su corazón. Debemos mantener nuestra mente constantemente abierta al Señor, para que El gobierne nuestros pensamientos; además, debemos tener un corazón apropiado, y un espíritu puro y abierto. Durante el día debemos operar continuamente el obturador, lo cual significa que debemos volvernos al Señor para que El, quien es el tesoro celestial, deje Su imagen impresa en nosotros.

Después de permitir que Cristo entre en nosotros, debemos ser quebrantados. El vaso debe ser quebrantado para que el tesoro pueda manifestarse. La primera parte del capítulo cuatro explica de qué forma Cristo, el tesoro, entró en nosotros, y la última parte indica que este tesoro sólo puede expresarse cuando el vaso es quebrantado. En el versículo 7 dice que “tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros”. Más adelante, en los versículos del 8 al 10, encontramos las palabras “oprimidos”, “en apuros”, “perseguidos” y “derribados”, al igual que la frase: “llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús”. Además, en el versículo 16, Pablo añade que el hombre exterior se va desgastando. Esto no sólo alude al desgaste de nuestro hombre exterior, sino también al quebrantamiento del vaso.

Dios está llevando a cabo no sólo la obra de reducirnos, sino también la de aplastarnos y quebrantarnos. No debemos tratar de permanecer enteros; es necesario que seamos quebrantados. El Señor desea quebrantar nuestro hombre exterior, el hombre natural, el cual incluye nuestra alma y nuestra carne. Tanto el elemento humano como la vida anímica y el elemento carnal, deben ser quebrantados. En cuanto al aspecto positivo, somos una cámara con lente, rollo de película y obturador, el cual permite que la luz entre e imprima en nosotros el paisaje, la imagen divina. Con todo, debemos estar dispuestos a ser quebrantados, aplastados y destruidos. El problema que hallamos en el capítulo tres es el velo, mientras que aquí, en el capítulo cuatro, el obstáculo es nuestro hombre exterior. El velo, como ya vimos, es la religión; pero el hombre exterior es el yo, el cual se compone de la vida natural, la vida anímica y la carne. No obstante, el hecho de entender qué es el hombre natural, la carne y el alma, difiere de experimentar el quebrantamiento del hombre exterior, el quebrantamiento santo, efectuado por Dios.

Al seguir al Señor, no debemos esperar que tendremos en todo momento un “viaje seguro”. En cuanto tomamos el camino que conduce a la vida, el camino angosto de seguir al Señor (Mt. 7:14), pasaremos por aflicciones y apuros, y seremos perseguidos, derribados, puestos a muerte, destruidos, aplastados y quebrantados. Posiblemente se pregunte de qué forma sucederá esto. Yo no lo sé, pero el Señor sí lo sabe. El tiene multitud de formas para lograr aplastarnos. Quizás alguien se queje diciendo que la vida de casado es terrible, pero yo diría que es igualmente lamentable quedarse soltero. Si alguien preguntara qué es mejor: casarse o no casarse, yo no sabría qué contestar; lo único que les aconsejo es que no traten de huir del Señor, porque cuanto más lo intenten, más quedarán atrapados. Si logran escapar de la aflicción, caerán en apuros; si escapan de la persecución, serán derribados. Debemos entender que nuestras vidas no se encuentran bajo nuestro control, sino en las manos de Dios. Nadie sabe lo que el mañana nos deparará. Aun David, en Salmos 31:15, dice: “En tu mano están mis tiempos”. Debemos alabar al Señor en todo momento, pues Su mano es soberana, misericordiosa y llena de gracia. No tenemos nada que temer; por el contrario, debemos permanecer tranquilos y recibir la porción que El nos asigne. Debido a que tenemos el tesoro dentro de este vaso, el destino del vaso es ser quebrantado.

Si hemos de ser una persona que permanece en el Lugar Santísimo, debemos ser cautivos de Cristo, cartas inscritas por El, espejos que lo reflejan y vasos quebrantados. Es necesario presentar estos asuntos al Señor y orar sobre cada uno de ellos, hasta que experimentemos subjetivamente que somos rebeldes que han sido capturados, cartas que están siendo inscritas con el Espíritu del Dios viviente, espejos que lo miran a cara descubierta y vasos que siempre se hallan bajo Su disciplina y Su quebrantamiento, y que cumplen Su deseo de expresar el tesoro interior. Cada uno de estos aspectos es glorioso. Para concluir la comunión en este capítulo, nos ayudaría mucho cantar y orar el Himno #177 (Himnos, Living Stream Ministry).

Vive en mí, Señor, Tu vida,
    Pues mi vida eres Tú;
Tú resuelves mis problemas
    Cuando toco Tu virtud.
Vive en mí, Señor, Tu vida,
    Cumple en mí Tu voluntad;
Hazme un vaso trasparente
    Para al Hijo expresar.

Consagrado está Tu templo,
    Ya purgado de maldad;
Que la llama de Tu gloria
    Brille en mí con claridad.
Que con admirable asombro
    Pueda el mundo contemplar,
La ofrenda de mi cuerpo,
    Que este esclavo a Ti te da.

Todo el tiempo, todo miembro,
    Quede atento a Tu mandar,
Para trabajar en yugo
    O esperar según Tu plan.
Cuando sea restringido
    No me intranquilizaré;
En Tu trato fiel conmigo
    Nunca yo murmuraré.

Tierno, quieto y en reposo,
    Mis tendencias ya negué,
Para que te sientas libre
    Y me indiques Tu querer.
Vive en mí Señor Tu vida,
    Pues mi vida eres Tú;
Tú resuelves mis problemas
    Cuando toco Tu virtud.


Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.

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