Cuatro elementos cruciales de la Biblia: Cristo, el Espíritu, la vida y la iglesia, Lospor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6380-8
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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El recobro del Señor es un recobro de la verdad. A través de los mensajes de este libro, las personas pueden ver cuán profunda y científica es nuestra lectura de la Biblia. Podría asegurar que nunca ha existido otro grupo de personas que lea la Biblia como nosotros lo hacemos. En el cristianismo, el entendimiento general que se tiene de Colosenses 1:27 es que éste dice que Cristo está en los creyentes, pero no dice que el Padre y el Espíritu están en nosotros; en otras palabras, Cristo no tiene que ver con el Padre ni con el Espíritu porque el Padre, el Hijo y el Espíritu son tres personas separadas. Muchos no han visto que 2:9, en el mismo libro, dice que en este Cristo no simplemente está la Deidad —el Padre, el Hijo y el Espíritu—, sino toda la plenitud de la Deidad, esto es, la plenitud del Padre, la plenitud del Hijo y la plenitud del Espíritu. El Cristo que está en nosotros es Aquel en quien mora toda la plenitud de la Deidad. Por lo tanto, en la noche del día de la resurrección, el Espíritu Santo que el Señor infundió en los discípulos por Su soplo era sencillamente Él mismo, el Dios Triuno. Es por ello que decimos que el Espíritu, que entró en los discípulos como su vida, es la máxima consumación del Dios Triuno.
En el Nuevo Testamento hay cuatro pasajes principales que hablan de una manera clara acerca del Dios Triuno. El primero es Efesios 2:18, que dice: “Porque por medio de Él [el Hijo] los unos y los otros tenemos acceso en un mismo Espíritu al Padre”. Este versículo claramente habla del Hijo, del Espíritu y del Padre. En general, los cristianos entienden esto de una manera natural, pensando que significa que nosotros éramos pecadores caídos y que el Padre celestial nos amó, por lo cual envió al Hijo a que nos salvara a nosotros, los pecadores. Cuando el Hijo viene a nosotros, nosotros creemos en Él y somos salvos. Dios nos perdona por medio de nuestra fe en el Hijo y, por ello, podemos estar en el Espíritu. Una vez que estamos en el Espíritu, el Hijo ha consumado Su obra, y nosotros tenemos acceso al Padre y le damos gracias, diciendo: “Padre celestial, Tú realmente me amas; te doy gracias”. Nuestra mente natural humana entiende este versículo como si hubiera tres pasos, en los cuales primeramente venimos por medio del Hijo, luego el Espíritu viene, y finalmente tenemos acceso al Padre. En realidad, esta clase de entendimiento está seriamente errado.
¿Qué significa realmente experimentar el acceso que tenemos al Padre por medio del Hijo en el Espíritu? En cierto sentido Efesios 2:18 es mucho más profundo y más misterioso que Juan 3:16. Juan 3:16 dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no perezca, mas tenga vida eterna”. La mayoría de cristianos piensa que este versículo es muy fácil de entender, es decir, que habla acerca de creer en el Señor y de no perecer, sino de tener vida eterna. Sin embargo, ellos no investigan más a fondo para saber qué es “la vida eterna”, y piensan que esto sólo guarda relación con nuestra ida al cielo, donde disfrutaremos las bendiciones eternas hasta el siglo de los siglos sin fin. Esta clase de entendimiento no es correcto. No es fácil para la mente humana y natural entender la verdad de la Biblia. Tan sólo el asunto de la “vida eterna” requiere que dediquemos mucho tiempo de estudio. Si queremos entender lo que Efesios 2:18 dice acerca del acceso que tenemos al Padre por medio del Hijo y en el Espíritu, debemos hacer un estudio aún más profundo de la Biblia.
En primer lugar, debemos ver cómo vino el Hijo. El Evangelio de Juan dice que cuando el Hijo vino, no simplemente vino desde el Padre, sino que vino desde el Padre y con el Padre. Los otros Evangelios nos muestran que el Hijo fue concebido del Espíritu Santo. El Hijo vino a la tierra desde el Padre y con el Padre, pero fue concebido y nació del Espíritu y por medio del Espíritu, quien era Su esencia. Por lo tanto, el Hijo no vino solo; más bien, el Padre y el Espíritu vinieron con Él. Es por ello que cuando el Hijo estuvo en la tierra, dijo que no estaba solo porque el Padre nunca le dejó. El Padre quien le había enviado había venido con Él y estaba siempre con Él (Jn. 8:16, 29; 16:32). Además, Su esencia era Espíritu debido a que fue concebido y nació del Espíritu Santo, y cuando salió a ministrar, el Espíritu descendió sobre Él como Su poder. Por lo tanto, el Hijo que vino a la tierra era el Padre y también el Espíritu. Esto corresponde a lo dicho en Colosenses 2:9: “Porque en Él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad”. En esta persona encarnada están el Padre, el Hijo y el Espíritu. Por lo tanto, esta persona es el Dios Triuno.
Es verdad que el Dios Triuno es un solo Dios, pero también está el aspecto de que Él es tres: el Padre, el Hijo y el Espíritu. Como Hijo, Él vino a morir para redimirnos de nuestros pecados. Sin embargo, esto no significa que mientras que el Hijo moría, el Padre y el Espíritu no estaban presentes. El Nuevo Testamento claramente indica que cuando el Hijo moría en la cruz, el Padre y el Espíritu también pasaban por la muerte (Hch. 20:28; He. 9:14). Por lo tanto, el Dios Triuno efectuó la redención, pero el Dios Triuno la efectuó en el Hijo, es decir, fue el Hijo quien efectuó la redención. Cuando nos arrepentimos y creímos, la redención del Hijo nos fue aplicada a nosotros los pecadores para el perdón y purificación de nuestros pecados. Por lo tanto, es por medio del Hijo, o sea, mediante la eficacia de la obra redentora del Hijo, que somos hechos aptos para presentarnos ante Dios.
Tener acceso por medio del Hijo es pasar por el Hijo; pasar por el Hijo es creer en el Hijo, y creer en el Hijo es recibir al Hijo (Jn. 1:12). Cuando recibimos al Hijo, invocamos el nombre del Señor Jesús. Cuando invocamos al Señor y, por ende, pasamos por medio del Hijo, estamos en el Espíritu, porque el Hijo y el Espíritu son uno y porque el Espíritu es la realidad del nombre del Hijo. Luego, cuando estamos en el Espíritu, tenemos acceso al Padre, porque el Padre está en el nombre del Hijo, y el Padre y el Hijo son uno. Según la verdad, éstos son tres pasos: tenemos acceso por medio del Hijo, en el Espíritu y al Padre. Sin embargo, en la práctica, éstos son tres aspectos de una sola experiencia. Una vez que creemos en el Señor, estamos en el Espíritu y tenemos acceso al Padre. La explicación que nos provee la Biblia es que tenemos acceso al Padre, por medio del Hijo y en el Espíritu, pero en nuestra experiencia estos tres pasos se cumplen de manera simultánea. Una vez que invocamos el nombre del Señor, de inmediato tenemos acceso en el Espíritu al Padre, porque el Padre, el Hijo y el Espíritu son uno. Así que, es imposible experimentar a Cristo sin experimentar al Dios Triuno, porque cada vez que invocamos el nombre del Señor, estamos en el Espíritu y tenemos acceso al Padre. Esto puede compararse con el fluir de la corriente eléctrica que primeramente proviene de la central eléctrica, luego pasa a través de los cables y finalmente se trasmite a nuestros hogares. Sin embargo, en la práctica, nosotros sencillamente activamos el interruptor y de inmediato hacemos uso de la electricidad.
Cuando Efesios 2:18 menciona estos tres pasos, no nos está diciendo que el Padre, el Hijo y el Espíritu son tres personas diferentes, sino que ellos son un Dios en tres aspectos: el aspecto de redimirnos, el aspecto de aplicarnos la redención y el aspecto de entrar en nuestro ser para que le disfrutemos. Esto es tener acceso al Padre por medio del Hijo y en el Espíritu. Por medio del Hijo quiere decir por medio del Dios Triuno; en el Espíritu quiere decir en el Dios Triuno, y al Padre quiere decir al Dios Triuno. Es así como disfrutamos de toda la plenitud del Dios Triuno. No podemos experimentar a Cristo sin experimentar al Dios Triuno. Es un grave error decir que experimentamos a Cristo sin experimentar al Dios Triuno. Desgraciadamente, en el cristianismo actual este concepto equivocado todavía existe debido a los dos mil años de la influencia de la tradición. Aun entre los santos en el recobro del Señor, puede haber algunos que inconscientemente se aferran a este concepto equivocado. Es imprescindible que veamos de una manera clara y cabal que estar en Cristo equivale a estar en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu. Cristo no puede ser separado del Padre ni del Espíritu porque Colosenses 2:9 claramente dice que en Cristo habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, esto es, toda la plenitud del Padre, del Hijo y del Espíritu. Dado que la Biblia revela esto, ¿cómo podríamos experimentar a Cristo sin experimentar al Padre y al Espíritu?
A pesar de la clara revelación hallada en la Palabra de Dios y nuestra enérgica predicación sobre este asunto, la influencia que ha ejercido el cristianismo durante dos mil años aún está estampada profundamente en los corazones de las personas y es extremadamente difícil de eliminar. Como resultado, no sólo algunos en el cristianismo creen que yo hablo herejías, sino que incluso algunos de los santos en el recobro del Señor niegan la verdad de la Trinidad Divina en su experiencia, aunque la confiesan con su boca. Debido a la influencia del cristianismo, a muchos hermanos y hermanas sólo les interesan sus sentimientos subjetivos, haciendo caso omiso de la revelación de la verdad. De acuerdo con su sentir, ellos experimentan sólo a una persona, quien naturalmente tiene que ser Cristo, y puesto que Él es una sola persona, ellos no tienen ni al Padre ni al Espíritu. No se imaginan que esto es un grave error. Algunos hermanos y hermanas cometen esta clase de error por varias razones. En primer lugar, la teología del cristianismo tradicional ha influido profundamente en ellos; segundo, no estudian a fondo la verdad; tercero, no se fijan en su propia experiencia; y cuarto, puede ser que intencionalmente ignoren la verdad en el recobro del Señor. Todos necesitamos escapar de estos errores. Debemos escapar de la influencia de la teología errónea y superficial del cristianismo. Además de esto, necesitamos estudiar con seriedad la Palabra del Señor y las verdades del recobro del Señor y examinarlas cuidadosamente a la luz de nuestra experiencia. De este modo, tendremos un conocimiento apropiado, profundo y subjetivo de la verdad en cuanto a la Trinidad Divina.
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