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Administración de la iglesia y el ministerio de la palabra, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6813-1
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Actualmente disponible en: Capítulo 5 de 14 Sección 1 de 5

CAPÍTULO CINCO

LA UNIDAD PRESENTADA EN JUAN 17

Lectura bíblica: Jn. 17

EL PROCESO PROPIO DE LA UNIDAD

Juan 17 contiene la oración del Señor en la cual le ruega al Padre que lleve a cabo todo lo mencionado en los capítulos del 14 al 16. En el capítulo 14 el Señor habló con respecto a la venida del Consolador; en el capítulo 15 habló acerca de la vid, mostrando que nuestra relación con Él es semejante a la unión que existe entre la vid y sus pámpanos; y en el capítulo 16 mencionó que el factor singular en dicha unión es el Espíritu Santo. El Espíritu Santo no sólo viene a convencernos de que es posible tener una unión en amor con el Señor, sino que también viene a transmitir a nuestro ser todo lo que el Padre y el Hijo tienen.

Juan 17 comienza diciendo: “Estas cosas habló Jesús”. Estas cosas aluden al contenido de los capítulos del 14 al 16. Después que el Señor habló tales cosas en los capítulos del 14 al 16, Él oró al Padre, diciendo: “Glorifica a Tu Hijo, para que Tu Hijo te glorifique a Ti” (v. 1). El Señor profetizó que Él sería glorificado y que el Padre sería glorificado en Él (12:23; 13:31-32). En 12:24 el Señor dijo que Él moriría como un grano de trigo a fin de que la cáscara de Su humanidad fuera quebrantada y la vida divina que había dentro de Él fuera liberada e impartida en muchos, y de este modo fuera expresada a través de ellos. Esta vida divina es el elemento divino de Dios el Padre; por ende, el Padre es glorificado en el Hijo a través de la glorificación del propio Hijo.

La frase Yo voy a Ti, en 17:11, confirma lo dicho por el Señor en el capítulo 14, donde dice que Él iba al Padre, y que Su ida en realidad era Su venida. Por tanto, la oración del Señor en Juan 17 revela el significado de todo lo que Él habló en los capítulos del 14 al 16. El Señor deseaba que todos Sus creyentes fueran uno tal como lo son los Tres que conforman el Dios Triuno, a saber: el Padre, el Hijo y el Espíritu.

En el capítulo 14, los versículos del 20 al 24 dicen: “En aquel día vosotros conoceréis que Yo estoy en Mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros. El que tiene Mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por Mi Padre, y Yo le amaré, y me manifestaré a él. Le dijo Judas (no el Iscariote): Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo? Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, Mi palabra guardará; y Mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él. El que no me ama, no guarda Mis palabras; y la palabra que habéis oído no es Mía, sino del Padre que me envió”. Estos versículos muestran el origen de la unidad. Por medio de Su ida, es decir, de Su muerte y resurrección, el Señor entró en Dios e introdujo al hombre en Dios, logrando que Dios llegara a ser la habitación del hombre y que el hombre llegara a ser la morada de Dios. Ésta es la manera en la que llegó a existir la unidad.

Esta unidad es el resultado de la obra de edificación, es decir, el resultado producido por el Señor Jesús al irse a preparar un lugar. La preparación de un lugar equivale a la edificación; tal obra de preparación no es otra cosa que la obra de edificación, lo cual da como resultado la unidad.

LA UNIDAD SE PRODUCE MEDIANTE LA EDIFICACIÓN

En una casa de habitación todos los materiales están en unidad debido a que han sido edificados juntos. Lo mismo rige para la edificación espiritual. Si un hermano no tiene la experiencia de ser edificado con otros, le será difícil ser uno con los demás hermanos y hermanas en la iglesia. Una piedra o una tabla, a fin de llegar a ser parte de una casa, tienen que ser edificadas junto con los demás materiales. En Efesios 4:11-13 vemos que Dios dio apóstoles, profetas, evangelistas, y pastores y maestros como dones a fin de perfeccionar a los santos para la edificación del Cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios. La unidad es el resultado de la edificación. La unidad no consiste simplemente en tener un mismo punto de vista o una misma opinión. La unidad consiste en ser edificados juntamente.

Antes que el Espíritu Santo descendiera en el día de Pentecostés, los ciento veinte se hallaban en unanimidad en el aposento alto. Todos ellos perseveraban unánimes en oración (Hch. 1:14). Su unidad no se produjo instantáneamente. Antes de orar en unanimidad, los discípulos habían recibido al Espíritu Santo (Jn. 20:22). El hecho de haber recibido al Espíritu Santo fue el factor que los capacitó para orar en unanimidad. Además, ellos habían permanecido bajo el liderazgo del Señor durante tres años y medio, y habían recibido Su instrucción durante cuarenta días después que Él hubo resucitado (Hch. 1:3).

El grado de edificación que experimentemos determinará el grado de unidad que poseamos. Por ejemplo, incluso si los hermanos y hermanas de la iglesia en Taipéi no tienen opiniones ni disputas, no por ello podemos afirmar que sean uno. La unidad genuina es producida por la edificación. Incluso entre los servidores es posible que no haya una verdadera unidad. El hecho de que no haya pleitos entre nosotros no significa necesariamente que seamos uno. Una cosa es no pelear y otra cosa es ser uno. A fin de ser uno, necesitamos ser edificados por Dios. Así que, no debemos separarnos de la iglesia ni de los hermanos y hermanas con los que hayamos de ser edificados. Una tabla de madera puede ser un buen material, pero si no es edificada con los demás materiales que conforman una casa, será una tabla sin propósito. El hecho de ser un buen material no significa nada. Sólo cuando los materiales son edificados juntos en la construcción de una casa, se logra la verdadera unidad.


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