Cristo y la iglesia revelados y tipificados en los Salmospor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6426-3
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Después del salmo 22 Cristo está en resurrección. ¡Alabado sea el Señor, pues no sólo tenemos aquí un solo salmo de Cristo sino tres! Por lo tanto, después del salmo 22, tenemos el salmo 23.
La mayoría de los cristianos no se percatan que el salmo 23 es una continuación del salmo 22. “Jehová es mi Pastor”. ¿Quién es Aquel que es mi Pastor? Es Cristo en resurrección. No debemos olvidarnos del salmo anterior, que nos narra cómo Él padeció la muerte para redimirnos, cómo Él resucitó, y cómo nosotros fuimos hechos Sus hermanos por medio de Su resurrección. Es también debido a esto que todos los confines de la tierra, en un sentido, se vuelven a Él —aun los muertos se postran ante Él— y nosotros, los humildes y los prósperos, le comemos durante todo el día, nos saciamos de Él, le adoramos, le servimos y predicamos el evangelio a la generación venidera. Este Cristo, quien murió, resucitó y produjo tal resultado, es nuestro Pastor.
El Nuevo Testamento también habla de Cristo nuestro Pastor. El Señor se llama a Sí mismo “el buen Pastor” (Jn. 10:11), y Él es también llamado “el gran Pastor” (He. 13:20). Dios lo levantó de entre los muertos para que fuera el gran Pastor de las ovejas. Luego, en 1 Pedro 5:4 Pedro nos dice que Él es el “Príncipe de los pastores”, la cabeza de todos los pastores. Él es el Pastor en resurrección. Él es el Pastor hoy no en los cielos sino aquí en la tierra dentro de nosotros y entre nosotros. Por lo tanto, Él debe ser el resucitado, debe ser el que guía y también debe ser el Espíritu. Si no lo fuera, ¿cómo podría estar entre nosotros y en nosotros en la tierra como nuestro Pastor? Por consiguiente, es en resurrección que Cristo hoy en día es el Pastor según se revela en este salmo.
No podemos detenernos mucho por ahora en el salmo 23, pero sí quisiera decirles que en Su pastoreo hay cinco estaciones por las cuales debemos pasar. La primera es muy maravillosa: los verdes pastos con las aguas de reposo. “En verdes pastos me hace recostar; / junto a aguas de reposo me conduce” (v. 2). Muchos de ustedes en las iglesias locales están descansando en los verdes pastos y bebiendo de las aguas de reposo. Muchos hermanos que recién han empezado a reunirse en estos días exclaman: “¡Aleluya, ahora estamos en la iglesia local!”. Estoy de acuerdo con ustedes, y me siento contento, muy contento. Cristo en la iglesia local es los verdes pastos, y en la iglesia local nosotros estamos junto a aguas de reposo. No obstante, esto es apenas la primera estación, el comienzo de Su pastoreo.
La segunda estación es las sendas de justicia. “Restaura mi alma; / me guía por sendas de justicia / por amor de Su nombre” (v. 3). No basta con que simplemente disfrutemos al Señor; el propósito de este disfrute es que prosigamos a andar en las sendas de justicia. No sólo tenemos que andar en las sendas de la gracia, sino también en las sendas de justicia. Todos sabemos lo que es la justicia. Con la gracia experimentamos el amor y la felicidad, y todo es más bien fácil. Pero con respecto a la justicia, las cosas no son tan fáciles para nosotros, pues experimentamos cierta clase de regulación y restricción. No obstante, es necesario que de los verdes pastos avancemos a las sendas de justicia, tomando estas sendas por amor de Su nombre. Ésta es la segunda estación.
Luego debemos proceder a la tercera estación. Tenemos que avanzar más y más. Quienes hemos seguido al Señor por muchos años podemos decirles que cuanto más avanzamos, más difícil se torna nuestra situación. La tercera estación es el valle de muerte. Sé que a ustedes les gustan los verdes pastos y que no quisieran entrar en el valle de sombra de muerte. El valle no está en la cima, sino en la hondonada; no es esplendoroso, sino sombrío; y tampoco está lleno de vida, sino de muerte. Ciertamente a ustedes les gustaría permanecer en los pastos verdes donde están las aguas de reposo, pero tarde o temprano, se internarán en el valle. Independientemente de cuánto procuremos ayudarles a permanecer en la cima, ustedes descenderán al valle. Entonces, pasarán por el valle de sombra de muerte. Sé que esto les sucederá. Pero no se asusten; escuchen lo que dice el salmista: “Aunque ande / por el valle de sombra de muerte, / no temo mal alguno, / porque Tú estás conmigo” (v. 4). Si alguna vez observaron a un pastor con su rebaño, se habrán dado cuenta de que cuando su rebaño está recostado en los verdes pastos, a veces el pastor se ausenta o simplemente observa su rebaño desde lejos; pero cuando su rebaño tiene que cruzar un valle lleno de sombras, el pastor está muy cerca de su rebaño y procura protegerlo. Cuando usted pasa por el valle de sombra de muerte, el Pastor está más cerca de usted que en cualquier otra ocasión.
Además, Su vara y Su cayado nos confortan. La vara es para brindar protección, para mantener los lobos alejados, y el cayado es para guiar en cualquier dirección que sea necesaria. En el valle usted tiene al Pastor con usted, y también tiene Su vara y Su cayado. Esto es más que suficiente. En todos los años pasados he atravesado un buen número de valles. Pero siempre que he entrado en un valle, la presencia del Señor ha sido muy querida y preciosa para mí. Puedo testificar también que la vara me ha protegido y el cayado me ha guiado. En verdad ha sido así. Ésta es la tercera estación.
Tal vez usted piense que después del valle, todo debería ser maravilloso; pero la siguiente estación es la del campo de batalla. Es sólo después de andar por el valle de sombra de muerte que somos capacitados y equipados para combatir. Permítanme decirles que independientemente de cuán activos y llenos de vida ustedes parezcan estar hoy, no puedo tener confianza alguna en ustedes. Ustedes tienen que pasar la prueba; tienen que pasar por el valle de sombra de muerte. Los alfareros, después que hacen ciertos objetos de arcilla, los ponen en el horno. Hay una gran diferencia entre las vasijas de barro que han sido cocidas en el horno y las que no han pasado por este proceso. El valle de sombra de muerte es el lugar donde debemos ser cocidos. Después de esta experiencia, estaremos calificados y equipados para combatir en la batalla.
Sin embargo, en el campo de batalla, ¡alabado sea el Señor!, hay una mesa preparada delante de nosotros. “Aderezas mesa delante de mí / en presencia de mis adversarios” (v. 5). Para nosotros, combatir en ese campo de batalla es participar de un banquete. Mientras combatimos, participamos del banquete. Incluso, podremos decirle al enemigo: “Envía tus ejércitos; todos ellos serán otros tantos platos en este banquete”. El Antiguo Testamento nos dice que aun nuestros enemigos son nuestra comida (Nm. 14:9). Para nosotros los cristianos nuestros enemigos son nuestros mejores platillos. Ésta es una mesa, una mesa puesta delante de nosotros con diversidad de platillos. Y esto no es todo, pues es aquí, en el campo de batalla, donde experimentamos el ser ungidos con aceite derramado sobre nuestra cabeza y donde nuestra copa rebosa. Esto es verdaderamente así. En nuestras experiencias, cuanto más hemos estado en el campo de batalla combatiendo por el Señor, más hemos percibido que estamos bajo la unción, que estamos celebrando un banquete y que nuestra copa está rebosando. Esto sin duda es muy bueno; pero aún no es todo.
Ahora llegamos a la última estación. ¡Aleluya! “Ciertamente la bondad y la benevolencia amorosa me seguirán / todos los días de mi vida, / y moraré en la casa de Jehová / por la duración de mis días” (Sal. 23:6). ¿A qué se refiere esto? Es en este punto que estamos establecidos en la iglesia local. El salmista no dijo que él pasaría una temporada en la casa de Jehová, sino que moraría en la casa de Jehová. Algunos cristianos piensan que esto se refiere al hecho de ir al cielo. Después de pasar por todo tipo de circunstancias en la tierra, ellos creen que morirán e irán al cielo, donde morarán en la casa de Jehová. ¿Creen ustedes que es a esto que se refiere este versículo? Si pudieran preguntarle a David, el autor de este salmo, él les diría que este pensamiento es absurdo. David esperaba morar en la casa de Jehová aquí en la tierra.
Quizás ustedes digan que ahora están en la iglesia local. Es cierto, ustedes están ahora en la iglesia local, pero permítanme hablarles de la verdadera situación desde el punto de vista de mi experiencia. Yo he estado en la iglesia local por cuarenta años, pero puedo testificarles que hoy en día mi experiencia de estar en la iglesia local es diferente de la de hace cuarenta años. Hace cuarenta años, yo no estaba tan establecido en la iglesia local, pero hoy estoy muy establecido. Ninguno de los lectores de este libro podría arrancarme de la iglesia local. Yo moro en la casa de Jehová. Hoy puedo oír a algunos decir: “¡Aleluya, estoy muy contento de estar en la iglesia local!”. Pero seis meses después, es posible que digan: “Esta iglesia local no es lo que pensaba que era; voy a dejarla”. Un pequeño árbol que apenas tiene dos semanas de haber sido plantado puede ser arrancado fácilmente. Pero después que un árbol ha estado creciendo por cuarenta años, se requeriría un gran buldózer para poderlo quitar. ¡Alabado sea el Señor! Puedo declarar que estoy firmemente establecido en la casa del Señor. No me importa si la casa del Señor es al parecer maravillosa o deplorable; yo simplemente estoy aquí. Tal vez ustedes hoy piensen que están establecidos en la casa del Señor, pero en realidad no están muy establecidos. Para ello, necesitan pasar la prueba, necesitan tiempo para crecer, tiempo para echar raíces más profundas. El pastoreo del Cristo resucitado nos conduce a las iglesias locales, y a la casa del Señor para que permanezcamos allí para siempre. Es aquí que la bondad y la benevolencia amorosa nos seguirán todos los días de nuestra vida.
Ésta es la última estación. Así, pues, comenzamos en los verdes pastos y terminamos en la casa del Señor; y en medio de esto, tenemos las sendas de justicia, el valle de sombra de muerte y el campo de batalla. De esto nos habla el salmo 23; nos muestra cómo el Cristo resucitado nos pastorea, guiándonos hasta que entremos en la casa de Dios. ¡Esto es muy bueno! Sin embargo, aún no es todo.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.