Estudio-vida de Deuteronomiopor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6649-6
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Finalmente, en Su economía Dios ha planeado que el hombre cumpla con todo lo que Dios requiere de él. Sin embargo, Dios no quiere que el hombre haga todo esto por sí mismo; antes bien, Él quiere que el hombre haga esto por Cristo, en Cristo, con Cristo, por medio de Cristo y al ser uno con Cristo. Eso significa que debemos tener una unión espiritual, una unión orgánica, con Cristo. Para experimentar tal unión con Cristo, Dios no sólo desea que creamos en Cristo, sino que entremos en Cristo al creer en Él (Jn. 3:15, 16, 18). Entrar en Cristo al creer en Él equivale a tener una unión orgánica con Cristo, con lo cual somos un solo espíritu con Él (1 Co. 6:17b). En esta unión nos unimos a Cristo, somos uno con Él y estamos en Él. Ahora, como personas que son uno con Cristo y están en Él, debemos hacer todo lo que Dios requiere según Cristo y por medio de Cristo. Ya no debemos vivir por nosotros mismos ni actuar por nosotros mismos, sino vivir por Cristo y hacerlo todo por Él.
Pablo comprendió esto cabalmente, y por eso pudo declarar: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. Al declarar esto, Pablo estaba diciendo: “Morí en Cristo por medio de Su muerte, y ahora Él vive en mí por medio de Su resurrección. El hecho de que Él viva en mí se debe enteramente a que Él es el Espíritu vivificante”. Para Pablo, esto era una realidad, pero para muchos cristianos no lo es. Todos necesitamos experimentar la realidad de Gálatas 2:20 y comprender que Dios no quiere que vivamos para Él valiéndonos de nosotros mismos, sino que vivamos para Él por Cristo, en Cristo, con Cristo, por medio de Cristo y al ser uno con Cristo.
El libro de Deuteronomio ciertamente manifiesta a Dios y pone en evidencia nuestra condición. Este libro manifiesta a Dios como Aquel cuyo corazón es amoroso, cuya mano es justa y cuya boca es fiel. Además, este libro revela a Dios como Aquel que nos bendice mediante Sus ojos. Éste es el Dios manifestado en Deuteronomio. Al leer este libro hoy, debemos comprender que éste no sólo tiene que ver con el pueblo de Israel, sino también con nosotros. Este libro pone de manifiesto nuestra condición, pues muestra una fotografía de la clase de persona que somos. Cuanto más veamos nuestra condición, más comprenderemos que somos un caso perdido, que no somos nada y que no podemos hacer nada, y que nos es imposible cumplir con los requerimientos del Dios santo, justo y fiel.
Después que quedar al descubierto de esta manera, ¿qué debemos hacer? ¿Adónde acudiremos en busca de ayuda? Nuestra ayuda está en el Cristo que es la palabra. En Deuteronomio, expresiones tales como ley, mandamientos, estatutos, ordenanzas y juicios son sinónimos de Cristo. De la boca de Dios proceden la ley, los mandamientos, los estatutos, las ordenanzas y los juicios, y todas estas cosas son Cristo mismo. Cristo es nuestra ley y nuestros mandamientos; Él es nuestros estatutos, nuestras ordenanzas y nuestros juicios. Sencillamente debemos tomarlo a Él, retenerlo y asirnos a Él. Si lo hacemos, lo disfrutaremos a Él.
¿Dónde está el Cristo al cual debemos tomar, retener, asirnos y disfrutar? Él está en la Biblia, pues Él es la palabra única de Dios. La ley, los mandamientos, los estatutos, las ordenanzas, los juicios, todos estos, son la palabra de Dios. Esto lo demuestra el salmo 119, el cual claramente indica que estas expresiones son diferentes términos usados para referirse a la palabra de Dios. Todos ellos los ha hablado Dios, y por ende, son palabras que proceden de la boca de Dios (Dt. 8:3). Ahora debemos ver que las palabras que proceden de la boca de Dios son Cristo mismo. Cristo es la suma, el conglomerado, de la palabra de Dios. Por esta razón, a Él se le llama la Palabra (Jn. 1:1, 14). En el principio era la Palabra, la Palabra era Dios, la Palabra se hizo carne, y esta Palabra encarnada es Jesucristo.
La palabra de Dios ha sido escrita en la Biblia. ¿Sabe usted qué es la Biblia? La Biblia es la corporificación de Cristo. Cristo es cada palabra, frase, cláusula y oración. “Toda la Escritura es dada por el aliento de Dios” (2 Ti. 3:16a). Por consiguiente, podríamos decir que la Biblia es algo que Dios ha exhalado. Ahora nosotros debemos inhalar lo que Dios ha exhalado. Cuando inhalamos la palabra de Dios y ella entra a nuestro ser, esta palabra inhalada se convierte en el Espíritu. Luego, cuando exhalamos lo que hemos inhalado de la Biblia, al hablar a otros, eso es la palabra. Entonces, cuando ellos inhalan esa palabra, ésta se convierte en el Espíritu para ellos. Es Cristo en calidad de palabra que hemos inhalado quien nos capacita para cumplir con los requerimientos de Dios.
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