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Manera normal de llevar fruto y de pastorear a fin de edificar la iglesia, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-4643-6
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Actualmente disponible en: Capítulo 7 de 9 Sección 4 de 6

NO CRITICAR NI DISENTIR
A FIN DE GUARDAR LA UNIDAD POR CAUSA
DE LA EDIFICACIÓN DEL CUERPO DE CRISTO

El Nuevo Testamento nos dice que hay unas cuantas cosas que no debemos tolerar. Si alguno adora ídolos, debemos limpiarnos de él, y si un hermano vive en inmoralidad, debemos pedirle que se arrepienta (1 Co. 5:11; 2 Ti. 2:20-21). Si le pedimos a un hermano que se arrepienta, no lo estamos criticando, sino amonestándolo en amor. Del mismo modo, tampoco podemos tolerar la división, y de ningún modo debemos recibir a nadie que niegue que Jesús es el Hijo de Dios o diga que la Biblia no ha sido divinamente inspirada (Ro. 16:17; Tit. 3:10; 1 Jn. 4:2-3; 2 Jn. 7, 10; 2 Ti. 3:16). Sin embargo, en cuanto a otros asuntos, es mejor preocuparnos por la edificación, no expresando palabras de crítica. La crítica siempre proviene de una manera de ser disidente y menoscaba la edificación. Si un hermano lleva el pelo largo o corto, o si tiene barba o se afeita, no debemos decir nada al respecto. Asimismo, si las hermanas se ponen faldas cortas o largas, tampoco debemos decir nada. Estos asuntos dependen de la gracia del Señor. Si alguien tiene su casa ordenada o desordenada, simplemente no debemos prestar atención a ello. Debemos alejarnos de toda clase de crítica, porque la crítica proviene de la disensión, la cual a su vez se origina en la manera de ser del hombre caído, en la cual Satanás, quien es sutil, se aloja. Esto le causa daño al edificio. En lugar de ello, debemos proteger el edificio.

Cuando nos reunimos en los grupos de servicio, debemos por sobre todo guardar la unidad. Si los hermanos que llevan la delantera en el servicio nos piden acomodar las sillas de una manera particular, no debemos expresar palabras de disensión. Simplemente debemos hacerlo como ellos dicen. Incluso si acomodamos las sillas de esa manera que nos parece tonta, obedecer a los hermanos es mucho mejor que actuar de manera disidente. No es necesario discutir con ellos para demostrarles que sabemos más que ellos. Hacer eso ciertamente sería una necedad. Puesto que dichos hermanos llevan la delantera, debemos hacer las cosas como ellos dicen. Tal vez después de haber orado nos pidan acomodar las sillas de una manera más apropiada. Si ése fuera el caso, no debemos sentirnos ofendidos. Simplemente debemos decir: “Alabado sea el Señor por Su sabiduría”, y hacer lo que nos piden. Aunque este ejemplo es un poco extremo, ejemplifica la necesidad de unidad que existe en la vida de iglesia. Si se percibe la unidad entre nosotros, la gente estará impresionada y dirán: “Ciertamente ésta es la vida de iglesia”. Sin embargo, tal vez discutamos con los hermanos y digamos: “Ustedes son insensatos. ¿Cómo vamos a acomodar las sillas de esa manera?”. En este caso, la gente expresará: “Ésta no es la iglesia, sino un campo de batalla”. Lo que importa no es cómo hacemos las cosas; lo que importa es la unidad.

Después de haber estado por más de doce años en el sur de California, los hermanos aquí pueden testificar que nunca he discrepado con ellos. Cualquier cosa que ellos digan, yo los sigo. Hay quienes han dicho que los hermanos aquí me dicen que sí únicamente a mí. De hecho, son más frecuentes los casos en los que yo les digo que sí a ellos. Muy a menudo me preguntan cuál es mi sentir en cuanto a algún asunto, pero siguen adelante para hacerlo de manera diferente a mi sentir. Nunca me enojo con ellos. Simplemente digo: “Alabado sea el Señor. Tu manera es la mejor”. Ésta es la manera como servía junto al hermano Watchman Nee en China. Después que hubo un avivamiento en la iglesia en Hong Kong a través del hermano Nee, él me envió un telégrafo para que fuera y me encargara de hacer los arreglos del servicio de los ancianos, los diáconos y de toda la iglesia allí. Una noche después de que llegué, él me dejó encargado de la reunión. Yo le dije: “Hermano Nee, siempre que usted esté aquí, yo lo seguiré y no hablaré nada por mi propia cuenta”. Esto demuestra que en la obra del Señor en la iglesia, lo primero es la unidad.

APRENDER A SEGUIR A OTROS
POR AMOR A LA EDIFICACIÓN

No debemos pensar que somos inteligentes y que nuestra forma de hacer las cosas es la mejor. Aun si ésta fuera la mejor, no deberíamos hacer una exhibición de ello. Si el Señor nos pone en la posición de “conducir el auto”, entonces debemos conducirlo; pero si Él pone a alguien más a conducir, debemos permitirle conducir. Nadie quiere un pasajero que importuna al conductor con sus instrucciones. He visto a hermanos pelear por el camino que deben tomar para ir a algún lado. Un recorrido puede tomar 25 minutos, pero quizá un hermano inteligente conozca un atajo que le ahorra diez minutos. Sin embargo, si se pone a pelear con el conductor para que tome el atajo, todo el viaje podrá tomar una hora. El conductor insistirá en que él tiene el control y el pasajero le dirá que sea humilde y que escuche a los demás. Esto es ridículo. Esta clase de pelea agota a los hermanos, los molesta y perturba sus mentes. La manera sabia es permitir que el conductor haga su trabajo. La diferencia entre un camino largo y un atajo no significa nada, pero la pelea sí tiene mucho significado. Nunca debemos pelear. Si el conductor toma el camino largo, debemos alabar al Señor y usar esos diez minutos extras para descansar. Nunca debemos discutir ni actuar de manera disidente. Cualquier cosa que los hermanos hagan, nosotros simplemente debemos seguirlos.

Muchas veces estoy de acuerdo con los que llevan la delantera en la iglesia sencillamente para ser uno con ellos. No esperemos que todos sean como nosotros. Si yo espero que todos los santos en todas las iglesias a quienes he ministrado la palabra del Señor sean como yo, entonces soy la persona más necia. La manera más sabia es no esperar que otros sean como nosotros. Incluso un esposo no debe esperar que su esposa sea igual a él. Ella es una mujer, y él es un hombre; ¿cómo ella puede ser igual a él? Debido a que ellos son dos personas diferentes, es imposible que sean exactamente iguales. Por tanto, la manera pacífica y placentera es estar de acuerdo con otros. Tal vez al esposo no le guste comer cierto alimento, pero la esposa le dirá que es saludable para él. En ese caso, él debe alabar al Señor, no quejarse, y simplemente comérselo. Debemos aprender a seguir a los queridos santos. Siempre y cuando ellos no sean idólatras, inmorales, divisivos ni blasfemen al Señor Jesús, debemos seguirlos en cada aspecto. Lo que ellos hagan no es incorrecto. No importa si desean leer el libro de Génesis o de Apocalipsis. Cada libro de la Biblia, incluso cada página, es maravilloso. No hay necesidad de discutir. El hecho de leer un libro y no leer otro quizás esté bien, pero la disensión es carencia. Debemos aprender a no disentir.

Salmos 133 dice: “¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es / que habiten los hermanos juntos en armonía! / [...] Porque allí envía Jehová bendición / y vida eterna” (vs. 1, 3b). Debemos creer en esta breve palabra. El Señor envía Su bendición de vida donde está la unidad. La bendición no depende de que estemos en lo correcto, sino de que seamos uno. Guardar la unidad no es guardar el estar en lo correcto. Estar en lo correcto no tiene un nivel definido. Nuestra perspectiva en este asunto no es confiable. Hace diez años una corbata puede que se considerara muy ancha, pero hoy es demasiada angosta. No existe ningún nivel definido para determinar cuán ancho es lo ancho y cuán angosto es lo angosto. Por tanto, no debemos pensar que estamos en lo correcto. Repito, existen sólo algunas cosas que no debemos recibir: idolatría, inmoralidad, división, blasfemia y el no creer en la Palabra divina. De otro modo, lo que sea que los santos hagan, todo está bien.

Nadie puede saber con certeza que su manera es la correcta. ¿Cómo sabemos cuál es la manera correcta de arreglar las sillas? Lo correcto o incorrecto depende de nuestro punto de vista, entendimiento, propósito, visión y trasfondo. Así que, no debemos disentir ni contradecir. Simplemente debemos alabar al Señor y ser uno con los queridos santos. Debido a que estamos en la iglesia del Señor, Su Cuerpo, y en el camino de Su recobro, no tenemos ninguna opinión. Estamos en el camino para alcanzar la meta. Puede que lleguemos en dos días, en dos meses o en dos años, pero ¡aleluya, estamos en el camino! Sólo el Señor sabe cuándo llegaremos a la meta. Si alguien insiste que su camino es el más corto para llegar a un sitio, finalmente será el camino largo, porque todos estarán discutiendo todo el tiempo. Hemos visto esto en la historia del cristianismo y no debemos repetirla. La unidad es preciosa; que el Señor nos ayude a guardarla.

Todos debemos ser edificados como una casa espiritual, la cual es un sacerdocio santo y real para ofrecer sacrificios espirituales. Mientras estemos edificados de esta manera, lo que le rindamos al Señor será una ofrenda. Éste es nuestro servicio a Él, y mostrará las virtudes de Aquel que nos llamó. Nadie puede decir cuál camino es el correcto o incorrecto. El único camino correcto es el camino de la edificación. Mientras seamos uno, estamos en lo correcto; pero si no somos uno, no importa cuánto sintamos que estamos en lo correcto, estamos en lo incorrecto. El único camino correcto es guardar la unidad.


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