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Puente y canal de Dios, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-3840-0
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Actualmente disponible en: Capítulo 6 de 8 Sección 2 de 3

DIOS DESEA DE TODO CORAZÓN GANAR AL HOMBRE

El plan eterno de Dios, el cual Él diseñó en el principio, se lleva a cabo por medio del hombre. Después de crear al hombre, Dios sujetó Su propósito a la voluntad del hombre, para que éste lo escogiera y lo aceptara. Si el hombre está de acuerdo con ello tan sólo un poco, Dios sólo podrá hacer un poco. Si el hombre lo acepta sólo un poco, Dios logrará sólo un poco. Si el hombre tiene sólo un poco de la mente de Dios, Dios hará sólo un poco. Si el hombre se mueve con Dios sólo un poco, Dios avanzará sólo un poco. Desde Génesis hasta Apocalipsis, toda la Biblia nos muestra el principio de que nadie jamás busca a Dios, sino que, más bien, Dios es quien busca al hombre. Nadie escoge a Dios; es Dios quien escoge al hombre. Dios no sólo ama al hombre, sino que, aún más, desea ganarlo. La razón por la cual Dios desea ganar al hombre es que Él lo ama; y la razón por la cual ama al hombre es que desea ganarlo. ¿Por qué un esposo ama a su esposa? Porque desea ganarla. ¿Por qué desea ganar a su esposa? Por que la ama. En el universo existe una ley: cuando Dios creó al hombre, dijo que no era bueno que el hombre estuviera solo (Gn. 2:18). Eso significa que un hombre necesita a alguien que lo complemente, una esposa. Sin embargo, este versículo sólo habla de un tipo, pues tiene un significado espiritual. Significa que en el universo no es bueno que Dios esté solo. Dios necesita a alguien que lo complemente, y ese alguien es el hombre. Dios está buscando una ayuda idónea, y el hombre es el complemento que Dios busca.

Un día Dios se hizo carne, cuando descendió del cielo a la tierra. ¿A qué vino? No sería incorrecto decir que vino para ser el Salvador, pues, de hecho, Juan el Bautista dijo: “¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!” (Jn. 1:29). Sin embargo, también dijo: “El que tiene la novia, es el novio” (3:29). El Señor Jesús no sólo vino como el Salvador para rescatar a los pecadores, sino más que eso, vino como el Novio para casarse con Su amada novia. ¿Quién es Su amada novia? Es el hombre. Dios ama al hombre de la misma manera en que un hombre ama a una mujer. Dios experimenta internamente el sentimiento más dulce cuando logra ganar al hombre. Lo que a Dios le encanta es que el hombre sea Su complemento, Su compañero, que piense de la misma manera que Él y camine con Él. De este modo, los dos —el hombre y Dios, y Dios y el hombre— pueden llegar a ser uno solo. Pablo dijo que nos había desposado a nosotros, los que hemos sido salvos, para presentarnos como una virgen pura a Cristo (2 Co. 11:2). Somos la pareja idónea de Cristo, y Cristo desea ganarnos. La Biblia dice que cuando venga la Nueva Jerusalén en el futuro, la novia se habrá preparado, y el Novio se casará con ella (Ap. 19:7; 21:2, 9-10). Este Novio es el Dios que creó y redimió al hombre. El Dios que creó y redimió al hombre es el Novio universal, y la novia es el hombre a quien Dios creó y redimió. El hombre a quien Dios creó y redimió es Su novia, Su pareja.

DIOS BUSCA QUE EL HOMBRE
SEA SU CAMINO EN LA TIERRA

Así pues, vemos cuánto Dios necesita al hombre. En el universo Dios es un Dios al que no le hace falta nada; sin embargo, Él tiene una necesidad muy grande: el hombre. A Dios le falta el hombre, usted y yo, y todos los pecadores. Por esta razón, Él vino a laborar, llamando, buscando, salvando, guiando y guardando. Él trabajó de muchas maneras y de una manera muy detallada, y Su única meta es ganar al hombre. Aquí debemos ver claramente que lo único que le hace falta a Dios es el hombre; es por ello que Él desea ganar al hombre. No sólo hemos oído la voz de Dios en el Nuevo Testamento, sino también en el Antiguo Testamento, cuando habló desde el cielo: “¿A quién enviaré y quién irá por nosotros?” (Is. 6:8). Estas palabras son muy claras. El Dios que está en el cielo desea hacer que Su obra descienda a la tierra, pero para ello necesita un canal, un camino, en la tierra. Este canal, este camino, es el hombre. Ésta es precisamente la función del hombre.

¿Quién está dispuesto a ser el canal del Señor hoy? ¿Quién está dispuesto a ser Su camino y a pensar de la misma manera que Él? ¿Quién está dispuesto a avanzar juntamente con Él y a laborar con Él? La historia nos muestra que el mover del Señor podía avanzar y propagarse en el momento en que hubiera una persona, unas cuantas personas o un grupo de personas —independientemente de su edad, lugar de origen o identidad étnica— que el Señor ganara al grado en que pensara del mismo modo que el Señor, avanzara y laborara juntamente con Él, y deseara que el propósito y la obra del Señor se llevara a cabo. Siempre y cuando Dios obtuviera este tipo de cooperación —independientemente de la edad, lugar de origen o clase de personas que fuesen—, Él se manifestaba inmediatamente, y Su obra, Su propósito, se llevaba a cabo en gran medida.

Éste es un gran principio, una ley supremamente importante. Dios necesita al hombre; Él necesita ganar al hombre como Su pareja idónea, como alguien que piense de la misma manera que Él y esté dispuesto a ser Su colaborador. Sin el hombre, le es difícil a Dios avanzar aun un centímetro. En la eternidad pasada Dios era omnipotente, pero en el tiempo él no puede hacer nada sin el hombre. Sin el hombre, Dios no hace nada ni puede hacer nada. Del mismo modo, si el Señor no logra ganar a un grupo de personas en las Filipinas, Su evangelio y Su obra no tendrá un canal en la tierra. Si el Señor no logra ganar a algunas personas en los países del Sudeste Asiático, si Él no logra ganarnos a usted y a mí, no debemos pensar que Él podrá llevar a cabo Su obra y hacer lo que desea aquí. Si lo hiciera, estaría violando el principio, la ley, que rige Su obra. Nuestro Dios es un Dios que respeta la ley, un Dios que se rige por principios. Según Su ley, Él se entregó al hombre. El hombre puede hacer una de dos cosas: puede estorbar, limitar, atar y ponerle obstáculos a Dios; o puede complementar a Dios, ayudarlo, actuar con Él, pensar de la misma manera que Él, laborar con Él y ser Su canal, proveyéndole así un camino, donde Él incluso pueda avanzar sin complicaciones. Todo depende de la actitud que el hombre tenga para con Dios.


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