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Cómo reunirnospor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6637-3
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Actualmente disponible en: Capítulo 17 de 23 Sección 2 de 4

LO LOGRADO POR ÉL: UN MEJOR PACTO

El escritor tiene además otro concepto. Jesús no solamente posee tantas cualidades con respecto a Su persona, a saber: Él es el Dios-hombre, Aquel que es superior a los ángeles, Aquel que es más glorioso que Moisés, Aquel que es el verdadero Josué, la tierra, nuestro compañero, el Sacerdote superior a Aarón y en posición más elevada; además de todo esto, Él también es muy superior y mucho mejor con respecto a lo que Él ha logrado, a lo que nos ha dado. Él efectuó la eterna redención por Su sangre, y por Su sangre hizo el pacto eterno, el pacto superior, el cual ha llegado a ser para nosotros un eterno testamento. Antes de Su muerte, esto era un pacto; pero después de Su muerte, el pacto se convirtió en un testamento. Antes de morir Él era el Hacedor y Testador del pacto, pero después de Su muerte, en Su resurrección, Él fue hecho Aquel que hace cumplir este testamento, su Albacea. En este pacto, que ahora es un testamento, podemos ver tres cosas:

1) El perdón de pecados

Siempre y cuando usted haya recibido este testamento, todos sus pecados han sido perdonados. Esto no quiere decir que sus pecados serán perdonados, sino que sus pecados ya fueron perdonados. ¿Qué debemos hacer? Todo lo que podemos hacer es simplemente ¡dar saltos y alabar al Señor! Pero permítanme decirles que de cada cien cristianos que reciben este testamento escasamente uno responde de este modo. Casi todos los que han recibido tal testamento responden, diciendo: “Oh Dios, ten misericordia de mí; perdóname, ¡oh, perdona todos mis pecados!”. Todos hemos hecho esto, y pensamos que ésta es una buena oración. ¿Pero saben cómo responde Dios a esto? “Pobre hombre, pobre hombre, ya tienes un millón de dólares, ¿por qué me pides que te dé un dólar?”. ¿Alguna vez escucharon a alguien alabar al Padre con toda confianza diciendo: “Oh Padre, cuánto te agradezco, todos mis pecados fueron perdonados, ¡incluso antes que naciera!”? ¡Aleluya! Alabado sea el Señor, pues tenemos el testamento; está en nuestras manos. Jesús es el Mediador, y esto ya fue sellado con Su sangre. Dios ya no recordará nuestros pecados (8:12). El primer componente de este testamento es el perdón de pecados.

2) La impartición de vida

“Éste es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor: Pondré Mis leyes en la mente de ellos, y sobre su corazón las escribiré [...] Y ninguno enseñará a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor; porque todos me conocerán, desde el menor hasta el mayor de ellos” (vs. 10-11). No es necesario que nadie os enseñe, pues ustedes tienen la ley escrita en su ser. ¿De qué se trata esto? Esto es la vida que fue impartida a nuestro ser; es decir, tenemos algo tan viviente, la ley de vida, no la letra de la ley. Los pecados han desaparecido, y la vida está aquí. Tienen que dar saltos nuevamente y exclamar: ¡Aleluya! Esta vida es una vida indestructible, llena del poder de la vida, y ¡nosotros la tenemos! Éste es el segundo componente de este testamento.

3) Dios mismo

“Seré a ellos por Dios, y ellos me serán a Mí por pueblo” (v. 10). Dios mismo es el principal legado. No solamente heredamos el perdón de pecados y la impartición de vida, sino también todo lo que Dios es, todo lo que Él puede hacer y todo lo que Él planeó. ¡En este testamento tenemos a Dios! ¡Aleluya! ¡Aleluya! Éste es el mejor pacto, el Nuevo Testamento; esto es mucho mejor que el viejo pacto. El Antiguo Testamento es verdaderamente viejo, tiene que pasar y ya pasó. Ahora tenemos el Nuevo Testamento, algo infinitamente superior. Jesús destaca en todo aspecto, no solamente en los muchos aspectos de lo que Él es, sino también en lo que Él ha logrado. En el centro de lo logrado por Él está este maravilloso pacto, un pacto nuevo y superior: el Nuevo Testamento. Él lo estableció con Su propia sangre. Él es el Hacedor del nuevo pacto, el Testador, el Mediador, el Dador y, ahora en Su resurrección como Aquel que vive, Él es quien garantiza este Nuevo Testamento y quien lo hace cumplir, ejecutando diariamente en nuestro ser todo cuanto incluye este testamento. Esto es maravilloso en gran manera, ¡demasiado maravilloso!

LAS CUALIDADES QUE LO HACEN APTO

¡Oh, qué Jesús! ¡Qué cualidades! Dios está en Él; en Jesús tenemos a Dios mismo. El hombre está en Él; en Jesús tenemos al verdadero hombre. Él es un Dios-hombre y es también un hombre-Dios. Esto es mucho mejor que un doctorado. Tener esta cualidad de poseer dos naturalezas, la divina y la humana, es mucho mejor que cientos de doctorados. Él es el verdadero Doctor en divinidad y el verdadero Doctor en humanidad. Él es Dios y Él es hombre: Él es Dios mismo y un auténtico hombre. Ahora, Él ha sido enviado a nosotros como Apóstol, Aquel que es más glorioso que Moisés, y Él es también el verdadero Josué, un verdadero compañero, y como tal nos introduce en la verdadera tierra, la cual es Él mismo. Todos fuimos llamados a ser partícipes de Él; todos fuimos hechos partícipes de Él así como Sus socios. ¿Qué podría ser mejor que esto? Nosotros éramos pobres pecadores; el único grado que habíamos obtenido era el pecado. Pero alabado sea el Señor, fuimos unidos a Él y hechos partícipes de Él así como Sus compañeros y socios. Todo lo que Él es, todo cuanto posee, ¡es compartido por nosotros! ¡Aleluya!

Él no solamente es el Apóstol para nosotros aquí, sino también el Sumo Sacerdote para Dios allá. Él es el Apóstol aquí en representación de Dios, y Él es el Sumo Sacerdote allá en representación nuestra. Aquí, Él es el Apóstol que atiende a todas nuestras necesidades; allá, Él es el Sumo Sacerdote que se hace cargo de todos nuestros casos en el tribunal celestial. ¡Qué Cristo tenemos! Él es tan divino en Su divinidad, así como tan humano en Su humanidad. Aquí en la tierra hallamos en Él divinidad; allá en los cielos hallamos en Él humanidad. Aquí en la tierra Él, en Su condición de Apóstol, es divino; allá en los cielos, en Su condición de Sumo Sacerdote, Él es humano. Como Sumo Sacerdote, Él posee humanidad a fin de compadecerse de nosotros y, como Apóstol en Su divinidad, Él puede ministrarnos el pan y el vino celestiales, tal como lo hizo Melquisedec con Abraham, a fin de atender a nuestras necesidades. Es en virtud de Su humanidad que Él se compadece de nosotros, y es en virtud de Su divinidad que Él nos ministra todas las riquezas de Dios. Sus cualidades hacen que Él sea plenamente apto tanto para compadecerse de nosotros como para ministrarnos.


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