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Conclusión del Nuevo Testamento, La (Mensajes 001-020)por Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6771-4
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Actualmente disponible en: Capítulo 13 de 20 Sección 3 de 5

C. EN LA NUEVA JERUSALÉN
COMO CONSUMADA EXPRESIÓN CORPORATIVA
EN LA NUEVA CREACIÓN

La etapa final de la manifestación de Dios será en la Nueva Jerusalén como consumada expresión corporativa en la nueva creación. Apocalipsis 21:1-3 dice: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía. Y vi la santa ciudad, la Nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una novia ataviada para su marido. Y oí una gran voz que salía del trono que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y Él fijará Su tabernáculo con ellos; y ellos serán Sus pueblos, y Dios mismo estará con ellos y será su Dios”. En la eternidad pasada Dios se propuso obtener una expresión corporativa a fin de que Él pudiese ser plenamente expresado y glorificado (Ef. 3:9-11; 1:9-11). Para esto, Él creó los cielos, la tierra y la humanidad. Finalmente, mediante el fuego se pondrá fin al cielo viejo y la tierra vieja, los cuales serán renovados a fin de ser convertidos en el cielo nuevo y la tierra nueva (2 P. 3:10-13) en donde vendrá la Nueva Jerusalén para la expresión eterna de Dios.

1. La ciudad santa

La Nueva Jerusalén en el cielo nuevo y la tierra nueva será la ciudad santa, “la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial” (He. 12:22). La designación ciudad santa significa que la Nueva Jerusalén es una ciudad santificada y separada para Dios con miras al cumplimiento de Su propósito. Ella está santificada y separada para Dios en su posición y también está santificada y saturada con Dios en su manera de ser. Ella es santa tanto extrínsecamente como intrínsecamente. Ella es una entidad, íntegra y completamente santa, que encaja por completo con la naturaleza santa de Dios a fin de constituir la expresión de Dios para cumplir el deseo de Su corazón.

Hoy en día la iglesia, como manifestación de Dios en la carne, es la casa de Dios, mientras que en el cielo nuevo y la tierra nueva la Nueva Jerusalén, como manifestación de Dios en la nueva creación, será la ciudad de Dios. La ciudad es más grande que la casa, lo cual significa que la Nueva Jerusalén, como manifestación de Dios en Su nueva creación, será el agrandamiento y la consumación de la iglesia para expresar a Dios en la eternidad.

Así como la Jerusalén antigua era el centro y la capital del reino de Dios en la nación de Israel, la Nueva Jerusalén será el centro administrativo del reino eterno de Dios en el universo nuevo con miras a la manifestación de Dios durante las eras venideras.

Al inicio de las Escrituras, en la vieja creación de Dios, había un huerto, el huerto del Edén (Gn. 2:8). Al final de las Escrituras, en la nueva creación de Dios habrá una ciudad: la ciudad de la Nueva Jerusalén. El huerto y la ciudad en los dos extremos de las Escrituras se reflejan entre sí y tienen como vínculo mutuo el árbol de la vida (v. 9; Ap. 22:2). El huerto era resultado de la creación de Dios, mientras que la ciudad será la consumación del edificio de Dios, una edificación que Dios ha estado llevando a cabo a lo largo de todas las dispensaciones de la vieja creación, esto es: la dispensación de los patriarcas, la dispensación de la ley, la dispensación de la gracia y la dispensación del reino. Con base en Su vieja creación y a través de todas las dispensaciones, Dios ha estado realizando Su obra de edificación según corresponde a la regeneración y la resurrección. El máximo resultado y la máxima consumación de esta obra de edificación será la Nueva Jerusalén en el cielo nuevo y la tierra nueva como manifestación de Dios en Su nueva creación por la eternidad. No es una creación que el poder divino de Dios realice según corresponde a llamar lo que no es como existente, sino que es una edificación realizada por la vida divina de Dios según corresponde a la regeneración de las cosas existentes con la vida de resurrección a fin que éstas sean hechas uno con Dios en Su vida divina y en Su naturaleza divina con miras a Su expresión.

2. La novia del Cordero
y el tabernáculo de Dios

La Nueva Jerusalén en el cielo nuevo y la tierra nueva es la novia, la esposa (Ap. 21:9) de Cristo el Cordero como Su complemento (Jn. 3:29), y también es el tabernáculo de Dios como Su habitación (Ap. 21:3). Cristo y Dios son uno solo. Ellos son un único Dios, pero triuno. Y el tabernáculo es una sola entidad que tiene dos aspectos para atender a las diferentes necesidades del Dios Triuno. Para Cristo —Aquel que es el Cordero, el Redentor—, la Nueva Jerusalén es Su novia al ser Su complemento para Su satisfacción. Para Dios —Aquel que es el Originador, el Creador—, la Nueva Jerusalén es Su tabernáculo al ser Su habitación para Su reposo. Por ser la novia del Cordero, la Nueva Jerusalén procede de Cristo, su Marido, y llega a ser Su complemento, tal como Eva procedió de Adán, su marido, y llegó a ser su complemento (Gn. 2:21-24). Ella es preparada al participar de las riquezas de la vida y naturaleza de Cristo el Cordero. Por ser el tabernáculo de Dios, la Nueva Jerusalén es edificada por Dios con lo que Él es. Ella está íntegramente constituida de la naturaleza de Dios a fin de ser Su habitación.

Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, Dios compara a Su pueblo escogido con una esposa (Is. 54:6; Jer. 3:1; Ez. 16:8; Os. 2:19; 2 Co. 11:2; Ef. 5:31-32) y con una morada para Sí (Éx. 29:45-46; Nm. 5:3; Ez. 43:7-9; Sal. 68:18; 1 Co. 3:16-17; 6:19; 2 Co. 6:16; 1 Ti. 3:15). La esposa es para Su satisfacción en amor, y la morada es para Su reposo en expresión. Ambos aspectos alcanzarán su máxima consumación en la Nueva Jerusalén. En ella Dios tendrá la más plena de las satisfacciones en amor y el más profundo de los reposos en expresión por la eternidad.


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