Ejercicio del reino a fin de edificar la iglesia, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-3898-1
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Sufrir por causa de la justicia sin duda significa perder el disfrute del alma. Siempre que estamos dispuestos a perder el disfrute del alma hoy por causa de la justicia, estamos en el reino, y el reino es nuestro. En esto también consiste el ejercicio del reino. Esto no tiene que ver con recibir una recompensa ni con experimentar un gozo, ni tampoco es algo de lo cual podemos jactarnos. Hoy en día el mundo entero rechaza a Cristo y al reino y también rechaza a los seguidores de Cristo. Por consiguiente, hoy sufrimos por seguir a Cristo y perdemos el disfrute de nuestras almas. Es debido al reino que estamos dispuestos a perder nuestro disfrute; es debido al reino que estamos dispuestos a negar el yo y a ser pobres en espíritu; y es debido al reino que estamos dispuestos a ser un don nadie, a reconocer que no sabemos nada y a ser un vaso vacío que puede ser lleno de Cristo para la edificación de la iglesia.
Mateo 5:10 nos habla de padecer por causa de la justicia porque, según la Biblia, el reino en todo aspecto tiene que ver con la justicia. Por lo tanto, padecer por causa de la justicia equivale a padecer por causa del reino. Si padecemos por causa del reino, si estamos dispuestos a perder nuestro disfrute anímico hoy, estaremos en el reino. No habrá necesidad de que entremos en el reino, porque ya estaremos en él. Pero ¿en qué aspecto del reino nos encontramos hoy? No estamos en el aspecto que reina, sino en el aspecto del ejercicio. Repito una vez más que el aspecto reinante del reino está por venir, pero el aspecto del ejercicio está presente hoy.
Ahora debemos ver cómo el reino es el medio por el cual la iglesia es edificada. Según nuestra experiencia en la vida de iglesia, todos nos hemos dado cuenta de que la iglesia no puede ser edificada con aquellos que rehúsan a negarse a sí mismos. Hoy en día no sólo las personas del mundo, sino también los cristianos se pelean unos con otros. En cada sociedad y organización las personas se consideran ser alguien y tener algo. Esto se aplica incluso a los niños del jardín de infancia. ¿Dónde podemos encontrar un lugar donde las personas siempre tienen la actitud de que son nada y no tienen nada, y de que son vasos vacíos? Tales personas las podemos encontrar únicamente en la iglesia. Si no pudiéramos encontrar personas con tal actitud en la iglesia, entonces podríamos poner en tela de juicio si ésa realmente es la iglesia. La iglesia solamente puede ser edificada mediante el reino, el cual, como hemos visto, es un ejercicio hoy. El Evangelio de Mateo revela que dicho ejercicio aniquila cada parte de nuestro ser. Al escuchar esto algunos podrían decir: “Ya es bastante difícil con negar el yo, y ahora usted nos dice que el ejercicio del reino aniquilará cada parte de nuestro ser. No podemos soportar esto”. Hablando humanamente, lo único que puedo decirle es que tiene razón y que me compadezco de ustedes porque yo soy igual.
En Mateo 19 el Señor nos mostró con un ejemplo lo difícil que es para nosotros entrar en el reino (v. 24). Él dijo que era más fácil que un camello pudiera pasar por el ojo de una aguja que esto. Hablando en términos humanos, nadie puede entrar en el reino. En lo que a nosotros se refiere, esto es imposible. Pero lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios. Dios tiene la manera de introducirnos en el reino. Él no agranda el ojo de la aguja para que sea una puerta amplia por donde pueda pasar un camello, aun con la carga más grande. Más bien, lo que Él hace es reducir el tamaño del camello hasta que éste sea lo suficiente delgado para pasar por el ojo de la aguja. Un hilo fino sí puede pasar por el ojo de una aguja.
Por lo tanto, a fin de que podamos pasar por el ojo de la aguja, el Señor tiene que hacernos tan finos como el hilo. Somos camellos por naturaleza. Pero Dios sabe cómo hilarnos hasta convertirnos en hilo fino. Aunque he sido cristiano por más de cincuenta años, aún estoy en el ojo de la aguja. En ocasiones he exclamado: “Señor, ya no puedo tolerar que me hiles tanto”. Pero el Señor me dice: “Sé paciente, porque te estoy ayudando. Todavía estás demasiado grueso. Te estoy hilando para hacerte más fino”. Ha habido ocasiones en las que he querido cortarme para escaparme de este proceso de ser hilado. Pero en esas ocasiones el Señor me ha dicho: “No eres tú quién decide. Tal vez quieras cortarte, pero ¿qué usarás para cortarte? Las tijeras no están en tus manos. No te soltaré ni te cortaré. En lugar de ello, te seguiré hilando”. En esto consiste el ejercicio del reino.
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