Ejercicio de nuestro espíritu, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-4880-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Tenemos que practicar la oración que es conforme a las instrucciones dadas en 1 y 2 Timoteo. Si un hermano nos habla inspirado por los razonamientos en su mente, no debiéramos contestar con una respuesta, argumento o sugerencia. Más bien, debiéramos simplemente decirle: “Hermano, oremos”. No debiéramos ejercitar nuestra mente natural para referirnos a lo dicho por él; más bien, debemos ejercitar nuestro espíritu para llevar tales asuntos al Señor en oración. Nuestro único recurso debiera ser contactar al Señor al ejercitar nuestro espíritu. Entonces, debemos seguir lo que le complace al Señor junto con aquellos que de corazón puro le invocan. A fin de ejercitar nuestro espíritu para ministrar como sacerdotes, tenemos que aprender a orar de este modo. Anhelo ver el día en que ningún hermano tenga interés en discutir, debatir, argüir o, incluso, meramente estudiar. Más bien, ya sea en sus hogares, en el salón de reuniones o en cualquier lugar, que a ellos sólo les interese orar. Si todos practicamos esta clase de oración, entre nosotros se producirá el verdadero sacerdocio. Entonces veremos el mover del Señor de una manera poderosa y prevaleciente. El Señor está recobrando el sacerdocio de la oración por medio del ejercicio del espíritu.
No debiéramos ejercitar nuestra mente natural para discutir, debatir, argüir, cuestionar o dudar. Asimismo, tampoco debiéramos estar llenos de ira en nuestra parte emotiva. Debemos hacer una sola cosa: orar con toda clase de oraciones, peticiones, intercesiones y acciones de gracias, no solamente por una determinada categoría de personas, sino por todos los hombres. Solemos ser demasiado indiferentes con respecto a muchas cosas. ¿Cuántas veces hemos orado por el presidente de nuestra nación, por el gobernador de nuestro estado y por la situación mundial? Tenemos que orar para que tengamos la oportunidad de llevar una vida tranquila y apacible en toda piedad. Sin embargo, no les animo a orar principalmente por ciertas cosas. Los animo a que ejerciten su espíritu. Siempre que nos reunimos, no debiéramos hablar demasiado. A veces, hablar así simplemente da lugar a los chismes. Debemos olvidarnos de todo lo demás y simplemente orar. Si nos encontramos hablando sobre otras personas y familias, de inmediato debemos decir: “No hablemos más. Oremos por ellos”. Si estamos preocupados por cierto hermano o hermana, debemos orar en lugar de simplemente hablar de ellos. Tenemos que aprender a orar. Anhelo ver el día en que sobre esta tierra haya una iglesia en la que los queridos santos no den lugar al chisme ni a conversaciones vanas, sino que simplemente oren.
Hoy en día hay demasiadas conversaciones naturales entre los hijos del Señor. Alguien podría preguntar: “¿Cómo están las cosas por Taiwán?”, o “¿cómo está tal hermano?” o “¿cómo están su esposa y su suegra?”. Después de hacer todas estas preguntas, puede ser que dicha persona proceda a propagar la información obtenida. Nadie puede repetir lo que escuchó con exactitud. Esta persona omitirá algo o añadirá algo, con lo cual, a la postre, estará propagando rumores. Entonces, la muerte fluirá. Hablar de este modo trae muerte al espíritu de los santos y de la iglesia. Todos tenemos que aprender la lección de detener nuestro hablar. Nuestra boca fue creada por Dios, no para hablar de estas cosas, sino para orar.
Los chismes son parecidos a los mitos. En 1 y 2 Timoteo, Pablo usó la palabra mitos varias veces. En 1 Timoteo 1:3-4 se nos dice: “Como te exhorté, al irme a Macedonia, a que te quedases en Éfeso, para que mandases a algunos que no enseñen cosas diferentes, ni presten atención a mitos y genealogías interminables, que acarrean disputas más bien que la economía de Dios que se funda en la fe”. Los versículos 6 y 7 del capítulo 4 dicen: “Si expones estas cosas a los hermanos, serás buen ministro de Cristo Jesús, nutrido con las palabras de la fe y de la buena enseñanza que has seguido fielmente. Desecha los mitos profanos y de viejas. Ejercítate para la piedad”. En 2 Timoteo 4:4 se nos dice: “Apartarán de la verdad el oído y se volverán a los mitos”. Tenemos que aprender a rechazar todo chisme, mito y cuento. Estas cosas únicamente hacen que ejercitemos nuestra mente natural y caída.
Debemos recibir estas palabras no como otra enseñanza más, sino como una comunión amorosa. Anhelo ver que en el recobro del Señor la iglesia no sea un grupo de habladores, sino un grupo de personas que oran. Siempre que nos reunamos debemos dejar atrás todas nuestras conversaciones y entregarnos completamente a la oración. Debemos decir: “Hermanos y hermanas, oremos”. Debemos orar en todo tiempo en el espíritu por todos los hombres con toda clase de oraciones, peticiones, intercesiones y acciones de gracias; y debemos hacer esto con todos aquellos que de corazón puro invocan al Señor. Ésta es la manera apropiada de ejercitar nuestro espíritu.
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